México, D.F., 26 de junio (apro).- El 30 de junio de 2006, dos días antes de las elecciones presidenciales, Andrés Manuel López Obrador asistió a una comida con los principales directivos de Televisa.
Fue en la casa del vicepresidente del Grupo Televisa, Bernardo Gómez, y ahí Emilio Azcárraga Jean encaró al entonces candidato presidencial de la coalición “Por el Bien de Todos” y le dijo sin rodeos: “Tengo información de que… vas a expropiar Televisa”.
Sorprendido, López Obrador lo negó. “Le respondí que no era cierto”, dice.
La anécdota anterior es una de las muchas historias personales que el tabasqueño relata en su libro La mafia nos robó la Presidencia; sólo le han quitado una pluma a nuestro gallo” que comenzó a circular hoy de manera anticipada bajo el sello de editorial Grijalbo.
El libro está dedicado a “quienes participan con corazón y conciencia para lograr el cambio verdadero”.
López Obrador cuenta el desenlace de esa comida con los jerarcas de Televisa, como un ejemplo del tamaño de la guerra sucia que enfrentó antes de las elecciones presidenciales del 2 de julio de 2006
Ellos sabían que yo no estaba de acuerdo con el monopolio que ejercen en la comunicación, y mucho menos con que se quieran convertir en un poder de facto, por encima de los poderes legal y legítimamente constituidos. No estoy de acuerdo con la república de la televisión. Sin embargo, nunca he pensado que el camino para democratizar a los medios de comunicación y garantizar el derecho a la información sea expropiar Televisa.
Inmediatamente después de la pregunta de Azcárraga y de mi respuesta, me entrego el texto de un decreto expropiatorio que supuestamente yo presentaría al Congreso el 2 de diciembre de 2006, es decir, al día siguiente de mi toma de protesta como presidente de la República. El documento, que por cierto quedó en mi poder, esta bastante bien hecho porque se redactó precisamente para ser creíble. No sólo cuenta con toda la fundamentación legal, sino que detalla la razón social de cada una de las empresas del consorcio, algo que yo mismo desconocía. Se habla de expropiar no sólo Televisa sino también las empresas: Grupo Televisa, S.A.; Corporativo Televisa, S.A.; Telesistema Mexicano S.A. de C.V.; Corporativo Vasco de Quiroga S.A. de C.V.; G-Televisa-D S.A. de C.V., y Televisión independiente de México S.A. de C.V.
Es importante saber quién elaboró este documento. Creo que corresponde a Emilio Azcárraga aclarar cómo llegó a sus manos, pero casi podría asegurar que pudo haber sido fabricado por el Cisen o por el equipo cercano a Calderón o Fox; incluso, con la colaboración de algunos funcionarios de la misma televisora.
Lo que si esta claro es que el propósito fue sembrar la desconfianza. Tengamos en cuenta que si engañaron a muchos integrantes de la clase media, por qué no hacer dudar a quien representa a tantos intereses económicos como Emilio Azcárraga. Por eso es imprescindible que se garantice el derecho a la información por encima de intereses de grupo.
En la parte final del libro, de 301 páginas, López Obrador detalla cómo vivió los días posteriores a la elección, los más aciagos de carrera política sin duda:
El día de la elección fui a votar con mis hijos muy temprano y regresé a mi domicilio. Ahí permanecí hasta las 8 de la noche. En mi casa, en compañía de Federico Arreola, estuve recibiendo los reportes de una encuesta de salida que se contrató con la empresa de la doctora Ana Cristina Covarrubias. Este sondeo consistió en aplicar 38 mil 618 entrevistas, inmediatamente después de que los ciudadanos habían votado. Fue el ejercicio más grande y riguroso que se aplico en todo el país, el día de la jornada electoral. Desde el primer reporte de las 10 de la mañana hasta el último siempre nos mantuvimos arriba con un promedio de tres puntos de ventaja.
Este mismo resultado se reflejaba en otras encuestas de salida aplicadas durante la jornada electoral. Incluso, hacia las 5 de la tarde recibí una llamada de Bernardo Gómez, de Televisa, para decirme que ellos tenían información de que había ganado la elección presidencial. Sin embargo, al cierre de las casillas, cuando comenzaron a falsificar los resultados, se empezó a hablar de un empate en los conteos rápidos.
Aquí cabe recordar que las encuestas de salida se hacen preguntando a los ciudadanos por quién votaron, mientras que los conteos rápidos se sustentan en los resultados contenidos en las actas; es decir, cundo ya se habían introducido boletas de más con votos a favor de Calderón, nos habían quitado o anulado votos indebidamente, o de plano, habían falsificado un buen número de actas.
Esa noche, justo después de que Luis Carlos Ugalde, consejero presidente del IFE, informara por televisión que no darían resultados de las 7 mil 281 casillas del conteo rápido del Instituto, porque la contienda estaba muy cerrada, apareció Vicente Fox para transmitir un mensaje en el mismo sentido. Quedó en evidencia que estaban actuando de manera concertada, sin respetar la autonomía y la imparcialidad que debía normar la actuación del IFE.
(…) la noche del 2 de julio no dormí. Estuve pendiente de los resultados oficiales. Al día siguiente en el PREP aparecía reportado el 98.45 por ciento de las casillas electorales para presidente de la República, lo que significaba, según el IFE, que sólo faltaba por contabilizarse la votación de dos mil 17 casillas.
El día 5 de julio se llevó a cabo el cómputo distrital. Para entonces, dado el cúmulo de irregularidades que aparecían por todos lados, la gente comenzó a demandar que se contaran los votos casilla por casilla. Sin embargo, la instrucción del IFE a los consejos distritales fue que no se permitiera la apertura de los paquetes electorales.
Ese día, 5 de julio, la manipulación y el engaño lastimaron la dignidad de millones de mexicanos. El cómputo final por distrito fue transmitido por televisión y los resultados comenzaron exactamente al revés de cómo se presentaron al final de la jornada electoral. Yo aparecía con ventaja todo el tiempo hasta que, hacia las cuatro de la mañana del día 6, me “rebasó” Calderón. Después apareció el presidente del Consejo General el IFE y, usurpando funciones, lo declaró ganador.
López Obrador revela también en su libro lo que sucedió en los días previos a los festejos patrios del 15 de septiembre, cuando mantenían el plantó en el zócalo.
Según él, no podían permitir que Fox se burlara de ellos dando el Grito de Independencia en el balcón del Palacio Nacional. “La decisión era desfile sí, Grito no”, dice.
Cuenta que entonces lo buscó el secretario de la Defensa, Gerardo Clemente Vega García, pero específica que él se negó a dialogar con el alto mando castrense.
Sostiene que, para darle una salida aterciopelada al problema, sugirió al entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, Alejandro Encinas, que le propusiera a Fox que diera el Grito en Dolores Hidalgo.
Así lo hizo Encinas, pero un día antes de la ceremonia desayunaron y ahí Encinas le dijo que Fox estaba necio, que quería dar el Grito en el Zócalo.
Prosigue López Obrador:
Lo de Fox era una abierta provocación. Por eso convoque a una asamblea para la mañana del 15, con la intención de convencer a la gente y tener tiempo para ensayar, lo del apoyo del Coro Monumental, un acto de protesta pacifica, que consistiría en que, al momento en que Fox saliera al balcón principal de Palacio Nacional, a dar el Grito, nosotros, en forma organizada, le diéramos la espalda en silencio, y que una vez que él se metiera, nos voltearíamos y llevaríamos a cabo nuestra ceremonia.
Afortunadamente no hubo necesidad de esto. Llegó a mis manos un documento sobre la estrategia del Estado Mayor Presidencial para garantizar la presencia de Fox, que consistía básicamente en tomar la calle frente a Palacio una noche antes del Grito, que nosotros manteníamos libre.
El plan comprendía llenar esa calle frente al balcón con tres mil militares vestidos de civil y ahí mismo colocarían los equipos de televisión para transmitir a todo el país.
De modo que tuve que optar y decidimos adelantarnos. Dos horas antes, en vez de que ellos pusieran las vallas, nosotros las pusimos hasta la banqueta del Palacio, tomamos la calle y recorrimos el campamento. Cuando se dio cuenta el Estado Mayor hubo un pequeño forcejeo y momentos de tensión, pero ya no pudieron evitarlo. Al día siguiente por la mañana no tuvieron más opción de que Fox se iba a Guanajuato.
En la parte final de su libro, que incluye sus crudas vivencias en el gobierno de la ciudad, como los videoescándalos y el desafuero, López Obrador hace una reflexión final. Afirma que está convencido de que el remedio a los males que aquejan y atormentan a la nación no vendrá de la elite que detenta el poder.
Sostiene que la llamada sociedad política está podrida y que sólo vive pensando en mantener y acrecentar sus privilegios. Asegura que el país necesita una transformación de las dimensiones de los movimientos de Independencia y de Reforma y de la trascendencia de la Revolución Mexicana.
Termina:
Esta lucha no es de un día, nos puede llevar tiempo, pero vale la pena. Si ya iniciamos la construcción de una nueva República, vamos hacerlo bien, a construir buenos cimientos. Vamos a establecer nuevas condiciones económicas, sociales, políticas, culturales y espirituales, con nosotros y por los que vienen detrás de nosotros, por nuestros hijos.
27 junio 2007
La verdad de López Obrador, en su libro La mafia nos robó la Presidencia
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