Proceso 1587
Irene Savio y Rodrigo Vera Estallaron los sectores conservadores contra las garantías legales a los derechos sexuales y de género. Los provocó, en parte, la decisión de varios partidos de impulsar, primero en la Ciudad de México y luego en el país, las reformas para despenalizar el aborto. Pero aquellos grupos, respaldados por el presidente Felipe Calderón, forman parte de una estrategia más amplia del Papa Benedicto XVI y sus huestes para bloquear en América Latina toda modernización que a su parecer vulnere los milenarios dogmas católicos.
CIUDAD DEL VATICANO.- El pasado 17 de febrero, el Papa Benedicto XVI tenía congregados frente a él a sus 20 nuncios apostólicos designados para América Latina. Los mandó llamar para decirles qué hacer en la conferencia plenaria del episcopado latinoamericano que se realizará en mayo próximo en la ciudad brasileña de Aparecida.
En esta encerrona el pontífice asumió su calidad de jefe de Estado ante sus diplomáticos. Ahí mostró su preocupación por las leyes de los países latinoamericanos que, como México, “se limitan a conceder libertad de credo y culto, pero no reconocen aún la libertad religiosa” plena, se quejó el Papa.
También externó su alarma por la creciente despenalización del aborto, los matrimonios entre personas del mismo sexo y todo lo que afecta a la “vida” y “la familia” en la región.
Enfático, el pontífice alemán instruyó a su cuerpo diplomático en la zona: “La familia merece una atención prioritaria, pues muestra síntomas de debilitamiento bajo las presiones de lobbies capaces de influir negativamente en los procesos legislativos”.
Precisó: “Los divorcios y las uniones libres están aumentando, mientras que el adulterio se contempla con injustificable tolerancia. Es necesario reafirmar que el matrimonio y la familia tienen su fundamento en el núcleo más íntimo de la verdad”.
Los días anteriores –15 y 16 de febrero–, los nuncios habían sostenido prolongadas reuniones previas con el secretario de Estado de la Santa Sede, el cardenal italiano Tarcisio Bertone. El objetivo: llegar a acuerdos para mantener el control de la Iglesia latinoamericana, y cómo influir en la vida política, social y eclesiástica de la región.
Ahí afinaron los lineamientos de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, que se celebrará en Aparecida del 13 al 31 de mayo. Serán trascendentes los resolutivos que salgan de ahí, puesto que marcarán las acciones de la jerarquía por lo menos en los próximos 12 años. Sin duda es el más importante encuentro clerical de los últimos tiempos.
Control burocrático
Con base en las maniobras papales, vaticanistas italianos y expertos latinoamericanos aseguran que la conferencia de Aparecida sólo servirá para que la “burocracia” romana refuerce su control sobre el ya de por sí “domesticado” clero de América Latina, olvidándose de los graves problemas sociales que aquejan a los 600 millones de católicos de la región.
Además, adelantan, Benedicto XVI se valdrá de la conferencia para imponer su línea de “restauración conservadora” que, por lo pronto, ya permitió la reapertura de las misas en latín y con cantos gregorianos.
El pontífice acaba de lanzar otra señal a la Iglesia latinoamericana: su reciente condena a los libros del jesuita Jon Sobrino, uno de los más destacados teólogos de la liberación. Esta condena, asegura a Proceso Sandro Magister, el vaticanista del semanario italiano L’Expresso, “anticipa una de las indicaciones que el Papa dictará a la Iglesia de América Latina, cuyos cuadros dirigentes han sido influidos por el espíritu de la teología de la liberación”.
Agrega Magister que la llamada notificatio, “más que al teólogo, va dirigida a sus numerosos lectores y simpatizantes, entre los que se encuentran obispos, sacerdotes y laicos de Latinoamérica”.
Marco Politi –periodista del diario italiano La Repubblica y autor del libro Su Santidad– señala que la lucha contra la teología de la liberación quedó concluida para el Vaticano, pero ha ocasionado “que las clases más pobres de la sociedad latinoamericana se sientan mejor acogidas por las sectas y sus promesas de rescate social, espacio que antes les ofrecían los teólogos de la liberación”.
Por su parte, el filósofo e historiador Enrique Dussel comenta: “El Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) ya no expresa el sentir de América Latina, pues es Roma la que le dicta sus consignas. Para Roma, la Iglesia latinoamericana es un simple peón en el tablero europeo, le quitó su autonomía y su espíritu eclesial. Su jerarquía está domesticada.
“Y Joseph Ratzinger, el Papa, piensa primero en Alemania, después en Europa y finalmente en el resto del mundo. Resulta revelador que, para preparar la conferencia de Aparecida, Ratzinger no se haya reunido con los presidentes de los episcopados latinoamericanos. ¡No! Se reunió con sus nuncios.”
–¿Fue una reunión con carácter político, como jefe del Estado vaticano?
–Siempre son políticas estas reuniones. Y ni siquiera convocó a los nuncios como jefe de Estado, sino casi como jefe de imperio.
El autor de Historia de la Iglesia en América Latina, Dussel, refiere que las políticas del actual pontífice “están centradas en temas muy concretos, como son su lucha contra el aborto, el celibato y la homosexualidad, olvidándose de los graves problemas de miseria y explotación de la región”.
Recalca: “Ratzinger insiste en que no se mate a los nonatos. Es muy bonito pedir que nazcan, ¿pero para que después vivan como perros, hambrientos y miserables? Si va a defender la vida, pues que defienda toda la vida; la de los no nacidos y también la de los pobres. Para los trabajadores, un salario miserable es un problema de vida. Pero no, su doctrina es muy unilateral y conservadora, en el sentido más estrecho de la palabra.
“Aparte, la conferencia de Aparecida no despierta ningún interés entre la gente, a diferencia de las anteriores conferencias de Medellín y de Puebla, que en su tiempo provocaron revuelo, grandes debates y tuvieron enormes repercusiones.”
–¿A qué obedece esa falta de interés?
–A que en Aparecida se tratarán sobre todo temas que son importantes para la estructura eclesiástica, pero sin relevancia para el pueblo cristiano de México y Latinoamérica. Es una conferencia que nada tiene que ver con la dureza de nuestra realidad. No le dice nada a la gente.
“Ahí se van a defender los privilegios de la burocracia romana, olvidándose del espíritu cristiano. Es como si Jesucristo hubiera venido al mundo a defender los derechos de sus 12 apóstoles. No, Cristo dijo: ‘Predicad mi doctrina, y tengan cuidado, porque también pueden morir crucificados’. Y se metía entre los pobres a predicar su mensaje profético.”
–¿La jerarquía actual no apoya a estos sectores?
–Sí, pero siempre con una actitud de limosna, jamás luchando contra las estructuras injustas que están produciendo la pobreza.
Para resaltar el control de la burocracia romana, Dussel señala que el Papa llegó al extremo de designar a un italiano para que tomara las riendas de Aparecida. “¿Qué tiene que hacer un italiano presidiendo una reunión de los episcopados latinoamericanos? Anteriormente, era un latinoamericano quien presidía esas reuniones”, comenta.
El historiador se refiere al cardenal Giovanni Battista Re, de 73 años, que tiene una larga carrera burocrática en la curia. Actualmente es prefecto de la Congregación para los Obispos y presidente de la Comisión para América Latina, por lo que tiene el control de la región. Es además miembro de la Secretaría de Estado y de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
El pasado 12 de diciembre, Benedicto XVI designó a Battista Re como presidente de la conferencia de Aparecida; en segundo término, al cardenal Francisco Javier Errázuriz, arzobispo de Santiago de Chile; y, por ser el anfitrión, al cardenal Geraldo Majilla Agnelo, presidente de la Conferencia Episcopal de Brasil.
Estrategia regresiva
Después de dos años de haber sido entronizado, Benedicto XVI hará su primer viaje pontificio a América para asistir al encuentro.
En un documento elaborado por el Celam, Hacia la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, señala que todos los episcopados y organizaciones católicas presentarán ponencias y documentos en los que analizarán “la vida de la Iglesia en sus territorios”, señalarán los “aspectos positivos y negativos” de la misma e identificarán “problemas comunes”, para llegar finalmente a “soluciones y líneas de acción pastoral” para la región.
Será Benedicto XVI quien “abra la reunión” de Aparecida y “oriente” a los participantes “con su discurso inicial”, y también quien dé “su aprobación a las conclusiones del modo que estime más adecuado”. La postura del pontífice será la que marque el rumbo del catolicismo en los países representados.
Por lo pronto, ya empiezan a pesar las directrices papales. Por ejemplo, a finales de marzo llegó a México el presidente del Pontificio Consejo para la Familia, Alfonso López Trujillo, a fin de participar en el Tercer Congreso Internacional Provida. El influyente enviado papal vino a oponerse al aborto, justo cuando en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) se discute una ley para despenalizarlo.
Los hombres no deben “borrarle la plana a Dios” con actitudes de “desprecio por la vida”, señaló López Trujillo durante su participación en ese congreso. Y agregó que “en nombre de la democracia” no debe atentarse contra la vida y la familia.
Enrique Dussel señala que, justamente, el cardenal colombiano López Trujillo ha sido, desde hace buen tiempo, un personaje clave para imponer en Latinoamérica la línea conservadora del Vaticano:
“En 1972, en Sucre, Bolivia, se celebraba una reunión del Celam, que en ese tiempo había tomado una línea muy social y a favor de los pobres. A Roma le preocupó el peligro de esta autonomía latinoamericana y envió a López Trujillo para que diera prácticamente un golpe de Estado al Celam y se apoderara de su secretaría general. A partir de ahí empezó la persecución contra la teología de la liberación.
“Y este golpe surgió, curiosamente, a raíz de una reunión con los nuncios igual a la que acaba de tener Ratzinger. Los nuncios son los que han orientado las políticas vaticanas en Latinoamérica. Y claro, el Papa es quien manda.”
Para Dussel, Benedicto XVI “encabeza una corriente de restauración conservadora que va contra de los lineamientos del Concilio Vaticano II. Restaurar es volver atrás. Este conservadurismo paraliza a América Latina, cuyos obispos están siendo nombrados con el solo criterio de sumisión a Roma y obediencia al Papa”.
Así lo confirma la primera exhortación apostólica de Benedicto XVI, publicada el pasado 13 de marzo y en la cual vuelve a instaurar el uso del latín y los cantos gregorianos en las misas, prácticas que habían quedado rebasadas en los años sesenta, con el Concilio Vaticano II.
En el párrafo 62 de su exhortación, dice el Papa: “Pido que los futuros sacerdotes, desde el tiempo del seminario, se preparen para comprender y celebrar la santa misa en latín, además de utilizar textos latinos y cantar en gregoriano”.
En el Vaticano ya se habla de un acercamiento de Ratzinger con los lefebvrianos, movimiento fundado por el ultraconservador Marcel Lefebvre, un francés defensor de la disciplina tradicional de la Iglesia. El Papa ya se reunió, en agosto de 2005, con monseñor Bernard Fellay, dirigente de la lefebvrista fraternidad San Pío X. Incluso se dice que un hermano del pontífice, el sacerdote Georg Ratzinger, es un animoso simpatizante de esa corriente.
Pocas esperanzas
El jesuita Raúl Cervera, director de Christus, la revista católica mexicana que ha venido analizando el tema de Aparecida, señala:
“Actualmente estamos viviendo la hora de los laicos. De ahí que la repercusión social de Aparecida dependerá de que en esa conferencia se escuche la voz de los laicos católicos que participan en movimientos sociales, en grupos de derechos humanos, en comunidades indígenas, pues ese es el cristianismo que está sacando las cosas adelante.”
–¿Considera probable que se tome en cuenta a estas voces?
–Lo veo difícil, pues la Iglesia católica tiene un gobierno muy centralizado que, de manera casi natural, tiene dificultad para escuchar lo que sucede en esos niveles básicos de la vida eclesial.
Y lamenta que ya no vivan o estén fuera de funciones aquellos “grandes figurones” de la jerarquía latinoamericana que trabajaban precisamente en esos niveles. Menciona a los obispos Hélder Câmara, Aloisio Lorscheider, Sergio Méndez Arceo, Bartolomé Carrasco, Óscar Arnulfo Romero, Samuel Ruiz y Arturo Lona, entre otros.
“Ahora el Vaticano cambió su estrategia. Ya no designa obispos comprometidos con la línea de la opción por los pobres. Y, sin embargo, la pobreza y el atraso en América Latina se han agudizado de manera alarmante”, dice Cervera.
–Hoy la jerarquía tiene que entenderse con los gobiernos neoliberales de la región.
–Sí, y en este punto no debería haber componendas. Su lucha debería ser para eliminar esos mecanismos neoliberales que están produciendo millones de pobres. Resulta esperpéntico que un país como México tenga a Carlos Slim, el tercer hombre más rico del mundo, que se encumbró gracias a estas estructuras injustas.
“Pese a que, doctrinalmente, la Iglesia critica al neoliberalismo, los episcopados no han tenido la audacia de llevar sus principios a la práctica. Quizá lo hagan por prudencia política, por timidez. No se esfuerzan por asumir la actitud profética de Medellín y Puebla.”
–¿Esta será la tónica de Aparecida?
–Sí, es previsible que así sea. Los obispos no saben qué hacer, cómo avanzar. El futuro es poco promisorio. Y una reunión de ese nivel debe ser de largo alcance, debe planear la vida de la Iglesia para los próximos años, adelantarse a la historia. No se trata de una reunión parroquial. Tan sólo la media temporal de las pasadas conferencias ha sido de unos 12 años.
El jesuita se refiere a las pasadas cuatro conferencias latinoamericanas: Río de Janeiro (1955), Medellín (1968), Puebla (1979) y Santo Domingo (1992). Raúl Cervera se dice, sin embargo,esperanzado:
“Debemos confiar en los laicos, que en momentos de crisis han sabido sacar a la Iglesia adelante. Por ejemplo, en los siglos III y IV apareció la herejía del arrianismo, que negaba la divinidad de Cristo. Buena parte de la jerarquía se declaró arriana para no perder sus canonjías políticas. Se plegó a los emperadores arrianos. Fueron precisamente los laicos quienes mantuvieron la pureza de la fe.”
–¿Definitivamente la Iglesia no puede desentenderse de los pobres de América Latina?
–¡No debe! No debe desentenderse de los pobres, para seguir siendo fiel al mensaje de su fundador, que convivió con ellos. Además, la mayoría de los latinoamericanos padecen la miseria. Y la deserción que está sufriendo la Iglesia católica, toda esa gente que se va con las iglesias protestantes, se debe en gran parte a que debilitó su corriente de la opción por los pobres.
Irene Savio y Rodrigo Vera Estallaron los sectores conservadores contra las garantías legales a los derechos sexuales y de género. Los provocó, en parte, la decisión de varios partidos de impulsar, primero en la Ciudad de México y luego en el país, las reformas para despenalizar el aborto. Pero aquellos grupos, respaldados por el presidente Felipe Calderón, forman parte de una estrategia más amplia del Papa Benedicto XVI y sus huestes para bloquear en América Latina toda modernización que a su parecer vulnere los milenarios dogmas católicos.
CIUDAD DEL VATICANO.- El pasado 17 de febrero, el Papa Benedicto XVI tenía congregados frente a él a sus 20 nuncios apostólicos designados para América Latina. Los mandó llamar para decirles qué hacer en la conferencia plenaria del episcopado latinoamericano que se realizará en mayo próximo en la ciudad brasileña de Aparecida.
En esta encerrona el pontífice asumió su calidad de jefe de Estado ante sus diplomáticos. Ahí mostró su preocupación por las leyes de los países latinoamericanos que, como México, “se limitan a conceder libertad de credo y culto, pero no reconocen aún la libertad religiosa” plena, se quejó el Papa.
También externó su alarma por la creciente despenalización del aborto, los matrimonios entre personas del mismo sexo y todo lo que afecta a la “vida” y “la familia” en la región.
Enfático, el pontífice alemán instruyó a su cuerpo diplomático en la zona: “La familia merece una atención prioritaria, pues muestra síntomas de debilitamiento bajo las presiones de lobbies capaces de influir negativamente en los procesos legislativos”.
Precisó: “Los divorcios y las uniones libres están aumentando, mientras que el adulterio se contempla con injustificable tolerancia. Es necesario reafirmar que el matrimonio y la familia tienen su fundamento en el núcleo más íntimo de la verdad”.
Los días anteriores –15 y 16 de febrero–, los nuncios habían sostenido prolongadas reuniones previas con el secretario de Estado de la Santa Sede, el cardenal italiano Tarcisio Bertone. El objetivo: llegar a acuerdos para mantener el control de la Iglesia latinoamericana, y cómo influir en la vida política, social y eclesiástica de la región.
Ahí afinaron los lineamientos de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, que se celebrará en Aparecida del 13 al 31 de mayo. Serán trascendentes los resolutivos que salgan de ahí, puesto que marcarán las acciones de la jerarquía por lo menos en los próximos 12 años. Sin duda es el más importante encuentro clerical de los últimos tiempos.
Control burocrático
Con base en las maniobras papales, vaticanistas italianos y expertos latinoamericanos aseguran que la conferencia de Aparecida sólo servirá para que la “burocracia” romana refuerce su control sobre el ya de por sí “domesticado” clero de América Latina, olvidándose de los graves problemas sociales que aquejan a los 600 millones de católicos de la región.
Además, adelantan, Benedicto XVI se valdrá de la conferencia para imponer su línea de “restauración conservadora” que, por lo pronto, ya permitió la reapertura de las misas en latín y con cantos gregorianos.
El pontífice acaba de lanzar otra señal a la Iglesia latinoamericana: su reciente condena a los libros del jesuita Jon Sobrino, uno de los más destacados teólogos de la liberación. Esta condena, asegura a Proceso Sandro Magister, el vaticanista del semanario italiano L’Expresso, “anticipa una de las indicaciones que el Papa dictará a la Iglesia de América Latina, cuyos cuadros dirigentes han sido influidos por el espíritu de la teología de la liberación”.
Agrega Magister que la llamada notificatio, “más que al teólogo, va dirigida a sus numerosos lectores y simpatizantes, entre los que se encuentran obispos, sacerdotes y laicos de Latinoamérica”.
Marco Politi –periodista del diario italiano La Repubblica y autor del libro Su Santidad– señala que la lucha contra la teología de la liberación quedó concluida para el Vaticano, pero ha ocasionado “que las clases más pobres de la sociedad latinoamericana se sientan mejor acogidas por las sectas y sus promesas de rescate social, espacio que antes les ofrecían los teólogos de la liberación”.
Por su parte, el filósofo e historiador Enrique Dussel comenta: “El Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) ya no expresa el sentir de América Latina, pues es Roma la que le dicta sus consignas. Para Roma, la Iglesia latinoamericana es un simple peón en el tablero europeo, le quitó su autonomía y su espíritu eclesial. Su jerarquía está domesticada.
“Y Joseph Ratzinger, el Papa, piensa primero en Alemania, después en Europa y finalmente en el resto del mundo. Resulta revelador que, para preparar la conferencia de Aparecida, Ratzinger no se haya reunido con los presidentes de los episcopados latinoamericanos. ¡No! Se reunió con sus nuncios.”
–¿Fue una reunión con carácter político, como jefe del Estado vaticano?
–Siempre son políticas estas reuniones. Y ni siquiera convocó a los nuncios como jefe de Estado, sino casi como jefe de imperio.
El autor de Historia de la Iglesia en América Latina, Dussel, refiere que las políticas del actual pontífice “están centradas en temas muy concretos, como son su lucha contra el aborto, el celibato y la homosexualidad, olvidándose de los graves problemas de miseria y explotación de la región”.
Recalca: “Ratzinger insiste en que no se mate a los nonatos. Es muy bonito pedir que nazcan, ¿pero para que después vivan como perros, hambrientos y miserables? Si va a defender la vida, pues que defienda toda la vida; la de los no nacidos y también la de los pobres. Para los trabajadores, un salario miserable es un problema de vida. Pero no, su doctrina es muy unilateral y conservadora, en el sentido más estrecho de la palabra.
“Aparte, la conferencia de Aparecida no despierta ningún interés entre la gente, a diferencia de las anteriores conferencias de Medellín y de Puebla, que en su tiempo provocaron revuelo, grandes debates y tuvieron enormes repercusiones.”
–¿A qué obedece esa falta de interés?
–A que en Aparecida se tratarán sobre todo temas que son importantes para la estructura eclesiástica, pero sin relevancia para el pueblo cristiano de México y Latinoamérica. Es una conferencia que nada tiene que ver con la dureza de nuestra realidad. No le dice nada a la gente.
“Ahí se van a defender los privilegios de la burocracia romana, olvidándose del espíritu cristiano. Es como si Jesucristo hubiera venido al mundo a defender los derechos de sus 12 apóstoles. No, Cristo dijo: ‘Predicad mi doctrina, y tengan cuidado, porque también pueden morir crucificados’. Y se metía entre los pobres a predicar su mensaje profético.”
–¿La jerarquía actual no apoya a estos sectores?
–Sí, pero siempre con una actitud de limosna, jamás luchando contra las estructuras injustas que están produciendo la pobreza.
Para resaltar el control de la burocracia romana, Dussel señala que el Papa llegó al extremo de designar a un italiano para que tomara las riendas de Aparecida. “¿Qué tiene que hacer un italiano presidiendo una reunión de los episcopados latinoamericanos? Anteriormente, era un latinoamericano quien presidía esas reuniones”, comenta.
El historiador se refiere al cardenal Giovanni Battista Re, de 73 años, que tiene una larga carrera burocrática en la curia. Actualmente es prefecto de la Congregación para los Obispos y presidente de la Comisión para América Latina, por lo que tiene el control de la región. Es además miembro de la Secretaría de Estado y de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
El pasado 12 de diciembre, Benedicto XVI designó a Battista Re como presidente de la conferencia de Aparecida; en segundo término, al cardenal Francisco Javier Errázuriz, arzobispo de Santiago de Chile; y, por ser el anfitrión, al cardenal Geraldo Majilla Agnelo, presidente de la Conferencia Episcopal de Brasil.
Estrategia regresiva
Después de dos años de haber sido entronizado, Benedicto XVI hará su primer viaje pontificio a América para asistir al encuentro.
En un documento elaborado por el Celam, Hacia la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, señala que todos los episcopados y organizaciones católicas presentarán ponencias y documentos en los que analizarán “la vida de la Iglesia en sus territorios”, señalarán los “aspectos positivos y negativos” de la misma e identificarán “problemas comunes”, para llegar finalmente a “soluciones y líneas de acción pastoral” para la región.
Será Benedicto XVI quien “abra la reunión” de Aparecida y “oriente” a los participantes “con su discurso inicial”, y también quien dé “su aprobación a las conclusiones del modo que estime más adecuado”. La postura del pontífice será la que marque el rumbo del catolicismo en los países representados.
Por lo pronto, ya empiezan a pesar las directrices papales. Por ejemplo, a finales de marzo llegó a México el presidente del Pontificio Consejo para la Familia, Alfonso López Trujillo, a fin de participar en el Tercer Congreso Internacional Provida. El influyente enviado papal vino a oponerse al aborto, justo cuando en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) se discute una ley para despenalizarlo.
Los hombres no deben “borrarle la plana a Dios” con actitudes de “desprecio por la vida”, señaló López Trujillo durante su participación en ese congreso. Y agregó que “en nombre de la democracia” no debe atentarse contra la vida y la familia.
Enrique Dussel señala que, justamente, el cardenal colombiano López Trujillo ha sido, desde hace buen tiempo, un personaje clave para imponer en Latinoamérica la línea conservadora del Vaticano:
“En 1972, en Sucre, Bolivia, se celebraba una reunión del Celam, que en ese tiempo había tomado una línea muy social y a favor de los pobres. A Roma le preocupó el peligro de esta autonomía latinoamericana y envió a López Trujillo para que diera prácticamente un golpe de Estado al Celam y se apoderara de su secretaría general. A partir de ahí empezó la persecución contra la teología de la liberación.
“Y este golpe surgió, curiosamente, a raíz de una reunión con los nuncios igual a la que acaba de tener Ratzinger. Los nuncios son los que han orientado las políticas vaticanas en Latinoamérica. Y claro, el Papa es quien manda.”
Para Dussel, Benedicto XVI “encabeza una corriente de restauración conservadora que va contra de los lineamientos del Concilio Vaticano II. Restaurar es volver atrás. Este conservadurismo paraliza a América Latina, cuyos obispos están siendo nombrados con el solo criterio de sumisión a Roma y obediencia al Papa”.
Así lo confirma la primera exhortación apostólica de Benedicto XVI, publicada el pasado 13 de marzo y en la cual vuelve a instaurar el uso del latín y los cantos gregorianos en las misas, prácticas que habían quedado rebasadas en los años sesenta, con el Concilio Vaticano II.
En el párrafo 62 de su exhortación, dice el Papa: “Pido que los futuros sacerdotes, desde el tiempo del seminario, se preparen para comprender y celebrar la santa misa en latín, además de utilizar textos latinos y cantar en gregoriano”.
En el Vaticano ya se habla de un acercamiento de Ratzinger con los lefebvrianos, movimiento fundado por el ultraconservador Marcel Lefebvre, un francés defensor de la disciplina tradicional de la Iglesia. El Papa ya se reunió, en agosto de 2005, con monseñor Bernard Fellay, dirigente de la lefebvrista fraternidad San Pío X. Incluso se dice que un hermano del pontífice, el sacerdote Georg Ratzinger, es un animoso simpatizante de esa corriente.
Pocas esperanzas
El jesuita Raúl Cervera, director de Christus, la revista católica mexicana que ha venido analizando el tema de Aparecida, señala:
“Actualmente estamos viviendo la hora de los laicos. De ahí que la repercusión social de Aparecida dependerá de que en esa conferencia se escuche la voz de los laicos católicos que participan en movimientos sociales, en grupos de derechos humanos, en comunidades indígenas, pues ese es el cristianismo que está sacando las cosas adelante.”
–¿Considera probable que se tome en cuenta a estas voces?
–Lo veo difícil, pues la Iglesia católica tiene un gobierno muy centralizado que, de manera casi natural, tiene dificultad para escuchar lo que sucede en esos niveles básicos de la vida eclesial.
Y lamenta que ya no vivan o estén fuera de funciones aquellos “grandes figurones” de la jerarquía latinoamericana que trabajaban precisamente en esos niveles. Menciona a los obispos Hélder Câmara, Aloisio Lorscheider, Sergio Méndez Arceo, Bartolomé Carrasco, Óscar Arnulfo Romero, Samuel Ruiz y Arturo Lona, entre otros.
“Ahora el Vaticano cambió su estrategia. Ya no designa obispos comprometidos con la línea de la opción por los pobres. Y, sin embargo, la pobreza y el atraso en América Latina se han agudizado de manera alarmante”, dice Cervera.
–Hoy la jerarquía tiene que entenderse con los gobiernos neoliberales de la región.
–Sí, y en este punto no debería haber componendas. Su lucha debería ser para eliminar esos mecanismos neoliberales que están produciendo millones de pobres. Resulta esperpéntico que un país como México tenga a Carlos Slim, el tercer hombre más rico del mundo, que se encumbró gracias a estas estructuras injustas.
“Pese a que, doctrinalmente, la Iglesia critica al neoliberalismo, los episcopados no han tenido la audacia de llevar sus principios a la práctica. Quizá lo hagan por prudencia política, por timidez. No se esfuerzan por asumir la actitud profética de Medellín y Puebla.”
–¿Esta será la tónica de Aparecida?
–Sí, es previsible que así sea. Los obispos no saben qué hacer, cómo avanzar. El futuro es poco promisorio. Y una reunión de ese nivel debe ser de largo alcance, debe planear la vida de la Iglesia para los próximos años, adelantarse a la historia. No se trata de una reunión parroquial. Tan sólo la media temporal de las pasadas conferencias ha sido de unos 12 años.
El jesuita se refiere a las pasadas cuatro conferencias latinoamericanas: Río de Janeiro (1955), Medellín (1968), Puebla (1979) y Santo Domingo (1992). Raúl Cervera se dice, sin embargo,esperanzado:
“Debemos confiar en los laicos, que en momentos de crisis han sabido sacar a la Iglesia adelante. Por ejemplo, en los siglos III y IV apareció la herejía del arrianismo, que negaba la divinidad de Cristo. Buena parte de la jerarquía se declaró arriana para no perder sus canonjías políticas. Se plegó a los emperadores arrianos. Fueron precisamente los laicos quienes mantuvieron la pureza de la fe.”
–¿Definitivamente la Iglesia no puede desentenderse de los pobres de América Latina?
–¡No debe! No debe desentenderse de los pobres, para seguir siendo fiel al mensaje de su fundador, que convivió con ellos. Además, la mayoría de los latinoamericanos padecen la miseria. Y la deserción que está sufriendo la Iglesia católica, toda esa gente que se va con las iglesias protestantes, se debe en gran parte a que debilitó su corriente de la opción por los pobres.
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