Al sonoro rugir del Himno Nacional, en voz de la so-prano Regina Orozco, Andrés Manuel López Obrador endureció el gesto. Había en su semblante un aire duro, guerrero, más resuelto a “la necedad”, que otros líderes que mantenían en alto sus brazos izquierdos y cantaban a la patria, como Rosario Ibarra.
López Obrador estaba en posición de firmes, la mandíbula hermética, en el relanzamiento de su causa: “¡Viva la crítica que también es gobierno! ¡Arriba los de abajo!”, había proclamado.
Habló por 40 minutos a multitudes mansas, que un año antes reaccionaban embravecidas. Su conexión mágica, sin embargo, estuvo presente en monólogos de viejos y leyendas de lealtad, “hasta morir”, y confesiones de afecto.
Tuvo de frente a la bandera monumental del zócalo, rodeada por decenas de miles de veteranos del 2006, con banderolas, cartulinas, vestimentas de la campaña electoral, del megaplantón y la convención, la pejerresistencia.
Viejos y jóvenes, clases populares en extenso, asistieron con la esperanza de ver a López Obrador, y cuando el líder se iba, se levantó un coro matizado de nostalgia y no-me-olvides, que recorrió la plaza: “¡Es un honooor estar con Obradooor...!”
Ochenta minutos antes de esa despedida, el tabasqueño había subido al escenario con más canas y más kilos en esa línea de la felicidad que los varones trazan en la cintura. Otra vez, en su elemento, las masas.
Y con su rostro aparecieron los de Porfirio Muñoz Ledo, Elena Poniatowska, Alejandro Encinas.
Tardó un rato en saludar a los del presidium. Dolores Padierna le estorbó cuando se decidió a ir al encuentro de un Marcelo Ebrard que pocos aplausos levantó de la gente. El Carnal tuvo un abrazo del Peje, unas palabras de agradecimiento por estar ahí. Secos los dos. Un chispazo de simpatía, de Mariagna Pratts.
Era el candidato de los pobres, sin duda, el que había atraído a clubes de ancianos, abuelitas que solas llegaron en Metro, en lento andar, en amorosa entrega a quien estuvo a la distancia en una muralla de “personal de apoyo”.
La pejemanía del 2006 se recicló ayer con expresiones espontáneas y con grupos organizados.
En primera fila sus seguidoras lo esperaron horas, “como en los días del fraude”. Unos ocurrentes treparon a las torres de la Catedral y a costa de sus tímpanos tañeron las campanas del oriente y poniente. Dos minutos. No aguantaron más. La gente bonita de la causa ocupó las azoteas-restaurantes de la plaza, y desde allí vieron el desfile de los de abajo, los que ama AMLO, de la Gustavo A. Madero, de Iztapalapa, Ecatepec. Los del Valle de Chalco iban con una joven acalorada, vestida de Virgen de Guadalupe, que no les hizo el milagro de traer 100 pesos para comprar el libro La mafia nos robó la presidencia.
02 julio 2007
2 de Julio el Fraude no se Olvida
Etiquetas:
Gobierno Legítimo
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