Que nos depara este año, no lo sabemos pero mientras ahi les dejamos una nota al respecto en proceso
Como hacía muchos años no lo experimentaba –prácticamente desde la macrodevaluación del peso de finales de diciembre de 1994, que desató en enero de 1995 la crisis económica más aguda de la historia reciente–, el país iniciará un año nuevo, 2008, en medio de la incertidumbre y la zozobra.
Sobre el ciudadano común y corriente, lo mismo en el campo que en la ciudad y aun en los mexicanos que viven en Estados Unidos; sobre las empresas, las organizaciones sociales, las instituciones educativas… en todo el tejido social, se cierne un panorama, por decir lo menos, desolador.
En todos los frentes el acoso será implacable. Y desde el primer día del año se iniciará el embate: aumentos a las gasolinas y a la energía eléctrica; nuevos impuestos que aumentarán la carga fiscal a todos los contribuyentes y debilitarán más los frágiles empleos, y la liberalización absoluta de las importaciones de maíz, frijol, azúcar y leche, en el marco del TLCAN, que agudizará la pobreza en el campo y dará jugosas ganancias a los especuladores.
De hecho los asalariados peor remunerados iniciarán el año perdiendo, por el grosero aumento de dos pesos al salario mínimo, decretado hace 10 días, que aleja cada vez más a millones de mexicanos de la canasta alimenticia recomendable, que ya supera los 100 pesos mientras que el salario mínimo diario será de 51 pesos en promedio a partir del martes 1.
La expectativa se complica por la inminente recesión en Estados Unidos. Todos los análisis en ese país coinciden en que el próximo semestre será negro para la economía estadunidense. Alan Greenspan, extitular de la Reserva Federal, el banco central de ese país, ha dicho que “lo peor está por venir”.
Y si así sucede, el panorama será peor para la economía mexicana, tan estrechamente dependiente de aquélla. Bajará el monto de las remesas, caerán las exportaciones, se desacelerarán sectores enteros de la economía, se achicarán o cerrarán empresas, caerá la tributación y se desplomará el empleo… aumentará la migración.
Las administraciones del Partido Acción Nacional han dado muestra de que el impulso al empleo no se les da. En los años de gobiernos panistas se han registrado las tasas más altas de desocupación nacional y de pérdida de empleos, según el INEGI.
Peor todavía: aun sin recesión estadunidense, la economía mexicana registró uno de los peores comportamientos en 2007, con un crecimiento del PIB de apenas 3.3%, contra 5.6% del promedio en América Latina, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Y para 2008, el propio organismo internacional prevé para México un crecimiento similar al de este año, muy distante del 8.5% que augura para Panamá, incluso por abajo del 4% que se espera para Haití.
Y no hay nada que, por ahora, lleve al optimismo. Los ingresos adicionales que supuestamente dejará la reforma fiscal no son seguros, a causa de la desaceleración económica. Inclusive se reconoce oficialmente el desplome de la producción petrolera, que se agravará por la creciente importación de gasolinas, y que no será compensada ni con los altos –y volátiles– precios internacionales del petróleo. El propio gobierno advierte que no falta mucho para que seamos importadores netos de crudo.
El 2008, en fin, se asoma sombrío.
Como hacía muchos años no lo experimentaba –prácticamente desde la macrodevaluación del peso de finales de diciembre de 1994, que desató en enero de 1995 la crisis económica más aguda de la historia reciente–, el país iniciará un año nuevo, 2008, en medio de la incertidumbre y la zozobra.
Sobre el ciudadano común y corriente, lo mismo en el campo que en la ciudad y aun en los mexicanos que viven en Estados Unidos; sobre las empresas, las organizaciones sociales, las instituciones educativas… en todo el tejido social, se cierne un panorama, por decir lo menos, desolador.
En todos los frentes el acoso será implacable. Y desde el primer día del año se iniciará el embate: aumentos a las gasolinas y a la energía eléctrica; nuevos impuestos que aumentarán la carga fiscal a todos los contribuyentes y debilitarán más los frágiles empleos, y la liberalización absoluta de las importaciones de maíz, frijol, azúcar y leche, en el marco del TLCAN, que agudizará la pobreza en el campo y dará jugosas ganancias a los especuladores.
De hecho los asalariados peor remunerados iniciarán el año perdiendo, por el grosero aumento de dos pesos al salario mínimo, decretado hace 10 días, que aleja cada vez más a millones de mexicanos de la canasta alimenticia recomendable, que ya supera los 100 pesos mientras que el salario mínimo diario será de 51 pesos en promedio a partir del martes 1.
La expectativa se complica por la inminente recesión en Estados Unidos. Todos los análisis en ese país coinciden en que el próximo semestre será negro para la economía estadunidense. Alan Greenspan, extitular de la Reserva Federal, el banco central de ese país, ha dicho que “lo peor está por venir”.
Y si así sucede, el panorama será peor para la economía mexicana, tan estrechamente dependiente de aquélla. Bajará el monto de las remesas, caerán las exportaciones, se desacelerarán sectores enteros de la economía, se achicarán o cerrarán empresas, caerá la tributación y se desplomará el empleo… aumentará la migración.
Las administraciones del Partido Acción Nacional han dado muestra de que el impulso al empleo no se les da. En los años de gobiernos panistas se han registrado las tasas más altas de desocupación nacional y de pérdida de empleos, según el INEGI.
Peor todavía: aun sin recesión estadunidense, la economía mexicana registró uno de los peores comportamientos en 2007, con un crecimiento del PIB de apenas 3.3%, contra 5.6% del promedio en América Latina, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Y para 2008, el propio organismo internacional prevé para México un crecimiento similar al de este año, muy distante del 8.5% que augura para Panamá, incluso por abajo del 4% que se espera para Haití.
Y no hay nada que, por ahora, lleve al optimismo. Los ingresos adicionales que supuestamente dejará la reforma fiscal no son seguros, a causa de la desaceleración económica. Inclusive se reconoce oficialmente el desplome de la producción petrolera, que se agravará por la creciente importación de gasolinas, y que no será compensada ni con los altos –y volátiles– precios internacionales del petróleo. El propio gobierno advierte que no falta mucho para que seamos importadores netos de crudo.
El 2008, en fin, se asoma sombrío.
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