A mis queridos lectores, les dejo la contestación de Ciro a Jaime Aviles, y desde aquí le digo a Gomez Leyva, no se valen patadas de ahogado, a ti te llego al precio Ahumada, sorry, los que estamos comprometidos con nuestros ideales, es tan difícil que nos compren.
Primero va el video de Jaime:
Primero va el video de Jaime:
Segundo va la columna de hoy de Gomez Leyva:
LA HISTORIA EN BREVE
POR CIRO GOMEZ LEYVA
El respeto a los seres sobre los que se escribe
Un buen amigo periodista me llamó para preguntarme si conocía lo que dijo o escribió sobre mí un colega veterano, a quien le gustaba repetir que hacía periodismo sólo porque estaba en tránsito de convertirse en novelista. Se le fueron los años y, me cuentan, su novela fue un olvidable maquinazo de reportero y sus textos como reportero son hoy ficción de vulgar catadura: fanático de López Obrador, disemina mentiras tan grotescas que mueren al instante de ser expresadas.
Le dije que no, que estaba leyendo Oaxaca sitiada, el libro de Diego Osorno que recupera, corrige y mejora sus crónicas publicadas en MILENIO entre junio y diciembre del año pasado.
Una crónica fluida y fresca que tiene como valor esencial la calidad de la información. Y que, sin trucos, consigue que la gente ordinaria se convierta por unos momentos en seres únicos.
A sus veintitantos años, Diego ha sido capaz de mirar pormenorizadamente, no en abstracto. Ha logrado transmitir una sensación y hacer llegar la experiencia de una situación. Ha comprendido que escribir buen periodismo es un proceso de aproximación cautelosa.
Hay algo en estas crónicas que me hermana con Diego a pesar de que forma parte de una generación lejana. Él practica lo que para mí es el valor esencial del periodismo: el respeto a los seres sobre los que se escribe.
En Oaxaca sitiada no hay buenos ni malos, héroes ni villanos. Todos los personajes son dignos de ser escuchados y ninguno merece un adjetivo artero, un golpe por la espalda. Diego no sube ni baja el pulgar. Trata de aproximarse cautelosamente, de mirar pormenorizadamente. No es casual que la gran crónica de Oaxaca haya sido escrita por Diego Osorno.
Le dije a mi amigo que prefería leer buen periodismo.
Le dije que no, que estaba leyendo Oaxaca sitiada, el libro de Diego Osorno que recupera, corrige y mejora sus crónicas publicadas en MILENIO entre junio y diciembre del año pasado.
Una crónica fluida y fresca que tiene como valor esencial la calidad de la información. Y que, sin trucos, consigue que la gente ordinaria se convierta por unos momentos en seres únicos.
A sus veintitantos años, Diego ha sido capaz de mirar pormenorizadamente, no en abstracto. Ha logrado transmitir una sensación y hacer llegar la experiencia de una situación. Ha comprendido que escribir buen periodismo es un proceso de aproximación cautelosa.
Hay algo en estas crónicas que me hermana con Diego a pesar de que forma parte de una generación lejana. Él practica lo que para mí es el valor esencial del periodismo: el respeto a los seres sobre los que se escribe.
En Oaxaca sitiada no hay buenos ni malos, héroes ni villanos. Todos los personajes son dignos de ser escuchados y ninguno merece un adjetivo artero, un golpe por la espalda. Diego no sube ni baja el pulgar. Trata de aproximarse cautelosamente, de mirar pormenorizadamente. No es casual que la gran crónica de Oaxaca haya sido escrita por Diego Osorno.
Le dije a mi amigo que prefería leer buen periodismo.
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