Por Isabel Morales Quezada
El gobierno del desastre, del desorden, de la impunidad, el gobierno que está en contra del pueblo, ese gobierno “encabezado” por Felipe Calderón, celebra su “triunfo” del 2 de julio. Sí, a un año del fraude que muchos reconocemos y que otros niegan, o simplemente ignoran, porque a pesar de todas las pruebas que se presentaron y de las que no necesitaban presentarse pues estaban a la vista de todos, todavía hay quienes dudan del fraude del 2 de julio. Lo cierto es que ya fuera en los spots que calumniaban a Andrés Manuel López Obrador, o en el apoyo cínico de Vicente Fox a Calderón o del Consejo Coordinador Empresarial, las leyes de las que Calderón tanto habla estaban siendo violadas y pisoteadas, ¿Qué podíamos esperar entonces cuando el candidato del PAN tomara posesión si su llegada al poder había sido producto de trampas y manipulaciones?
Cuando digo que el “gobierno” de Felipe Calderón está en contra del pueblo es porque así lo ha demostrado con sus acciones: el aumento de la tortilla, la militarización del país que trae como consecuencia la violencia contra civiles, como la matanza de una familia en Sinaloa o como el caso Ernestina Ascensión y la forma en que el titular de la CNDH se puso al servicio de Calderón para proteger a los soldados que en muchas ocasiones ha calificado de “héroes”, la represión en Oaxaca (que continúa hasta hoy), la impunidad de Ulises Ruiz y Mario Marín, la ola de violencia que su “operativo” ha ocasionado en lugar de solucionar el grave problema del narcotráfico, su viaje a Europa y al Vaticano en el que gastó millones de pesos, ¿Austeridad? ¿Que reduciría su salario en 10%?, La ley del ISSSTE, en fin… la lista puede seguir creciendo.
Pero a pesar del panorama tan gris y tan lleno de violencia, también está su contraparte: el movimiento, el pueblo consciente, y es por éste que no quise ahondar más en lo que el “gobierno” de Calderón ha hecho. Porque para mí, este número de Regeneración es un homenaje al movimiento, y por tanto, un reconocimiento a todos aquellos que han participado, que se han involucrado de diferentes maneras y que han tratado de concientizar a otros, aunque muchas de las veces haya resultado una tarea casi imposible y muy desgastante. Sería una falta de respeto no mencionar a todos los mexicanos que se han unido al movimiento de resistencia civil pacífica, a la “revolución de conciencias” como lo ha llamado AMLO. Es el pueblo el que sale adelante, el que asiste a las marchas y ya no cree en lo que dice la televisión, el que se informa leyendo el periódico, el que utiliza el internet para algo más que “chatear” o perder el tiempo, el que se ha dado cuenta de que la democracia en México ha sido un engaño, ese pueblo es el que realmente vale la pena, entre tantas mentiras y entre tanta indiferencia, hay quienes se preocupan por los otros, por el bienestar del país, esto es lo verdaderamente valioso de todo lo que ha sucedido. Algunos amigos me han preguntado ¿Pero y para qué vas a las marchas? ¿De qué sirve? Siempre les contesto que no podemos dejar que triunfe la indiferencia, que cruzarse de brazos es lo peor que podemos hacer porque eso sólo nos hace más vulnerables y que la voz del pueblo debe escucharse.
Gracias al movimiento he encontrado gente con la que comparto los mismos ideales y en verdad ha sido enriquecedor porque sé que no estoy sola. He visto la sed de justicia del pueblo y su capacidad de organizarse, su optimismo y su constancia; y es que aunque para muchos el 2 de julio ya quedó atrás, para el movimiento sigue presente, como si hubiera sucedido ayer, pues el gobierno de Felipe Calderón nos recuerda a cada instante las razones por las cuales debemos seguir luchando, sin claudicar. El fraude del 2 de julio y todo lo que estuvo alrededor de éste dejó una huella en todos los que participamos y nos involucramos, en los que ya despertaron. Puedo afirmar que yo no soy la misma, de una u otra manera mi percepción del país y de la vida cambió.
Elena Poniatowska posee una sencillez y una sensibilidad que me gustaría ver en todos los mexicanos, pero sin duda, en las marchas y en el plantón pude ser testigo de esta sensibilidad en la gente que participó, en la gente que se comprometió con el único interés de hacer valer la democracia y de luchar por la justicia en un país donde los que menos tienen siempre han sido relegados. En su nuevo libro, Amanecer en el Zócalo, Elena describe su sentir sobre el movimiento y debo confesar que me siento plenamente identificada con ella y creo que sus palabras conmoverán a cualquiera que se sienta parte del movimiento:
A veces busco al Zócalo en lo más profundo de lo que soy y no sé explicármelo. Extraño la civilidad amorosa de la gente, su camino ascendente, sabiduría […] A veces la situación es tan mágica que no me sorprendería si empezaran a salir rosas de un ayate. A veces se me sube la presión, las sombras en la tienda de campaña se corporizan y oigo un rumor de fragua y sé que vamos a regresar. Somos un millón dispuestos a poner nuestro cuerpo cada vez que se llame a detener un atropello, una privatización, un fraude.[1]
Sí, regresaremos una y otra vez, ahí estaremos todos los que ya estamos convencidos de que sin el apoyo del pueblo, el movimiento que encabeza AMLO sería un fracaso. Así que espero volver, volver al zócalo cuantas veces sea necesario y espero poder expresarme libremente siempre. Por último, gracias a Regeneración, a Andrés y Ariadna, por seguir con este proyecto y por haberme invitado a participar, espero que siga creciendo. ¡Viva el movimiento de resistencia civil pacífica!! ¡Viva AMLO!!
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