Desde el inicio de la gestión de Felipe Calderón, han sucedido muchas cosas en este país, como el despliegue mediático del gobernante acompañado siempre de militares. Una idea feudal sobre cómo apaciguar a un pueblo exaltado. Después anunció la “guerra”, sin límite de tiempo ni caídas, contra el narcotráfico, que costará muchas vidas. Cómo se vaticinó desde aquel primer momento.
Nadie había llegado a tanto. Sólo Felipe Calderón podía hacerlo y llama a desterrar el odio y la violencia en Oaxaca, así son las cosas. Discursos sin realidades o lo que es lo mismo nada.
En México, hasta Carlos Salinas de Gortari ya dio su opinión a esta lucha “sin tregua” y se le olvidó a ese ex presidente –como seguramente lo hacen los otros- cómo y por qué este país se convirtió en lo que hoy es, un sitio de lavado de dinero del narco, donde los carteles se disputan el poder a balazos y donde es posible encontrar fortunas de dinero –sin aparente destino- dentro de una pieza cualquiera en una residencia como tantas que hay.
La patria está atravesada por una serie de dolencias y agravios. El primero y más grave es la pobreza, que genera todo lo que sigue en adelante. Ahí están esos rostros doloridos comunes y nombres anónimos, desconocidos para todas y todos. Pero ningún rostro refleja más dolor que el de quienes han sido tocados por la impunidad, por la injusticia, la prepotencia de quienes están en las instituciones.
De la misma manera en que los militares son fotografiados combatiendo el narcotráfico o como parte de un raro escenario en una protesta antiabortista de la derecha ultraconservadora, están ahí cobijando a Felipe Calderón, quien pide dejar atrás el odio y la violencia. Será este un mensaje claro o un mensaje subliminal, todo lo cual depende de quien lo lea ¿verdad?
En julio de 2006, días después de las elecciones federales, una veintena de militares entró a la zona de tolerancia de Castaños, un municipio coahuilense, ahí parte de los soldados violó a 14 de las mujeres que se encontraban trabajando en el lugar. Algunas de ellas fueron ultrajadas por más de tres militares.
La historia se repitió a principios de este año en la sierra de Zongolica, esta vez la mujer de 70 años murió y alcanzó a decir que cuatro soldados la habían atacado. La Procuraduría General de Justicia de Veracruz, confirma el dicho mediante una autopsia y como resultado de la atención médica que, ya vimos, no alcanza a salvarle la vida.
Después en un acto incomprensible, “las autoridades” dijeron que la muerte de Ernestina se debió a una úlcera gástrica y no a un abuso sexual. Días atrás, 11 para ser exacta, Calderón había dado la misma versión, hace dos días fue la Comisión Nacional de Derechos Humanos quien corroboró el dato y de un solo golpe estas versiones borraron la primera, la expresada por la Procuraduría veracruzana que confirmaba que la mujer había sido violada.
La historia de violencia de militares contra mujeres, principalmente indígenas, tiene antecedentes. El recuento más reciente comprende apenas 13 años, cuando en 1994, indígenas tzeltales, tres niñas entonces, fueron brutalmente violadas por elementos de Ejército Mexicano, fue entonces cuando algunas organizaciones empezaron a seguirle los pasos a los soldados en Chiapas, Oaxaca, Veracruz y Guerrero, años más tarde esa violencia se repitió irremediable cuando los soldados dejaron de cuidar las boletas electorales resguardadas en el IFE de Monclova para cometer el brutal acto en Castaños.
Qué es lo que sigue después de una decisión -que a los ojos institucionales es “políticamente correcta”-, como la que tomaron para el caso de Ernestina en la sierra de Zongolica.
¿Qué es lo que viene?, esa es la pregunta que se hace la ciudadanía coahuilense y quizá la misma que tendríamos que hacernos toda la población mexicana, en especial en los estados donde las mujeres de comunidades indígenas, como Oaxaca, han sufrido en carne propia lo que significa la presencia de soldados cerca de sus terrenos de siembra, de sus casas, de sus comunidades perdidas entre las montañas, como en Zongolica.
¿Tomarán en el caso de Castaños otra solución política y no la que espera la sociedad mexicana? Cómo volver a creer en instituciones como la CNDH, que por cierto estuvo en Castaños y que hasta ahora no ha emitido ningún informe al respecto, al menos no públicamente. ¿Acaso dirá ahora que estas 14 mujeres violadas en julio de 2006, están enfermas de gastritis?
El caso de Castaños ha sorprendido a la población interesada en la defensa de los derechos de las mujeres y en especial a quienes estamos interesados en esa promesa de una vida libre de violencia para las mujeres, porque por primera vez en muchos años, los soldados están siendo juzgados por la justicia civil y no por la militar que también dejó en la impunidad los otros casos.
Felipe Calderón está rodeado de militares, les tiene apego, los necesita para legitimar su gobierno. Pero nada podrá legitimar su gobierno si mantiene abierta la puerta a la impunidad, exonerando militares o inventando gastritis crónicas a las víctimas, lo que tiene que hacer para no morir ahorcado por sus propios excesos, como sucede a otros gobernantes, es aplicar la justicia en Zongolica y Castaños, porque no se puede tapar el sol con un dedo.
La suerte del gobierno mexicano rodeado de militares está echada. La ciudadanía tenemos frente a ello el más grande de todos nuestros quehaceres: no soltar las riendas del caballo, sólo así tendremos el control y evitaremos que se desboque hacia el abismo.
11 abril 2007
FECAL y el ejército una peligrosa combinación para las mujeres
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