Jenaro Villamil
A raíz de las preguntas que se han formulado sobre su salida de W Radio, la periodista Carmen Aristegui relata, en entrevista con Proceso, cómo prevaleció el interés político de los dueños de la estación y las cúpulas empresariales –adversos a su cobertura informativa independiente– sobre sus buenos resultados radiofónicos. A los acosos iniciales, siguieron las presiones, luego la represión y, finalmente, el silenciamiento...
Todo parece indicar que hay quien pidió mi cabeza y hay quien la cedió. Hay autores materiales y autores intelectuales en esta historia”, acusa Carmen Aristegui, al relatar los acontecimientos que condujeron a su salida de la W Radio.
En una detallada entrevista con Proceso, dice que los “autores intelectuales” del silenciamiento de su espacio informativo son directivos de Televisa, integrantes del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, concesionarios descontentos con su actitud ante la reforma electoral y funcionarios de Comunicación de Los Pinos, desde donde se le hizo saber que su noticiario “no era un espacio deseable para la Presidencia de la República”.
Para ella, hubo una estrategia de “acoso gradual” en contra de su trabajo informativo desde 2006 hasta su salida, el viernes 4: la interrupción abrupta de las transmisiones a través de Sky por “fallas técnicas”; las quejas de directivos de Televisa hacia Raúl Rodríguez, exdirector de W Radio, por la cobertura frente a la Ley Televisa; el enojo de un sector empresarial por el seguimiento puntual de las acusaciones al cardenal Norberto Rivera; la incomodidad del Ejército y de grupos de poder por su cobertura de los casos de Lydia Cacho y Ernestina Ascencio, entre otros.
A la llegada de Javier Mérida, del Grupo PRISA, como director de W Radio y al nombramiento de Daniel Moreno como responsable de los noticiarios, señala Aristegui, “se comienza a modificar el esquema de dirección editorial” en la estación.
“Existen todos los elementos para pensar que PRISA finalmente decidió, para no romper su sociedad con Televisa, construir una circunstancia de varios meses que fue debilitándome y restándome responsabilidades editoriales, hasta el punto que la llegada de Daniel Moreno significó la salida de Carlos Loret de Mola”, reflexiona.
Y cuestiona la postura de los socios de Televisa: “Me pregunto si PRISA se atrevería a hacer algo así en los espacios que tiene en España. Me pregunto si es aceptable para alguien que tiene la responsabilidad de dirigir un noticiario que llegue alguien que tomará parte de sus responsabilidades y que le disminuirá su autoridad editorial”.
En septiembre de 2007, sin consulta previa, Grupo PRISA contrató a Daniel Moreno y éste nombró al nuevo coordinador de información, Omar Sánchez de Tagle, en sustitución de Enrique Hernández Alcázar.
“Loret de Mola y yo nos enojamos y lo dijimos. Les comentamos que nos parecía una barbaridad que nos quitaran responsabilidades y funciones informativas”, advierte Carmen.
–¿Por qué después de irse Loret, usted se quedó en W Radio, a pesar del disgusto? –se le pregunta.
–Conversé con Carlos ampliamente y coincidimos en que su situación era diferente a la mía; que él tenía su espacio en televisión y que no tendría dificultad para conseguir otro espacio en la radio.
“Mi consideración era distinta: yo tuve el apoyo de PRISA, fundamental en tiempos de tormenta, y a pesar de que me disgustaba mucho lo que PRISA estaba haciendo, puse por delante el significado de ese apoyo que en situaciones críticas me había dado.
“Por otro lado, puse en consideración la importancia de lo que habíamos construido en Hoy por Hoy y lo difícil que es posicionar un noticiario con una audiencia sólida y vigorosa. Siempre hay una pérdida cuando pasas de un espacio consolidado a otro.
“Y les planteé: ‘He decidido no irme porque no quiero perder mis cuatro horas de información’. Lo que pedí es que me ratificaran la responsabilidad editorial en esas cuatro horas.”
–¿Cedió usted?
–Yo me contuve el disgusto, con el reconocimiento de que no podía perder esas cuatro horas de espacio valiosísimo. Creo que no me equivoqué. Fueron varios meses que pudimos hacer esa dirección editorial en el noticiario matutino. Fueron los momentos de la reforma electoral, del caso de Norberto Rivera.
Finalmente, Aristegui reconoce que al Grupo PRISA le tocó ceder ante las presiones de Televisa, y por razones que “aún deben ser explicadas”.
Ante la ola de expresiones de solidaridad y de protesta en la opinión pública, advierte, “se pretende debilitar la expresión mayoritaria en contra de este hecho. Lo que están tratando de hacer es disminuir el efecto muy grave, particularmente para PRISA, pero también para Televisa, de que hubo un silenciamiento de un espacio de información como éste. Se pretende sembrar dudas”.
La “contraofensiva”
Una semana después de su despedida de W Radio, ante el silencio absoluto de los representantes de Televisa y de Grupo PRISA, que se remiten al comunicado inicial que explica la cancelación del contrato como parte de un “nuevo modelo de organización”, Aristegui no oculta su molestia ante la “contraofensiva” de ambas empresas para enfrentar las críticas.
“Ha habido un gran cabildeo. Ha habido desde llamadas a directores de periódicos hasta llamadas a intelectuales que firmaron desplegados de apoyo. Me preocupa muchísimo cosas que he escuchado y que están faltando a la verdad”.
–¿Cómo cuáles?
–Una cosa es que digan que era muy cargada a la izquierda, como si eso fuera una razón para correr a alguien. Pero lo que he sabido es que se dicen cosas como que yo tenía un porcentaje de comercialización informativa. Es decir, que era broker. Esa es una práctica que algunos colegas hacen. Es su propia decisión. Yo no estoy de acuerdo. Si alguien quiere vender su noticiario y además conducirlo, se va a topar con muchos problemas de decisiones editoriales.
“Me disgusta mucho y reclamo desde aquí que se esté corriendo la versión de que yo tenía un convenio de esa naturaleza. Es falso absolutamente.
“Peor aún, se está diciendo que, en este intento de revisión del contrato que se vencía, yo había puesto la condición de que se vetara a algunas empresas para que no se metieran en mis noticiarios. Me parece una absoluta estupidez y es falsa. Los amigos intelectuales que están recibiendo estas llamadas, sepan que esto es una falsedad.
–¿Por qué surgen estos rumores?
–Porque hay una contraofensiva frente a una serie de expresiones que dicen que aquí hubo un hecho censurable, un hecho que nos ha dañado no sólo a los profesionales que salimos despedidos, sino a la sociedad y a los radioescuchas.
Sobre otra de las versiones –que salió porque, a pesar de los altos índices de audiencia, la estación mostraba una baja en la comercialización de su espacio–, la periodista argumenta:
“Si eso fuera así, es un reconocimiento de ineptitud comercial; ¿cómo es posible que a mayor rating menor comercialización? Nos están dejando abierta la puerta para interpretar. ¿Se fue deliberadamente haciendo una subcomercialización?”
“Ahora tengo derecho a la suspicacia. Creo que había una intención de debilitamiento. Me llama la atención el despliegue publicitario que se hizo recientemente, en el que se fueron debilitando los espacios informativos. Lo lógico es que presumas lo que tienes, no que lo debilites.
“¿Por qué se hizo una estrategia comercial de esta naturaleza, similar a la de un supermercado barato? Me pregunto, como lo hizo Salvador García Soto en un artículo reciente: ¿por qué desmantelar a la W? Insisto, tengo derecho a la suspicacia.”
Primeros desencuentros
Para explicar el grado de responsabilidad de Televisa y de PRISA en la censura del noticiario, Aristegui se remonta al convenio que ella, Javier Solórzano y Carlos Loret de Mola firmaron hace cinco años:
“Llegamos a la W en un momento en el que no pintaba en términos de audiencia. Era un momento especial para el país: había un ánimo fundacional a raíz del triunfo de Vicente Fox y de la alternancia.
“Tuvimos otras opciones, económicamente muy interesantes, sin embargo optamos por entrar a un grupo de comunicación que es un referente para todos nosotros por la presencia de grandes personajes del periodismo como Juan Luis Cebrián, Alex Grijelmo, Joaquín Estefanía...
“El tipo de convenio que hicimos fue la hoja en blanco: construyan todo a partir de cero. Solórzano, Loret de Mola y yo fuimos los responsables de hacer eso. Comenzamos a construir la organización de los espacios informativos; los tres armamos una redacción, invitamos a reporteros; decidimos, en conjunto, el perfil de quien coordinaba el trabajo editorial. Me parece que fue un trabajo muy eficaz e interesante.
“Así caminamos durante varios años. Javier Solórzano se va por una apuesta que hace W Radio con un proyecto como El Weso. A él no le pareció atractiva la propuesta y decidió salir, según entiendo, en términos no muy satisfactorios.
“Nos quedamos Carlos y yo con el mismo esquema. Camina muy bien hasta que llega un punto, particularmente después de las elecciones de 2006, en que se decide que hay que cambiar ese modelo de conducción editorial”.
Carmen Aristegui reconoce que ese esquema editorial, así como la separación entre PRISA, responsable de los contenidos informativos de W Radio, y su socio Televisa, que no podía inmiscuirse en la línea editorial, fue lo que permitió el desarrollo de la estación y evitó que el consorcio mexicano ejerciera directamente la censura.
“Mi vínculo con Televisa era prácticamente nulo y yo no tuve una llamada directa de ningún funcionario –aclara–; sin embargo, tengo todo tipo de referencias sobre el disgusto que generaba que se hablara de un tema con claro interés público y periodístico, como la Ley Televisa.
“Si bien es complicado para un profesional mentar la soga en casa del ahorcado, también sé que era fundamental en un debate de esta naturaleza no negarle a la audiencia la mirada de unos y otros, porque por ahí está cruzando la viabilidad de la vida democrática del país.”
Entonces rememora la presión que ejerció Televisa sobre el Grupo PRISA a raíz de la cobertura de la polémica reforma a las leyes de Telecomunicaciones y de Radio y Televisión.
En un encuentro realizado en Valle de Bravo para analizar las áreas de negocios de Televisa, cuando el entonces director de W Radio, Raúl Rodríguez, exponía los avances de la estación, el directivo Javier Pérez Teuffer le reclamó “por qué dentro de una estación del grupo Televisa se hablaba así de la ley de medios”.
“Hubo un aplauso de los demás asistentes ante la pregunta”, relata Aristegui.
–¿Cuál fue la reacción de Rodríguez?
–Supongo que lo habrá incomodado, pero PRISA demostró, y así lo reconozco ampliamente, que ante la solicitud de mi cabeza, en ese momento y en otros de reclamo, aguantó. PRISA mantuvo durante todo ese tiempo su posición de que no podía descabezar a alguien por la cobertura de la Ley Televisa.
“Sin esa posición, frente al disgusto de Televisa, simplemente no hubiéramos podido estar más.
“Tiempo después, tras la cobertura electoral, después de la reforma electoral, después de todas las presiones, recibo el Premio Ondas, el principal reconocimiento del grupo. Lo recibimos Bernardo Gómez, por la parte de Televisa, y yo por W Radio.
“PRISA en ese momento tenía absolutamente claro que no podía dar mi cabeza sin tener un daño. PRISA no podía, no debía dar mi cabeza por un trabajo periodístico. El grupo se sostuvo hasta el punto que ya conocemos.”
–¿Nunca hubo un reclamo directo de Televisa hacia usted?
–No, por una razón fundamental: no tuve ningún tipo de contacto o de deliberación de estrategias editoriales porque no estaba planteada así la relación. Mis interlocutores para cualquier cosa de espacios informativos eran funcionarios que provenían de PRISA.
–Usted tuvo una relación previa con Televisa, al conducir el programa Círculo Rojo. Recuerdo que antes de la transmisión del programa sobre los Legionarios de Cristo hubo una reunión con Emilio Azcárraga Jean. ¿En el caso de la W no hubo reuniones similares?
–No podían hacerlo, dado que el convenio con PRISA estableció que los responsables informativos eran los españoles. Explícitamente, los de Televisa no podían o no debían hablarme a mí. Sí podían hacerlo con su socio, como lo hicieron, para decirle lo que no les gustaba de lo que yo hacía, que no estaban de acuerdo con algún tipo de cobertura. Y PRISA, en su definición, dijo antes: la sostenemos.
–¿PRISA, específicamente, no la quiso presionar?
–No, porque además hubieran contravenido su definición de la responsabilidad que yo tenía asignada, que implicaba la dirección editorial. Aquí la pregunta es si esa postura de PRISA se fracturó por la presión previa, si finalmente cedió mi cabeza. Eso es lo que todo el mundo está analizando.
–¿Ubica el momento en que cambió la actitud de PRISA?
–Sí: cuando llegó Daniel Moreno.
“Hice lo que me tocaba”
Televisa expresó su descontento con el espacio de Carmen Aristegui a finales de septiembre de 2006, tras la crisis poselectoral, cuando el consorcio suspendió la transmisión de W Radio en Sky, argumentando “fallas técnicas”.
–¿Fue un signo de que algo le disgustaba a Televisa? –se le pregunta a Aristegui.
–Ese fue una muestra incontrastable de que, en esa sociedad de dos gigantes de la comunicación, una de las partes estaba a disgusto con el manejo editorial.
–¿Protestó PRISA?
–Ahí no hubo ningún reclamo respecto al daño que se causaba a la alianza porque se le quitaba esa ventana importante para un espacio como W. Lo notable es que Sky sí mantuvo otras frecuencias de radio, como Radio Fórmula, y no las suyas (es propiedad de Televisa); decidió sacar a su propia estación.
La decisión fue avalada por Emilio Azcárraga Jean, presidente de Televisa. Así se lo confió a Aristegui un empresario que asistió a un encuentro del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios en vísperas de la toma de posesión de Felipe Calderón, en la cual hubo quejas por la cobertura de W Radio.
“En algunas de estas reuniones de estos jerarcas empresariales, dicen que Emilio Azcárraga, haciendo valer la decisión de Sky, afirmó: ‘Yo ya hice lo que a mí me tocaba’.
“Hubo también un ambiente de presión empresarial hacia Televisa por el tema de la reforma electoral –prosigue la periodista–, por el seguimiento puntual del caso Norberto Rivera, que ha generado mucho disgusto en una clase empresarial que es muy afín a la Iglesia católica.”
Apasionada, recalca que también ella hizo su parte:
“Las coberturas informativas tocaron intereses muy poderosos en los ámbitos militar, eclesiástico, económico, político, en fin, creo que nosotros hicimos lo que a un periodista le toca hacer.
“Por supuesto, este periodismo que se hace con esta dinámica, como el que hace Proceso, no es simpático para los grupos de poder, pero es una presencia irrenunciable para una sociedad que tiene el derecho a saber. No se trata de ser simpático, sino de poner por encima de todo el derecho de las audiencias a saber.
“Nadie se pelea con que deba haber un esquema de comercialización sano, vigoroso, que le permita a un medio de comunicación informar. El hecho de que sea vigoroso comercialmente hablando no debe implicar que renunciemos a lo fundamental, que es el interés público hacia las audiencias.”
Escamoteo informativo
A Carmen Aristegui también se le criticó por tener un supuesto sesgo favorable a Andrés Manuel López Obrador o a los opositores de Felipe Calderón.
–¿Se hizo sentir la presión del poder político en su caso?
–No tengo evidencia de que Calderón haya dado una orden, pero hay un contexto que hace posibles las interpretaciones, las suspicacias o los señalamientos abiertos.
–¿Solicitó alguna entrevista con Felipe Calderón?
–La solicitamos en el arranque del gobierno. No fue concedida y luego hubo un tiempo en que él mismo no dio entrevistas a ningún medio de comunicación.
–¿No le dijeron, como a Gutiérrez Vivó, que le darían la entrevista hasta que se portara bien?
–Nunca. Pero, para decirlo suavemente, no hemos tenido una fluida interlocución con el equipo de comunicación de Los Pinos. Hemos tenido dificultades en algunos casos para conseguir entrevistas y obtener informaciones directas de los funcionarios. Me temo que en algunas ocasiones ha habido peticiones de que no nos den entrevistas.
–¿Era incómoda para el gobierno?
–Sí, sentí que no era un espacio deseable para la Presidencia de la República, si me atengo a las dificultades importantes que tuve en distintos momentos para lograr entrevistas con funcionarios de alto nivel, a pesar de que algunos sí se presentaban. En varios casos sentí claramente una indisposición para colaborar o atender las solicitudes de entrevistas. Percibí un ánimo de comunicarle tal vez a los funcionarios que no era bien visto que estuvieran en mi espacio informativo.
En contraste, Aristegui reconoce que no esperaba tanto apoyo de la opinión pública en foros en internet, cartas a los periódicos, desplegados de prensa, llamadas a W Radio, correos electrónicos y protestas frente a la estación.
“Es evidente que este evento detona una circunstancia de agravios múltiples, acumulados, recientes, firmemente vinculados a la tarea de los medios”, acota. Con todo, dice, “me ha sorprendido la reacción; me rebasa, me trasciende. El tema no soy yo. No tiene que ver únicamente con el hecho de que me quitaron el programa que yo oía.
“Tiene que ver con la cancelación de un espacio en momentos en que los medios de comunicación han vivido situaciones muy criticables y le deben a sus audiencias explicaciones: por qué le regatearon el debate y la información de la Ley de Radio y Televisión, y por qué le asestaron a la sociedad una campaña contra la reforma electoral con pretensiones libertarias, cuando sabemos que existe disgusto por un tema de negocio electoral.”
Aristegui recuerda emocionada el momento en que salió de la cabina tras la última transmisión y sintió “el cruce de emociones” entre sus colaboradores, integrantes de otros programas de Radiópolis y los radioescuchas presentes:
“Si había una empatía en el momento de la transmisión, cuando se cancela el espacio esa empatía se potencia. Ante la brutalidad del silencio, hay este sentimiento de pérdida de los ciudadanos: ‘Me quitaste lo que yo oía y no te importé’. No te importó que los índices de audiencia fuéramos ciudadanos.” l
No hay comentarios.:
Publicar un comentario