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Ante la campaña mediática de la administración panista de Felipe Calderón Hinojosa, de que ya “se enfrió” la querella resultante de las jornadas electorales del 2 de julio del 2006, y que la sociedad “apoya crecientemente” sus acciones oficiales, sólo bastó la convocatoria del obradorismo para que el domingo 1º de julio se atiborrase el Zócalo capitalino -con decenas de miles de entusiastas asistentes, hasta superar los cien mil- de los seguidores de Andrés Manuel López Obrador, a un año de celebrados aquellos comicios.
Contrastó esta concentración con la menguada celebración del lunes 2 entre cuatro paredes -como bien “cabeceó” La Jornada- de Felipe Calderón en la sede del PAN, donde sólo hubo tímidas porras y escuálidos aplausos, a diferencia del acto en el Zócalo del domingo, pleno de la efervescencia popular que siempre han tenido las concentraciones obradoristas. “Hemos resistido y creceremos”, dijo AMLO, y agregó: “¿qué sería del pelele sin la tele?” en medio de aprobaciones populares. Al día siguiente, lunes 2, López Obrador presentó en el Museo de la Ciudad de México su libro “La mafia que nos robó la presidencia” e invocó la experiencia de Benito Juárez, quien se destacó por su “perseverancia, la terquedad, la defensa de la causa de la República”. Y aprovechó para deslindarse de la comparación simplista con que se le quiere ubicar “muy cerca de Lula y de Chávez”.
Dos distintas medidas del apoyo popular. Mientras Calderón viaja y sale a la calle fuertemente resguardado por fuerzas militares y escoltas, casi en secreto, López Obrador lo hace a pleno sol, como lo mostró este domingo, primero, y el lunes en el Museo de la Ciudad, después. En tanto, menudean en los medios, especialmente la radio, las diatribas contra López Obrador y contra su sucesor en el gobierno capitalino, a quienes estultamente les atribuyen el desempleo galopante, la crisis económica y otras situaciones.
En su extenso discurso en el Zócalo, del domingo, López Obrador consideró que el equipo calderonista ha tenido una saña desagradecida con las clases medias y el pueblo trabajador, y “ha envilecido a un número significativo de periodistas y comunicadores, y quienes no se han dejado someter han sido amenazados, hostigados y asfixiados económicamente”. Tal es el caso, precisó, de José Gutiérrez Vivó, quien después de 33 años de transmitir su programa radiofónico “Monitor”, “fue víctima de esta perversa estrategia”.
Pero no sólo Gutiérrez Vivó ha sido víctima, sino el gremio periodístico entero, al adueñarse desde el foxismo, y continuar haciéndolo en el calderonismo, los ricos empresarios de los medios de comunicación, lo cual hace que el mercado periodístico esté cada vez peor que nunca en la historia reciente de México, cada vez más lejano a la verdad periodística y cada vez más sometido a la defensa de los intereses empresariales de los actuales dueños de los negocios de comunicación social, con sus honrosas excepciones. Y esto también tiene que ver en el hecho del apoyo recurrente e insumiso a López Obrador, sin duda.
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