Cualquier parecido con México es mera coincidencia.
¿Comparaciones a mi?
Carola Chávez
Con mis amigos opositores no se puede. Hablando de libertades mutiladas, el otro día les explicaba que en el Reino Unido están por pasar una ley que prohibe publicar noticias del Príncipe Carlos, el orejón, y que nadie ha dicho ni ñe. También les señalaba cómo en España, otro de esos reinos que ellos llaman civilizados y democráticos, se acaba de pasar una ley que permite a las autoridades cerrar cualquier página web que, según ellos, viole alguno de sus artículos. Y les recordé, de paso, la Ley Patriota y todas sus violaciones a las libertades civiles. Todo esto para que vieran que en Venezuela disfrutamos de libertades que, allá, en el primer mundo de sus sueños, ni soñar se atreven. La respuesta opositora fue un reclamo con signos de interrogación: ¿Por qué siempre la referencia externa? ¿Tienen sentido las comparaciones?
Me hizo gracia. Resulta que las comparaciones no son necias cuando se trata de poner a un venezolano, siempre mugriento, al lado de un impecable, ordenado y blanquísimo gringo que jamás bota un papelito a la calle, que nunca se colea en las filas y que sólo hace cosas malas cuando nadie lo ve. Las comparaciones les parecen fabulosas cuando se refieren al desarrollo de Dubai, con sus joyas de la arquitectura moderna levantadas con petrodólares “bien invertidos”, ignorando, eso sí, que los ladrillos de esas joyas los amasaron y pegaron manos esclavas que nunca saldrán en la foto. Cualquier comparación que nos deje un mal gusto en la boca con respecto a nuestro país, nuestra gente y nuestro gobierno, no sólo es válida sino necesaria.
Ellos, que con ojitos acomplejados y masoquistas viven mirando hacia afuera para confirmar su certeza de que están condenados, sin merecerlo, a una nacionalidad de tercera, amarrados a un país cuyas posibilidades de civilización son nulas gracias a la genética defectuosa de sus habitantes: gentuza ignorante y resentida que, a punta de votos, arruina el destino de la gente pensante y productiva, atrapada en este cruel fin de mundo llamado Venezuela.
Ellos, que modelan sus casas, sus vidas, sus sueños, de acuerdo al referente mayamero. Ellos, que desprecian la sombra de jabillos y apamates a cambio de setos podaditos de jardín inglés. Ellos que cambiaron nuestro decidor chévere por los insípidos cool, nice, fashion y hot. Ellos que conocen la realidad nacional por CNN, El ABC y hasta El Tiempo de Bogotá. Ellos que no quieren ser de aquí porque esto no se parece a allá. Justo a ellos les molestan las referencias externas.
Así estamos: no valen las comparaciones, a menos que valgan.
carolachavez.blogspot.com
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