rosario manzanos México, D.F., 30 de julio (apro).- En esta ocasión la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) sí permitió que se llevara al cabo el famoso festejo de la Guelaguetza. Celebración que, según las autoridades oaxaqueñas, representa las raíces más profundas de las diversas culturas oaxaqueñas.
La festividad, inventada desde sus inicios con fines políticos, hoy en día tiene un trasfondo de corrupción, discriminación y tráfico de influencias.
Policía armada, perros y detectores de metales “cobijaron” el famoso “lunes del cerro” para que este año sí se llevara a cabo la Guelaguetza. El festejo, organizado principalmente por la Secretaría de Turismo de Oaxaca, que, además, de la fastuosa muestra de bailes incluye otras actividades como el de la elección de la Diosa Centeotl, una especie de concurso de belleza, de cortes discriminatorios, cuyas bases incluyen que las jovencitas participantes realicen arengas políticas y sean calificadas por lo “auténtico” que pueda resultar su vestuario y por lo “curioso” de su atuendo.
En videos en poder de Proceso, algunas concursantes se jactan de la belleza de su región y afirman frente al público que no usan calzones ni ropa interior, y que son buenas para el “metate y para el petate”.
Los precios llegan a 10 mil pesos en la reventa, para tener un lugar en el auditorio construido al aire libre en el Cerro del Fortín para que se lleve a cabo la reunión de grandes delegaciones de jóvenes bailadores que viajan hasta la ciudad de Oaxaca con el sólo afán de mostrar sus bailes.
Los boletos de 500 y 1000 pesos se agotan rápido. Después empieza la reventa de todo tipo para llenar el lugar –casi treinta mil personas. Los asistentes, casi siempre como regla, van vestidos de blanco, llevan cojines --porque los asientos son duras plataformas de cemento--, portan lindos sombreros de palma y mueven felices los paliacates que les son regalados por los bailarines. El mezcal corre por ríos y las cuatro horas de sol pone a algunos un tanto borrachos.
Según folletos y publicidad el festejo se inició gracias a la propia iniciativa de las comunidades que solían reunirse a bailar en el lugar. “Al parecer estas fiestas tienen su origen en le época colonial y están relacionadas con la llamada fiesta de Corpus del Templo del Carmen Alto, edificio que los carmelitas construyeron en las faldas de un cerro al que los zapotecas habían llamado la Bella Vista.”
Pero, según documentos que se encuentran en el Archivo Estatal de Oaxaca, la Guelaguetza se “inventó” a propósito del centenario de natalicio de Benito Juárez y para ello se “echó la casa por la ventana”. Se le encargó a algunos maestros que organizaran a las comunidades donde trabajaban con algunos bailes nativos, se agregaron otros como “Flor de Piña”, que es un lindo vals; y se decidió sabiamente que el baile que debía de cerrar la fiesta debería ser “La danza de la pluma”, una hermosísima danza de enormes dificultades interpretativas en la que los danzantes deben de cargar un penacho de gran peso y hacer variaciones de altísima complejidad.
La Guelaguetza reúne danzas de las siete regiones oaxaqueñas: La Cañada, La Sierra, Mixteca de Lázaro Cárdenas, El Valle, Itsmo de Tehuantepec, Alto Papaloapan y La Costa. La selección de quiénes vayan a Oaxaca a bailar corre, en la mayoría de los casos, a manos del presidente municipal y no de especialistas en el tema de las culturas populares.
Los que están sentados viendo el espectáculo de la Guelaguetza pueden darse por afortunados por la belleza de todo el espectáculo, que incluye regalos que los danzantes lanzan como: mezcal, chapulines, mole, tortillas, frutas, chile, bolsas, artesanías de todo.
Los que están arriba tienen que someterse a una forma de organización humillante, irrespetuosa y que carece el menor sentido de lo que es el respeto.
Ninguneos
Provenientes de todo el estado, las delegaciones de bailadores y músicos que se presentan en la Guelaguetza son de origen campesino. A pesar de ser en su mayoría pobres, consideran un honor presentarse en la Ciudad de Oaxaca para mostrar sus bailes. A ninguno de ellos se les paga por presentarse ahí.
La transportación que se les da es de pésima calidad. La mayoría de ellos son obligados a dormir en albergues, donde apenas se les otorga un lunch para comer. Muchos otros no alcanzan albergue y son obligados a dormir ahí, justo al ladito del auditorio.
No existen camerinos ni nada parecido para que puedan vestirse y arreglarse de manera correcta los participantes. Lo hacen como pueden o utilizando los propios autobuses que los llevaron hasta allá. Los baños son una desgracia; y si uno se acerca, lo nauseabundo de su estado lo obliga a pensar en una enfermedad fatal. Esto obliga a la gente a hacer sus necesidades en descampado.
No bien bailan en el auditorio de Oaxaca, los participantes tienen que apurarse porque los llevan a bailar a uno y otro escenario. En la mayoría de los casos, sin agua y sin comida.
Si lo anterior no fuese suficiente existe una especie de comité pro defensa de la autenticidad de la Guelaguetza que revisa olanes, zapatos boleados y trenzas bien hechas; y que, si así lo desea, puede impedir que se presenten.
Hasta ahora se desconoce a dónde van a dar los fondos obtenidos por el boletaje vendido para la Guelaguetza. Según datos de la propia Secretaría de Turismo en los días que se presenta se da la mayor derrama económica de turismo hacia el estado. De estas ganancias ningunos de los bailarines es partícipe.
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