Disparan policías contra indocumentados
Lo anterior fue denunciado con lágrimas en los ojos por un joven hondureño, quien agregó que el hecho se suscitó a las 4:30 horas en la comunidad El Faisán, lugar donde hasta hace tres días los operativos han rebasado las normas de justicia y equidad.
"Nos están tratando como delincuentes, puesa muchos de los compañeros que se llevaron esta madrugada fueron maltratados", dijo Johnny Alonso.
pudimos ver como en la comunidad de El Faisán cómo elementos perseguían a los centroamericanos con sus armas de alto poder, además de los atropellos en que han incurrido.
Otras lesiones que sufren los ilegales en su huida es al cruzar alambrados y zonas rocosas, asustados por la presencia de más agentes de la PFP.
'Nos tratan como animales': narran ilegales víacrucis es un testimonio
El miedo a ser aprehendido, le da fuerzas para seguir arrastrando los pies y arrojarse al monte cuando ve a los uniformados. Es hondureño, de apenas 16 años, Miguel Carrillo, ya no tiene a nadie en San Pedro Sula, de donde salió para ya no volver. Sus padres fueron asesinados en su propia vivienda por disputas de la tierra.
Parado sobre los durmientes, precisamente sobre la localidad de El Faisán, aceptando botellas de agua y masa de maíz blanco, junto con Lourdes Troches, con la que se acompaña luego que cinco más de sus compañeros se perdieron en el trayecto, relata con dificultad su tragedia.
“Mataron a mis papás allá, por eso yo decidí emigrar para acá. Me quedé sin padres. Los mataron porque pelean mucho las tierras. El terreno que teníamos lo quería un narco y fueron a matarlos hace como dos años. Por eso me vine a probar suerte porque allá todo es muy caro y no gana uno mucho”
Han caminado por tres días, desde que ingresaron por El Naranjo hacia El Ceibo, la zona fronteriza entre Guatemala y México por este municipio, escondiéndose y parando cuando ya el cuerpo se resiste y las piernas ya no obedecen.
Lourdes, a diferencia de sus otras paisanas, es gorda, de estatura baja y sus pies muestran los estragos del trote. Unas chanclas atiborradas de lodo, a punto de romperse y unas uñas que alguna vez tuvieron cuidado. Dejó a cuatro hijos con su madre para ir por una mejor vida a los Estados Unidos y no sabe hacer otra actividad, más que las domésticas y los justifica: “Allá vendía cosas porque está fregado todo, apenas para comer ajusta”.
Al estómago, admiten, sólo le metieron unas tortillas y una lata de frijoles. Van sudorosos, agitados porque el día es caluroso. El olor de sus glándulas sudoríparas se esparce penetrante. Los dos, van aprisa porque el trecho es muy largo, accidentado y pedregoso por el graverío sobre los maderos, algunos ya podridos por el paso del tiempo, entre el montazal que rodea las orillas de las vías del tren.
Parado sobre los durmientes, precisamente sobre la localidad de El Faisán, aceptando botellas de agua y masa de maíz blanco, junto con Lourdes Troches, con la que se acompaña luego que cinco más de sus compañeros se perdieron en el trayecto, relata con dificultad su tragedia.
“Mataron a mis papás allá, por eso yo decidí emigrar para acá. Me quedé sin padres. Los mataron porque pelean mucho las tierras. El terreno que teníamos lo quería un narco y fueron a matarlos hace como dos años. Por eso me vine a probar suerte porque allá todo es muy caro y no gana uno mucho”
Han caminado por tres días, desde que ingresaron por El Naranjo hacia El Ceibo, la zona fronteriza entre Guatemala y México por este municipio, escondiéndose y parando cuando ya el cuerpo se resiste y las piernas ya no obedecen.
Lourdes, a diferencia de sus otras paisanas, es gorda, de estatura baja y sus pies muestran los estragos del trote. Unas chanclas atiborradas de lodo, a punto de romperse y unas uñas que alguna vez tuvieron cuidado. Dejó a cuatro hijos con su madre para ir por una mejor vida a los Estados Unidos y no sabe hacer otra actividad, más que las domésticas y los justifica: “Allá vendía cosas porque está fregado todo, apenas para comer ajusta”.
Al estómago, admiten, sólo le metieron unas tortillas y una lata de frijoles. Van sudorosos, agitados porque el día es caluroso. El olor de sus glándulas sudoríparas se esparce penetrante. Los dos, van aprisa porque el trecho es muy largo, accidentado y pedregoso por el graverío sobre los maderos, algunos ya podridos por el paso del tiempo, entre el montazal que rodea las orillas de las vías del tren.
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