Desaparecido

GABRIEL GOMEZ CAÑA, POR ULTIMA VEZ SE LE VIO EL SABADO 25 DE MARZO PASADO, A LAS 11:30 DE LA NOCHE

GABRIEL GOMEZ CAÑA, POR ULTIMA VEZ SE LE VIO EL SABADO 25 DE MARZO PASADO,  A LAS 11:30 DE LA NOCHE Orizaba, Veracruz.- Llevaba una playera negra, pantalon de mezclilla, es de complexion delgado y piel morena...Es militante del Frente Popular Revolucionario y activista de Organizaciones Sociales.

30 octubre 2006

Va por petróleo y gas


Carlos Acosta Córdova

No le es suficiente dominar el mercado de la telefonía ni, pronto, el de la televisión restringida, gracias al recientemente aprobado Acuerdo de Convergencia. Carlos Slim quiere más y más: ahora enfoca sus baterías al mundo de los energéticos –sobre todo petróleo y gas– y al de los grandes proyectos

de infraestructura.

Casualmente, dos de las prioridades anunciadas por Felipe Calderón.



Desde hace tres semanas, el empresario Carlos Slim inició una suerte de idilio con el presidente electo Felipe Calderón, que pretende borrar el trato seco, indiferente y discrepante –por lo menos en el discurso– que se dispensaron durante el tiempo de campañas.

En aquel entonces, Slim no se cansaba de decir que los tres principales candidatos presidenciales estaban diciendo “puras tonterías”, que no proponían nada serio y que se la pasaban sacándose “los trapos sucios”. En fin, que no había a cuál irle.

Y Calderón, por su parte, cuando bravucón decía que Andrés Manuel López Obrador era “el más salinista de los salinistas”, le daba un repasón a Carlos Slim. “La verdad es que (López Obrador) tendría exactamente el mismo equipo que tuvo Salinas. Tendría a Manuel Camacho como operador político, ayudado por Ricardo Monreal, a Socorro Díaz en Comunicación, a Federico Arreola ahí, tratando de llevarla bien y peleándose con todo el mundo. Y de remate, su empresario favorito sería Carlos Slim”, dijo Calderón, en marzo, en una entrevista televisiva.

Es más, Felipe le reclamaba al empresario que se definiera, que dijera lo que pensaba realmente de López Obrador y que reconociera, inclusive, que el perredista era quien iba a detener el progreso y la capacidad del país de salir adelante.

Pasó el tiempo. Atrás quedaron campañas, agresivas como nunca; las elecciones cuestionadas; el país en vilo después de la jornada comicial y, finalmente, la decisión del Tribunal Electoral de nombrar a Calde-rón como presidente electo. Las cosas cambiaron: Calderón y Slim iniciaron el romance. El interés tiene pies, dice el proverbio.

Sí. Ahora Slim es, para Calderón, un mexicano ejemplar, gran empresario respetable y responsable, visionario. Y Felipe, para Slim, es un hombre que “sí tiene una idea clara para lograr un mayor crecimiento económico, como lo expone en su proyecto México 2030”. No sólo eso, sino que ahora resulta que desde la campaña Calderón planteaba “posiciones de fondo”. Dijo Slim en su primera declaración pública después del 2 de julio, en la que de paso avaló el triunfo del panista y pintó su raya respecto de AMLO: “El candidato que ganó, Felipe Calderón, habló de ser el presidente del empleo. Yo estoy convencido de que la pobreza se combate con empleo”.

Se entendieron rápido. Uno a otro se necesitan. Calderón ha dejado entrever que dará más juego a la iniciativa privada en áreas estratégicas como energía e infraestructura; que los recursos del gobierno son insuficientes para impulsar el crecimiento de la economía. Y Carlos Slim, feliz, está puesto. De la amenaza de retirar sus capitales si no le daban libertad absoluta para entrar a la televisión restringida, pasó a la disposición plena de invertir cuanto se pueda y en donde se pueda. Pero también donde él quiera.



Listo para el bocado



No es poco lo que Carlos Slim quiere. Por lo pronto, tiene la mira puesta en el petróleo y el gas, y en los grandes proyectos de infraestructura. En el primer caso, ha sido insistente en que no es necesario privatizar Pemex ni modificar la Constitución para que la inversión privada tenga una mayor participación. Primero –ha dicho– hay que “definir qué es lo fundamental para Pemex” y también “qué debemos entender como riqueza de la nación”. Sólo así se verá que hay campos en los que puede entrar la inversión privada, como la industria petroquímica, la explotación del gas y la refinación.

Ha explicado reiteradamente: Lo fundamental es que la riqueza energética sea propiedad del Estado, pero que las formas de poder desarrollarla con valor agregado –la refinación, por ejemplo– se pueda hacer aquí, con capital privado. Porque “es una paradoja” y “una estupidez” que exportemos petróleo barato e importemos grandes cantidades de gasolinas, todo muy caro. También: “la riqueza nacional no son las gasolineras ni las redes. Lo fundamental es la soberanía sobre el petróleo y el gas. Por eso no debe haber polémica en que haya inversión privada en refinación, petroquímica o transporte de petrolíferos”.

Ha sido un discurso recurrente el suyo, lo mismo que las críticas severas hacia la conducción de Pemex, a la que, dice, Hacienda y el gobierno ordeñan “como locos” y la manejan “como si fuera una miscelánea”. Apenas hace dos semanas, insistió: “No se necesita modificar la Constitución para que la iniciativa privada participe en la explotación de petróleo y gas natural, así como la realización de alianzas para llegar a aguas profundas del Golfo de México. Con los límites legales que existen lo importante es hacer aquello que se pueda hacer, como las plataformas y otras instalaciones”.

De hecho, esto último es lo que ha venido haciendo Slim desde 2003, cuando Pemex decidió –para resarcir la caída en la producción de Cantarell– licitar la construcción de 47 plataformas marinas y desarrollar la reserva de los campos de crudo y gas Ku-Maloob-Zaap, Crudo Ligero Marino y Lankahuasa, en la Sonda de Campeche, en el Golfo de México.

Fue el primero en apuntarse. Ganó 10 contratos para construir igual número de plataformas. Nueve estarán terminadas al final de este año y otra el próximo. Y justo una de ellas, construida en Tuxpan, Veracruz, es la más grande del país, el doble inclusive de las que se han fabricado en otros países. En agosto pasado, Slim acompañó al presidente Fox a ese municipio en un recorrido para inspeccionar los patios de construcción de plataformas marinas de Pemex.

Se refirió a su empresa Swecomex, parte de Carso Infraestructura y Construcción S.A. de C.V. (CICSA), que en poco más de tres años habrá construido 10 plataformas marinas.

De ser una pequeña empresa que Grupo Carso compró en 1992, Swecomex se ha convertido a partir de 2003, con el programa de plataformas marinas de Pemex, en una empresa que “puede competir internacionalmente”, según se ufanó Slim en agosto. La empresa tiene capacidad para construir tres plataformas a la vez y es la que posee las grúas de mayor tonelaje del país.

Originalmente, Swecomex (South Wes-

tern Engineering Company) producía intercambiadores de calor y generadores a vapor, con sede en Guadalajara y era filial de Condumex, la rama industrial de Carso. Pero una vez que empezó a crecer por la construcción de las plataformas, decidieron integrarla a Carso Infraestructura y Construcción (CICSA), la división que –empujada en gran parte por Swecomex– hizo posible que el Grupo Carso viera incrementado en casi 50% el precio de su acción en la bolsa de valores, el año pasado.

Pero el gas también está en la mira de Carlos Slim. Apenas en septiembre pasado, Pemex reabrió –luego de año y medio suspendidas, por la polémica que causaron los Contratos de Servicios Múltiples, que el Congreso calificó de inconstitucionales– las licitaciones para 10 proyectos de exploración y producción de gas en la Cuenca de Burgos, zona que aporta 25% de la producción total de gas en México. Swecomex compró las bases de licitación –se gastó en ello más de 250 mil pesos– para participar en dos proyectos, para los cuales requiere de un capital mínimo de 150 millones de pesos por cada uno. Fácil.

Con otras empresas de CICSA, Slim se está convirtiendo rápidamente en protagonista del ámbito de la construcción de infraestructura en México –y no sólo la petrolera–; uno de sus competidores, Ingenieros Civiles Asociados (ICA), está fuertemente endeudado con Inbursa, el brazo financiero del Grupo Carso.

Antes de llamarse Carso Infraestructura y Construcción S.A. de C.V., nombre que adoptó en 2004, se denominaba Grupo Industrial Carso, constituido en 1999, y sus empresas trabajaban casi exclusivamente en el desarrollo de obras del propio Grupo Carso. Ahora es todo un emporio, dentro y fuera del país, que abarca decenas de campos en cuatro divisiones. Una es la de fabricación y servicios para la industria química y petrolera. A través de Swecomex y Precitubo fabrica bienes de capital, como las plataformas petroleras, intercambiadores de calor, recipientes a presión, torres de telecomunicaciones y tuberías de acero.

Otra división es la de proyectos de infraestructura, con la subsidiaria CILSA a la cabeza, que construye –y les da mantenimiento– carreteras, puentes, plantas para tratamiento de agua, sistemas de conducción de agua y centrales hidroeléctricas. Una división más es la de construcción civil, que encabeza PC Constructores, que hace edificios corporativos, comerciales y de servicios, plantas y naves industriales, desarrollos inmobiliarios, centros comerciales, restaurantes, centros deportivos, estacionamientos, hangares y otras obras en aeropuertos. La remodelación de inmuebles en el Centro Histórico y la construcción del nuevo edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores frente a la Alameda son –por ejemplo– obras suyas.

Finalmente, la cuarta división de CICSA es la de instalaciones de telecomunicaciones, que se concentra en la construcción, ingeniería, diseño y puesta en servicio de instalaciones de telecomunicaciones en todo el país. Obviamente, sus principales clientes son Telmex y Telnor.

Fuera del país, CICSA es la encargada de la modernización y expansión de la red telefónica en Brasil; tiene proyectos de petroquímica en Colombia y Perú; en Venezuela, la construcción de una hidroeléctrica, y en Argentina una represa.

Con todo ello, debió caerle de perlas a Carlos Slim el anuncio de Felipe Calderón, el martes pasado, de que convocará a una “gran alianza por la infraestructura” y que durante su administración se hará la mayor inversión de la historia en infraestructura –“será prioridad en el Plan Nacional de Desarrollo”–, en la que habrán de concurrir capitales públicos y privados.

Slim está puesto.

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