Arturo Rodriguez Garcia
Proceso
Castaños, Coah., 13 de agosto (apro).- Independientemente del desenlace del proceso penal iniciado contra ocho militares presos por el presunto delito de violación en agravio de trece sexoservidoras de la zona de tolerancia de esta ciudad, Wendy, una de las dos víctimas que se retractó de último momento y que, con esa decisión, abrió la puerta para que al menos tres de los ocho inculpados puedan ser absueltos, plasmó en un ensayo literario la amarga experiencia que vivió aquel 11 de julio de 2006.
Con ese trabajo, titulado Prisionera de la vida, Wendy participó en un concurso de ensayo testimonial. Apro tiene copia del texto que incluye la cédula de registro del certamen, en que, “bajo protesta de decir verdad”, la autora asentó que se trata de “la historia de su vida” y firma con su nombre real, en Monclova, el 13 de noviembre anterior.
En el ensayo, la joven de 24 años refiere que su madre y su tía ejercieron la prostitución y que, cuando ella cumplió los quince, la iniciaron en ese oficio. Cuenta, así mismo, que un año después, a los 16 años, quedó embarazada de un cliente.
Sobre lo sucedido la noche del 11 de julio de 2006, cuando fueron ultrajadas tumultuariamente por los soldados del Ejército, Wendy relató:
“Todo un batallón de soldados llegaron hasta los salones de la zona de tolerancia, eran muchos, venían a bordo de vehículos Hummer, de esos que usan en el Ejército, con uniformes y todo tipo de armas. No tuvieron piedad, era como si estuvieran poseídos”.
Según la autora, los soldados hicieron lo que quisieron con ella: la desnudaron, la insultaron y la hicieron bailar al mismo tiempo que le apuntaban con sus armas. “Me hicieron sentir peor que basura”, subraya.
Wendy recuerda con claridad lo que le hizo particularmente uno de los soldados. Aclara:
“Me tomó por la fuerza y me hizo mucho daño. Se portó como un loco, como un verdadero cobarde. Yo estoy acostumbrada a tratar con todo tipo de hombres y algunos son groseros, pero éste era muy diferente. Los soldados disfrutaban con nuestro dolor. Después vino otro y todavía otro más, fue igual con ellos, mientras mi miedo crecía, pensaba que era el fin”.
Pero faltaba lo peor. En su ensayo cuenta que después de que fueron vejadas, los soldados las pusieron en fila contra la pared, desnudas, y simularon un fusilamiento:
“Podía jurar que me iban a matar, a todas nos iban a matar. Después de que abusaron de mí, esos tres degenerados me llevaron junto a (sic) las demás, nos pusieron desnudas frente a una pared y simularon un fusilamiento. Yo me sentí morir, es lo peor que me ha pasado en la vida y, cuando esperaba el tiro, cerré mis ojos y recé. Fue entonces que pude escuchar las risas, eran carcajadas burlonas, abrí mis ojos y dijeron: ‘¡bang!’”.
A pesar de la amarga experiencia, Wendy se retractó en el juicio contra sus agresores, igual que Nuria.
Con esa decisión, ambas sexoservidoras abrieron la puerta para que tres de los ocho agresores puedan ser absueltos de los cargos que se les imputan, en el juicio que a punto de concluir.
En cuestión de días, en efecto, el juez Hiradier Huerta Rodríguez deberá emitir su sentencia sobre ese sonado caso, el primero en América Latina en que un tribunal civil juzga a militares.
Proceso
Castaños, Coah., 13 de agosto (apro).- Independientemente del desenlace del proceso penal iniciado contra ocho militares presos por el presunto delito de violación en agravio de trece sexoservidoras de la zona de tolerancia de esta ciudad, Wendy, una de las dos víctimas que se retractó de último momento y que, con esa decisión, abrió la puerta para que al menos tres de los ocho inculpados puedan ser absueltos, plasmó en un ensayo literario la amarga experiencia que vivió aquel 11 de julio de 2006.
Con ese trabajo, titulado Prisionera de la vida, Wendy participó en un concurso de ensayo testimonial. Apro tiene copia del texto que incluye la cédula de registro del certamen, en que, “bajo protesta de decir verdad”, la autora asentó que se trata de “la historia de su vida” y firma con su nombre real, en Monclova, el 13 de noviembre anterior.
En el ensayo, la joven de 24 años refiere que su madre y su tía ejercieron la prostitución y que, cuando ella cumplió los quince, la iniciaron en ese oficio. Cuenta, así mismo, que un año después, a los 16 años, quedó embarazada de un cliente.
Sobre lo sucedido la noche del 11 de julio de 2006, cuando fueron ultrajadas tumultuariamente por los soldados del Ejército, Wendy relató:
“Todo un batallón de soldados llegaron hasta los salones de la zona de tolerancia, eran muchos, venían a bordo de vehículos Hummer, de esos que usan en el Ejército, con uniformes y todo tipo de armas. No tuvieron piedad, era como si estuvieran poseídos”.
Según la autora, los soldados hicieron lo que quisieron con ella: la desnudaron, la insultaron y la hicieron bailar al mismo tiempo que le apuntaban con sus armas. “Me hicieron sentir peor que basura”, subraya.
Wendy recuerda con claridad lo que le hizo particularmente uno de los soldados. Aclara:
“Me tomó por la fuerza y me hizo mucho daño. Se portó como un loco, como un verdadero cobarde. Yo estoy acostumbrada a tratar con todo tipo de hombres y algunos son groseros, pero éste era muy diferente. Los soldados disfrutaban con nuestro dolor. Después vino otro y todavía otro más, fue igual con ellos, mientras mi miedo crecía, pensaba que era el fin”.
Pero faltaba lo peor. En su ensayo cuenta que después de que fueron vejadas, los soldados las pusieron en fila contra la pared, desnudas, y simularon un fusilamiento:
“Podía jurar que me iban a matar, a todas nos iban a matar. Después de que abusaron de mí, esos tres degenerados me llevaron junto a (sic) las demás, nos pusieron desnudas frente a una pared y simularon un fusilamiento. Yo me sentí morir, es lo peor que me ha pasado en la vida y, cuando esperaba el tiro, cerré mis ojos y recé. Fue entonces que pude escuchar las risas, eran carcajadas burlonas, abrí mis ojos y dijeron: ‘¡bang!’”.
A pesar de la amarga experiencia, Wendy se retractó en el juicio contra sus agresores, igual que Nuria.
Con esa decisión, ambas sexoservidoras abrieron la puerta para que tres de los ocho agresores puedan ser absueltos de los cargos que se les imputan, en el juicio que a punto de concluir.
En cuestión de días, en efecto, el juez Hiradier Huerta Rodríguez deberá emitir su sentencia sobre ese sonado caso, el primero en América Latina en que un tribunal civil juzga a militares.
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