Desaparecido

GABRIEL GOMEZ CAÑA, POR ULTIMA VEZ SE LE VIO EL SABADO 25 DE MARZO PASADO, A LAS 11:30 DE LA NOCHE

GABRIEL GOMEZ CAÑA, POR ULTIMA VEZ SE LE VIO EL SABADO 25 DE MARZO PASADO,  A LAS 11:30 DE LA NOCHE Orizaba, Veracruz.- Llevaba una playera negra, pantalon de mezclilla, es de complexion delgado y piel morena...Es militante del Frente Popular Revolucionario y activista de Organizaciones Sociales.

14 mayo 2008

Atenco, el otro cinco de mayo/I

Atenco, el otro cinco de mayo



Escrito por Sebastián Liera
Jueves, 08 de Mayo de 2008 00:00
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Han pasado dos años, 750 días con todo y sus noches; aún así, el tufo a impunidad que se respiraba en el aire aquella mañana del 5 de mayo de 2006 persiste en su intención de dejarnos claro “quien manda aquí”. Aunque no muy bien lo consigue.
Sí, hablo de la mañana del 5 de mayo. No la del 11 de julio de 2002, cuando al menos un millar de elementos de la Fuerza de Acción y Reacción Inmediata (FARI) mexiquense se enfrentaron contra unos cien ejidatarios del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) que resistían la intentona gubernamental foxista de expropiar sus tierras, a razón de 7 pesos el metro cuadrado, para construir un aeropuerto alterno al de la Ciudad de México; lo que dio por resultado decenas de detenidos y heridos, así como la muerte, dos semanas después, de José Enrique Espinoza Juárez. Ni siquiera la del 7 de marzo de 2006, cuando el candidato panista a la Presidencia de la República, Felipe Calderón, declaraba arrogante su intención de reintentar el despojo que su predecesor no pudo llevar a cabo cuatro años atrás: “que sean los expertos y no los machetes los que determinen la construcción (del aeropuerto metropolitano)”.
Tampoco la del 21 de abril, un día después del ataque de policías y ganaderos en contra de horticultores y floricultores del Mercado Belisario Domínguez, donde también fueron golpeadas y golpeados decenas de mujeres y ancianos. Ni la madrugada del 3 de mayo de ése 2006 cuando, tras una mesa de diálogo con “autoridades” del ayuntamiento perredista de Texcoco que en la víspera habían asegurado el permiso para la venta de sus flores ése día de la Santa Cruz en el mercado municipal, las y los floricultores serían desalojados con lujo de violencia; telón de boca que daría paso a los enfrentamientos en la carretera federal Texcoco-Lechería cuyas imágenes le darían la vuelta al mundo en 80 kilovatios, convirtiéndose en un muestrario cada vez menos extraño de la insensatez y la estulticia gubernamentales y de los medios electrónicos de dizque comunicación en México.
Es más, ni siquiera la de aquella dolorosa mañana del 4 de mayo en que, azuzados mediáticamente y con la venia del enano político que unos meses después arribaría al poder por causa y efecto de un fraude electoral, los funcionarios disfuncionales de los gobiernos del estado de México, priísta, y de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) federal, panista, iniciaron el operativo de represalia con que se cobraron la herida recibida en su orgullo de militares vestidos de policías el día anterior, arrasando con todo y contra todos en Atenco. Todavía recuerdo, como si hubiera sido ayer, el timbre del teléfono sonando durante horas hasta convertirse en una copia barata de las trompetas que supuestamente harán sonar los ángeles del Apocalipsis, dejando escurrir las cifras de cientos de compañeras y compañeros de la otra campaña perseguidos, arrestados, golpeados, secuestrados y torturados con agresiones físicas, verbales, psicológicas y violaciones sexuales a manos de quienes se dicen “guardianes del orden”.
No, prefiero hablar de la mañana del 5 de mayo de 2006; esa en la que el país amaneció siendo uno muy otro. Los enfrentamientos de las últimas 48 horas; las detenciones, entre otros, de Ignacio del Valle y el asesinato del casi niño Javier Cortés Santiago el día 3; así como los allanamientos y detenciones ilegales, ejemplares en su bestialidad, del día 4; habían cerrado la puerta al México que en 1997 y 2000 celebraba, con los triunfos de la oposición en la Ciudad de México y el gobierno federal, respectivamente, la supuesta entrada a la lista de los países democráticos del planeta tras la expulsión del PRI de Los Pinos. Sin embargo, los hechos, que como siempre suelen ser más testarudos que los dichos, terminaron por mostrar en toda su crudeza la calaña de quienes por un lado del espectro político, bajo las siglas del PAN, se habían autoproclamado los paladines del progreso y la democracia a lo largo de 67 años, y de quienes por el otro, con el nombre de Partido de la Revolución Democrática (PRD), se jactaban de representar desde 1989 lo más granado de la izquierda partidista: resultaron tan antidemocráticos y represivos como la triste y largamente célebre “dictadura perfecta” (Vargas Llosa, dixit) del PRI.

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