La Presidencia y los panistas tratan de dar una visión irreal al mundo y a los ciudadanos. Por ello es importante que se difunda lo que verdaderamente aconteció este 1o. de Septiembre del 2007 y su significado.
Las embajadas y consulados del mundo deben recibir esta información.
La imagen de la Presidenta del Congreso con su breve pero muy importante señalamiento "no puedo aceptar recibir un documento de quien proviene de un proceso electoral legalmente concluido, pero cuestionado en su legitimidad por millones de mexicanos" y la censura de que fue objeto ella y el grupo de legisladores que mantienen esta postura, debe ser evidenciado a través de todos los canales y todas las formas, para que sepan (para quienes aún no lo saben) y se ratifique que en México quienes hoy ejercen el poder se valen para ello de toda clase de trampas y chapucerias, a falta de dignidad por su carencia de principios.
Editorial
La invención de un país
Ayer, minutos antes de que en la tribuna de San Lázaro Felipe Calderón Hinojosa convocara al diálogo al Poder Legislativo, alguien, en Televisa, Tv Azteca, o en el centro televisivo de la Presidencia de la República (Cepropie), censuró y dejó fuera de la cadena nacional la intervención previa de la titular de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, Ruth Zavaleta, en la que la diputada perredista declinó recibir el informe de manos de Calderón y encomendó la tarea al vicepresidente, Cristian Castaño. Este hecho, la mordaza televisiva a la figura más importante del Congreso en el momento actual, ilustra con alarmante precisión el divorcio entre realidades y palabras que caracteriza a la actual administración, al conjunto de la institucionalidad política y al grupo gobernante, que incluye a Televisa y a Cepropie. En las semanas previas al trámite constitucional de ayer, el Ejecutivo federal pidió insistentemente "civilidad" a las bancadas opositoras a fin de permitirle a Calderón que así fuera la entrega del Informe escrito en el salón de plenos de San Lázaro; pero en cuestión de horas, el precario acuerdo logrado para este fin fue violentado por el círculo presidencial, en lo que constituye un gesto más elocuente que cualquier discurso posible.
Más allá de este episodio vergonzoso y ominoso, la administración que encabeza Felipe Calderón Hinojosa entra en su décimo mes sin haber logrado formular una política económica coherente, una política social perceptible, estrategias convincentes de seguridad nacional y pública, lineamientos de política exterior que vayan más allá de la sumisión a Washington y de la restauración de meras formalidades diplomáticas con los gobiernos con los que se enemistó Vicente Fox, una política a secas que supere la fractura nacional creada por el turbio proceso electoral del que emanó el actual gobierno. Sería injusto, sin duda, atribuir al grupo que actualmente detenta el poder la culpa del conjunto de los problemas nacionales, pero a este mismo grupo le corresponde, en cambio, la responsabilidad por la ausencia de perspectivas para empezar a resolverlos y una desesperanza y una frustración que hasta ahora solían generalizarse en los fines de sexenio, no en los arranques de una nueva administración.
Hasta los grupos de poder económico que contribuyeron en forma decisiva al triunfo, legítimo o no, de Calderón, muestran ahora su disgusto por la falta de un rumbo claro en materia económica. El campo es un hervidero de inconformidades y el Ejecutivo federal ha logrado imponer a los asalariados reformas –como la del ISSSTE, ya consumada, y la del IMSS, que viene en camino– que tal vez resulten atinadas en el contexto de una economía desarrollada, pero que en la circunstancia salarial mexicana son, en el mejor de los casos, improcedentes, y en el peor, un nuevo agravio a la economía de los más desfavorecidos; de cualquier forma, los cambios legales pierden sustancia ante la persistencia de un sector informal que tiende a convertir en minoritaria la situación de los asalariados regulares.
Los golpes mediáticos iniciales en el ámbito de la seguridad pública y de la aplicación de la ley no han producido una merma apreciable en la actividad de los grupos delictivos; en cambio, hundieron en la zozobra a regiones enteras del país y dieron pie a un exasperante incremento de las violaciones a los derechos humanos. La indebida utilización del Ejército en el combate al narcotráfico pone a la institución armada ante los riesgos de la corrupción y del desprestigio ante los habitantes de las zonas de despliegue. Paradójicamente, las cifras sobre decomisos, erradicación de plantíos y detenciones de presuntos delincuentes –un pasaje rutinario en los informes presidenciales de las últimas décadas– confirman que el trasiego ilegal de estupefacientes sigue operando sin novedad en el país.
Un aspecto particularmente revelador del documento entregado ayer por Calderón Hinojosa al Poder Legislativo es el capítulo sobre derechos humanos: 22 párrafos y mil 157 palabras que no mencionan la preocupación e incluso la alarma de los organismos nacionales e internacionales ante el marcado deterioro de las garantías individuales en nuestro país ni las duras críticas formuladas recientemente por Irene Khan, secretaria general de Amnistía Internacional, en su visita a México, ni la única mención positiva sobre México formulada por Human Rights Watch, que se refiere a la despenalización del aborto en la ciudad de México, a la cual se opone el gobierno federal por voz del propio Calderón y por medio de una impugnación legal iniciada por la Procuraduría General de la República. Nada se informa –porque no hay nada que informar– sobre actos de procuración de justicia para las graves violaciones a los derechos humanos cometidas en las postrimerías del sexenio anterior en el estado de México (Texcoco-Atenco) y Oaxaca o para los atropellos perpetrados durante el actual en la segunda de esas entidades.
El primer Informe de Calderón tampoco despeja las generalizadas sospechas por el dudoso manejo gubernamental de la suma multimillonaria decomisada en efectivo al presunto narcotraficante Zhenli Ye Gon, un caso en el que las autoridades mexicanas han incurrido, de acuerdo con especialistas, en algo que se parece mucho al lavado de dinero.
Ante la falta de resultados positivos reales sobre los cuales informar, resulta obligado preguntarse el propósito presidencial de empeñarse en usar, ayer, la tribuna legislativa, cosa que finalmente no sucedió. La respuesta inevitable es que se buscaba ocupar, ya fuera por mera inercia o por consejo de los mercadólogos de Los Pinos, un espacio mediático, el mismo que será construido esta mañana en Palacio Nacional, en un remedo espectral –por el espectro radioeléctrico que será su principal escenario– de las ceremonias faraónicas que tenían lugar con motivo de los viejos informes presidencialistas.
A pesar de los augurios de un encuentro tormentoso en San Lázaro entre Calderón Hinojosa y los legisladores del Frente Amplio Progresista (FAP), ayer por la tarde, en la inauguración del periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión, el titular del Ejecutivo federal pudo, a fin de cuentas, cumplir sin cortapisas con lo que hoy en día no es más que un trámite constitucional; diputados y senadores de la oposición encontraron, por su parte, la manera de negarle el reconocimiento por un recurso simple: ausentarse del salón de plenos. En un recinto legislativo sometido a la censura televisiva oficial, pero sin desmanes ni desfiguros –los diputados del PAN, hay que recordarlo, protagonizaron la más reciente toma de la tribuna, horas antes de la lamentable toma de posesión del propio Calderón– se mostró que los buenos modales de la oposición no pueden sustituir a la política ni ocultar la parálisis institucional ni remediar, por sí mismos, la grave fractura nacional generada por el proceso electoral del año pasado; se hizo evidente, en suma, que el problema central de esta administración sigue siendo, como hace nueve meses, su déficit de legitimidad.
Los funcionarios del IFE y del tribunal electoral que hoy están en la picota habrían podido ahorrarle esta situación catastrófica al país y a la Presidencia si hubiesen accedido a limpiar de dudas e impugnaciones la elección y a contar los sufragios uno por uno. Así de grave fue su irresponsabilidad. Por lo que respecta a Calderón, es claro que su primer Informe es un impulso adicional al desencanto, toda vez que, a falta de resultados en estos primeros nueve meses en el cargo, ha echado mano de lo que su antecesor practicó de manera intensiva: la invención de un país.
- No transmitió la explicación de Zavaleta sobre su retiro de tribuna
Los Pinos censura la voz del Congreso
- La presidenta de la mesa adujo ilegitimidad del michoacano
- PRD: el corte, "rudeza abusiva"; rompió pacto con el blanquiazul
- El panista Héctor Larios lo atribuyó a un "problema técnico"
- Las televisoras privadas optaron por sacar del aire la intervención
- Horas después, Presidencia culpó de los hechos al Cepropie
- Según Manuel Espino, Gobernación ofreció disculpas por el caso
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Momentos antes de abandonar la tribuna del Congreso, seguida por la bancada perredista, Ruth Zavaleta, presidenta de la mesa directiva, leyó un escrito para referirse a Felipe Calderón: "no puedo aceptar recibir un documento de quien proviene de un proceso electoral legalmente concluido, pero cuestionado en su legitimidad por millones de mexicanos" FOTO José Carlo González
Usted está aquí: domingo 2 de septiembre de 2007 → Opinión → Primero de septiembre: la herida no cierra
Luis Hernández Navarro
Primero de septiembre: la herida no cierra
Este primero de septiembre se libró una batalla central para el futuro de Felipe Calderón: el de su legitimidad como mandatario. El hombre de Los Pinos no pudo evitar el pleito. No tuvo la fuerza para hacer lo que hacen los que mandan: fingir que este asunto no forma parte de la agenda política nacional.
Para ganar esta pelea, el jefe del Ejecutivo necesitaba que el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y sus aliados aceptaran que es legítimo, o, al menos, reventarlos internamente para que una parte lo reconociera. Quiso, pero no pudo hacerlo.
Este "Día del Presidente" no fue del presidente. Felipe Calderón entró al Palacio de San Lázaro, pero no pudo pronunciar el tradicional mensaje ritual. Apenas si emitió unas breves palabras. Una parte muy significativa del Congreso de la Unión, que representa 15 millones de votos, no estuvo allí cuando el hombre de Los Pinos entregó su Informe. Le hizo el vacío.
La fuerza simbólica de esa ausencia no puede despreciarse. Una importante coalición política institucional, con capacidad para descarrilar iniciativas legislativas, le dijo a Felipe Calderón que no lo reconoce como jefe legítimo del Ejecutivo. En el momento de la verdad, el PRD no se dividió. Con disciplina, todos sus legisladores abandonaron la sesión. Los Pinos perdió esa partida.
En esta ocasión, Andrés Manuel López Obrador ganó. Desde Presidencia se dijo que el primer mandatario "rebasó por la izquierda" al sol azteca. Se apostó a que Nueva Izquierda lo reconocería sin ambigüedad alguna y el Peje quedaría aislado. Nada de eso aconteció. Los únicos que se creyeron lo del "rebase por la izquierda" fueron los encargados por Los Pinos de propalar la especie. Nueva Izquierda se quedó sin capacidad para maniobrar en este round y debió plegarse –al menos por el momento– al mandato que miles de ciudadanos fijaron durante la constitución de la Convención Nacional Democrática.
Para poder presentarse en el Congreso de la Unión, el panista michoacano debió pagar un precio muy alto. Su presencia fue uno de los componentes de un paquete de negociación del que forman parte las reformas hacendarias y electoral. Para sacarlas adelante ha debido acceder al recambio de consejeros y magistrados de los órganos electorales que le otorgaron su impugnado triunfo. Las cabezas rodando de la nomenclatura electoral federal son, como se ha dicho hasta la saciedad, la evidencia de la suciedad de las elecciones del 2 de julio de 2006.
Durante nueve meses, Felipe Calderón ha estado aislado de la ciudadanía. Realiza sus actos públicos en medio de protestas que cuestionan su legitimidad, protegido por el Estado Mayor Presidencial. No puede presentarse tranquilamente en ningún lado. Las expresiones de descontento en su contra no cesan, ni siquiera en el extranjero. El fantasma de la ilegitimidad y la violación a los derechos humanos lo persigue adonde se para. Este primero de septiembre no fue la excepción. Alrededor de San Lázaro se levantaron vallas metálicas y pusieron cercos policiacos para resguardarlo.
A falta de contacto directo con la población, el jefe del Ejecutivo se comunica a través de los medios de comunicación electrónicos. Su presencia y la de su gobierno se promocionan en la televisión como si se tratara de un producto comercial que se publicita ante los consumidores. Su nombre se ha convertido en una marca más de las muchas que se ofrecen a los espectadores cautivos. Cambió la máxima bíblica de "dejad que los niños se acerquen a mí" por la de "dejad que las cámaras se acerquen a mí".
Este 2 de septiembre Felipe Calderón dará su Informe a la televisión en cadena nacional. En la pantalla no corre peligro de interpelaciones ni expresiones públicas de desaprobación. Allí nadie le va a responder ni lo va cuestionar. Tendrá un auditorio a modo, invitado para aplaudir. Frente a él no se encontrarán los integrantes de un poder autónomo, sino "la audiencia" que, como única opción de réplica, tiene la de apagar la radio o la televisión.
Este primero de septiembre, el gobierno de Felipe Calderón incumplió dos acuerdos pactados con los partidos. En contra de lo establecido, en lugar de guardar silencio el mandatario habló en el pleno durante unos minutos. Y mientras Ruth Zavaleta, la perredista que dirige la Cámara de Diputados, pronunciaba un discurso antes de la llegada del michoacano, Cepropie y el duopolio televisivo bloquearon la emisión del acto para no transmitir sus palabras.
Sin que se haya pronunciado una sola frase sobre el estado que guarda la nación, este primero de septiembre arroja una radiografía precisa de las circunstancias que vive. Nueve meses después de la toma posesión de Felipe Calderón el pleito de la clase política sigue. La crisis de las elites permanece. Ante una parte muy importante de la población, el jefe del Ejecutivo carece de legitimidad. La herida sigue abierta.
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