De Todos con AMLO
Vaya, hasta que por fin estos animales del UNIVERSAL, dicen algo coherente.
¿Será que ya se dieron cuenta de que la situación del pais es crítica? ¿Que un pais sin empleo y sin dinero se va a llevar entre las patas a todos, incluidos los ricos?.
¿Que sin dinero, la gente no puede comprar sus periodicos, ni pagar sus telefonos celulares, ni comprarles ni madres?, ¿O que, creyeron que el nivel de consumo se iba a mantener igual?
EDITORIAL DE EL UNIVERSAL
El consumo de tortilla nos unifica, tanto como la política nos divide. La marcha que ayer en la tarde partió de la columna de la Independencia hacia el zócalo, centro y símbolo de México, dice más que su largo nombre: Jornada por la alimentación, el salario y el empleo. La carestía de productos de consumo básico, la tortilla sí, pero ahí vienen los problemas con la leche y los recibos de la luz y el agua. En fin, las cosas de la vida diaria que de verdad golpean a la gente.
La Unión Nacional de Trabajadores, el Partido de la Revolución Democrática y decenas de organizaciones diversas convocaron a sus miembros y simpatizantes, quienes respondieron rápidamente ante el tema más taquillero del momento: la tortilla.
Alimento, cuchara, plato y servilleta, la tortilla de maíz igual que la de harina asiste todos los días a la mesa del mexicano, en diferentes formas, según la región, y nadie puede prescindir de ella.
Seguramente habrá señalamientos de resabios de prácticas corporativistas en la marcha de ayer, por parte de quienes ideológicamente rechazan la organización sindical y campesina; puede ser, pero la validez de la causa, el reclamo por el alimento básico es inobjetable. A los marchistas no les falta razón: la tortilla es lo último que les podrían quitar. Después de eso, ya nada hay.
La exigencia es más pertinente cuando al mismo tiempo que el maíz duplica su precio, trascienden las cuentas de gastos de las comidas de los funcionarios calderonistas, aun después del decreto de austeridad: 12,500 pesos en gastos de representación al mes para secretarios, mucho más de lo que gana al mes más de 80% de la población del país, que no alcanza esa cifra ni en sueños.
Primero hace falta sensibilidad social para conocer el contraste brutal de las cifras y luego para literalmente moderar apetitos y no provocar iras con recordatorios groseros de que en México conviven niveles de ingreso equivalentes a los de Bélgica con los de los descastados de India.
En esa combinación, en esa “Belindia” que es nuestro polarizado país, el problema cuando se trata de funcionarios públicos es que estamos hablando de dinero igualmente público, y que a la sensibilidad social, que deberíamos tener todos, debe sumarse la política.
La falla de no haber advertido en el seno mismo del gobierno señales de lo que se avecinaba en cuanto a la tortilla y ahora se perfila ominosamente en cuanto a la leche, es muy seria.
Son focos rojos encendidos en el tablero del Ejecutivo y la legión de especialistas con posgrados en el extranjero deben entenderlos; si no, que le pregunten a las amas de casa para ilustrarse.
Más allá de lo anecdótico, de cómo los políticos en la oposición explotan o no el asunto de la tortilla, y de si los sindicalistas rechazaron que hablara Andrés Manuel en el mitin tras la marcha o si los perredistas lo hicieron divididos en tribus, los manifestantes han dado un campanazo singular.
Se necesita un nuevo pacto social que tenga como ejes la seguridad alimentaria, así como el salario y el empleo. Lo que amenaza a la subsistencia tiene repercusiones impensables, de momento. Con la comida no se juega.
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01 febrero 2007
Comantarios
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