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El apellido materno del tal Calderón es Hinojosa, como hinojosa es su actitud ante los dueños del dinero sin importar su origen. Así se vio, de hinojos y tendido cual tapete, ante los reclamos del dirigente de los empresarios españoles, quien le leyó la cuartilla de los condicionantes para seguir invirtiendo en México. A su lado, en calidad de esmerado gestor (coyote le llamamos en México) Rodríguez Zapatero presenta la factura por su prontísimo aval al fraude electoral mexicano. Abyectos servidores, ambos, de los intereses del gran capital, la “moderna” izquierda europea a la par de la decimonónica derecha mexicana ¡Coño qué ironía! Sólo faltó la bendición de los respectivos Cardenales para completar el cuadro.
Me viene a la memoria el caso del “cállate chachalaca” vertido por AMLO contra Fox, que mereció toda una alharaca exigiendo respeto a la institución presidencial; hoy, sin embargo, los empresarios godos irrespetan a la misma institución incluyendo, de paso, a la dignidad nacional y los que ayer se envolvieron en la bandera para protestar, hoy aplauden al abyecto promotor de inversiones, así como a los generosos inversionistas que, con sus espejitos y sus cuentas de vidrio, vienen por nuestros recursos naturales.
Si en algo tiene significación actual el concepto de la soberanía es en la política económica y, destacadamente, la fiscal. No es admisible que un grupo de españoles, por muy inversionistas que sean y por muy bien acompañados que vengan, osen intervenir en su formulación e, incluso, hagan chantaje con sus inversiones. Pero menos admisible es que quien se ostenta como presidente lo permita y hasta lo aplauda; no hay duda que lo de los hinojos es la única reminiscencia de madre que le queda.
Fuera de lo anecdótico, el asunto tiene que ver con uno de los aspectos más emblemáticos del neoliberalismo: la apertura de la economía a las inversiones extranjeras. En realidad todas las recetas impuestas por los organismos internacionales (léase gringos) se dictan con la finalidad de servir la mesa al gran capital internacional para hacerse de los recursos y los mercados de los países menos desarrollados. Desde sus centros de poder se forzó al endeudamiento (leer a John Hopkins) y se provocó la descapitalización, antecedentes de las obligadas reestructuraciones y sus correspondientes condicionantes, entre las que se destacan los tratados de protección de inversiones, la desregulación, las reformas laboral y fiscal, la abstención del estado para intervenir en la economía, entre otras, todas con la finalidad precisa de beneficiar a los grandes consorcios mundiales, siempre en perjuicio de los nacionales, sean los trabajadores, los campesinos, los comerciantes y los industriales.
No puede dejar de insistirse que el modelo impuesto ha sido tremendamente nocivo para México y, en general, para los países que lo han adoptado. Es falso que la inversión extranjera sea necesaria para generar empleos; no de otra manera puede interpretarse el hecho de que llevamos veintitantos años de apertura indiscriminada, con campeonatos en materia de captación de tales inversiones, y el desempleo se incrementa. De paso, la incipiente capacidad empresarial doméstica se fue al cesto de la basura no reciclable. No tiene sentido ser un gran exportador si por cada peso que vendemos estamos pagando $1.30 de importaciones.
Todo este basurero es lo que subyace en la realidad nacional y provoca la movilización en su contra. Oaxaca sigue en pie de lucha; la Convención Nacional Democrática y el Gobierno Legítimo se consolidan; la lucha de los trabajadores al servicio del estado, con los docentes a la vanguardia, no cejan en su lucha contra la ley del ISSSTE; los agravios se comunican y se generalizan; los bombazos del EPR polarizan la atención y la tensión; hasta un tramposo multimillonario mexicano de origen chino hace cimbrar a la estructura del gobierno ilegítimo y débil, sujeto a ser materia de viles chantajes, sean los del empresariado español o del señor Ye Gon.
Para terminar, y ya que hablamos del señor Ye Gon, habrá que decir que llegón fue lo que le dio a Calderón, al grado de imponerle su dialecto espachino; en la reunión con los españoles se le salió decir: “estoy pala selvil” Dejo al lector la traducción, puede significar: a) estoy para servir, b) estoy para servil, c) estoy para ser vil. De servil hizo gala en Cancún con los godos; lo vil se comprobó en el fraude.
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