Hace poco tuvimos en México el Caso del niño muerto por un tractor cueando el ayudaba en la cosecha. No necesitamos ir tan lejos. Cientos de niños nos encontramos a diario en el metro o los paraderos.
Los pequeños resultan obligados a laborar por su propia supervivencia y la de sus familias, por lo que la penuria económica significa también falta de educación, malos servicios de salud y oportunidades limitadas de empleo alternativo.
Para José María Sumpsi, subdirector general de la FAO para la Agricultura y la Protección al Consumidor, cuantificar el número exacto de infantes de uno u otro sexo ocupados en tareas de la agricultura es difícil, debido a que esa mano de obra especifica es frecuentemente clandestina y no se reporta en estadísticas oficiales.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT), en una estimación conservadora del fenómeno, refiere que esa fuerza agrícola constituye una tercera parte de la empleomanía total de la esfera productiva.
Los empleos clasificados por esa agrupación internacional como los más peligrosos son la agricultura, la minería y la construcción, en ese orden de riesgo, motivo por el cual se duplican las afectaciones que sufren los pequeños, referidos fundamentalmente a accidentes, mutilaciones y padecimientos profesionales como silicosis y problemas respiratorios.
En un análisis de tal flagelo por continentes se conocen datos como que en América Latina uno de cada cinco niños de cinco y hasta 14 años son trabajadores, en África uno de cada tres, en Asia uno de cada dos, y en la Unión Europea asciende a dos millones la cantidad de chicos que se emplean en la calle.
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