Proceso
Pese a las advertencias de organismos civiles internacionales sobre los productos transgénicos, el pasado 19 de marzo se publicó finalmente en el Diario Oficial de la Federación de México el Reglamento de la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados (OGM), publica Proceso en su edición 1640.
Aunque dicho reglamento establece los requisitos para la creación, el desarrollo y la comercialización de dichos artículos, así como los procedimientos para que el gobierno extienda las autorizaciones correspondientes, en México ya se cultiva soya y algodón de ese género en un área de 100 mil hectáreas, al punto de que el país ocupa el décimo lugar entre los mayores productores de OGM, según datos de 2007 aportados por el Servicio Internacional para la Aplicación y Uso de Agro-biotecnología (ISAAA, por sus siglas en inglés).
Aprobada por la Cámara de Diputados el 14 de diciembre de 2004, la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados no se publicó en el Diario Oficial de la Federación sino hasta el 18 de marzo de 2005, pero desde entonces y hasta el mes pasado careció de reglamento.
Apenas en el mes de enero de este año, la organización no gubernamental Friends of the Earth International publicó un reporte titulado Who benefits from ogm crops? (¿Quién se beneficia de los cultivos de OGM?), donde advierte:
“Los partidarios de la biotecnología argumentan que los Organismos Genéticamente Modificados (OGM) son buenos para los consumidores, agricultores y el medio ambiente, y que su popularidad está creciendo en todo el mundo. Eso es falso. A pesar de que los OGM fueron introducidos a la cadena alimenticia hace más de una década, 90% de éstos son cultivados en sólo un puñado de países con sectores agrícolas altamente industrializados y orientados a la exportación: Estados Unidos (50%), Argentina (20%), Canadá, Argentina y Brasil (los tres 20%).”
El documento asegura que los OGM comercializados desde 1996 no han aliviado los principales problemas de los agricultores ni probado ser mejores que los cultivos convencionales, dice el reportaje que aparece en el número 1640 de Proceso.
Pese a las advertencias de organismos civiles internacionales sobre los productos transgénicos, el pasado 19 de marzo se publicó finalmente en el Diario Oficial de la Federación de México el Reglamento de la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados (OGM), publica Proceso en su edición 1640.
Aunque dicho reglamento establece los requisitos para la creación, el desarrollo y la comercialización de dichos artículos, así como los procedimientos para que el gobierno extienda las autorizaciones correspondientes, en México ya se cultiva soya y algodón de ese género en un área de 100 mil hectáreas, al punto de que el país ocupa el décimo lugar entre los mayores productores de OGM, según datos de 2007 aportados por el Servicio Internacional para la Aplicación y Uso de Agro-biotecnología (ISAAA, por sus siglas en inglés).
Aprobada por la Cámara de Diputados el 14 de diciembre de 2004, la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados no se publicó en el Diario Oficial de la Federación sino hasta el 18 de marzo de 2005, pero desde entonces y hasta el mes pasado careció de reglamento.
Apenas en el mes de enero de este año, la organización no gubernamental Friends of the Earth International publicó un reporte titulado Who benefits from ogm crops? (¿Quién se beneficia de los cultivos de OGM?), donde advierte:
“Los partidarios de la biotecnología argumentan que los Organismos Genéticamente Modificados (OGM) son buenos para los consumidores, agricultores y el medio ambiente, y que su popularidad está creciendo en todo el mundo. Eso es falso. A pesar de que los OGM fueron introducidos a la cadena alimenticia hace más de una década, 90% de éstos son cultivados en sólo un puñado de países con sectores agrícolas altamente industrializados y orientados a la exportación: Estados Unidos (50%), Argentina (20%), Canadá, Argentina y Brasil (los tres 20%).”
El documento asegura que los OGM comercializados desde 1996 no han aliviado los principales problemas de los agricultores ni probado ser mejores que los cultivos convencionales, dice el reportaje que aparece en el número 1640 de Proceso.
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