Por Ricardo García Jiménez
Hoy ha más de 8 años de haber iniciado el nuevo milenio, el panorama alimentario en el planeta se encuentra en una encrucijada.
Las grandes corporaciones automotrices, ante el escás de los productos derivados del petróleo, imponen demandas insostenibles a las cerca 1,600 millones de hectáreas de suelos cultivables. Los dueños del dinero exigen a la superficie terrestre que produzca los alimentos suficientes para una población cercana a los 6 mil millones de personas. Además se exige a estas mismas áreas la producción de los granos para la fabricación de los llamados biocombustibles, producción que se busca realizarla de una manera que sea ambientalmente sana, preservando la biodiversidad y disminuyendo la emisión de gases de invernadero.
Todas estas presiones han desencadenando una serie de crisis en todos los niveles del sistema alimentario global, el cual ha comenzado a dar señales alarmantes que se ven en constantes protestas callejeras por la escasez de alimentos en muchos países de Asia y África.
Lo anteriormente señalado viene asociado a la creciente escases de tierras cultivables. Si consideramos que la distribución mundial de tierra para el cultivo de ciertas semillas y granos se da en las siguientes proporciones: 1.6 mil millón hectáreas para cereales, 0.8 mil millón hectáreas para raíces y tubérculos, 0.7 mil millón para cultivos de aceite y 0.4 mil millón hectáreas para azúcar; el panorama del difícil alimentario se presenta desesperante.
De hecho, en reportes y comunicados de prensa desplegados en los sitios electrónicos de la Global Agro-Ecological Zones y la FAO advierten que hay 30 países al filo de la inestabilidad social por la carencia y el precio de los alimentos que raya en la exageración.
La presenten crisis alimentaria amenaza la seguridad de millones de personas, ello como resultado del modelo industrial de la agricultura para explotar estas zonas destinadas al tipo de producción de cereales, que no solo es peligrosamente desgastante para los suelos, sino que han transformado los ciclos agrícolas añadido a un efecto recursivo que trastoca los entornos ecológicos de la biosfera terrestre.
Las crecientes presiones sobre las áreas agrícolas están minando la capacidad de la naturaleza para suplir las demandas que la humanidad tiene en cuanto a alimentos, fibras y energía. La tragedia que se vislumbra para la población humana hace que la dependencia que se tenía a los ciclos del agua, las polinizaciones, los suelos fértiles, los micro climas locales, etc. se empiecen a modificar, llevando a los suelos y demás recursos naturales más allá de sus límites posibles.
Creemos que ciertos sectores de la sociedad mundial están tomando consciencia de la impertinencia del modelo industrial capitalista aplicado a la agricultura, que es también dependiente de los derivados del petróleo para hacerlos rendir. Modelo que ya no es funcional para suplir los alimentos que la población mundial demanda.
Hay que señalar que los precios al alza del petróleo inevitablemente incrementaran los costos de producción y los precios de los alimentos que han alcanzado un punto en el cual es difícil adquirirlos, por ejemplo, hoy un dólar sólo compra un 30% menos alimentos que hace un año, cifra signada en países de un lato desarrollo. Pero una persona en Nigeria, por ejemplo, gasta 73% de sus ingresos en alimentos, en Vietnam 65% y en Indonesia 50%.
Esta crisis se agrava en la medida que la tierra agrícola destinadas para el cultivo semillas que ayuden a la producción de los biocombustibles, desplazan la producción destinada al consumo humano. Además en la medida que el cambio climático disminuye los rendimientos de la tierra, ya sea por las sequías o inundaciones, las áreas de producción agrícola se reducen proporcionalmente.
La expansión de tierras agrícolas para el cultivo de semillas para elaborar biocombustibles o cultivos transgénicos, alcanzan más de 120 millones de hectáreas, ello agravará los impactos ecológicos de monocultivos que continuamente desgastan a la naturaleza.
Además, la llamada agricultura industrial contribuye con más de un tercio de las emisiones globales de gases de invernadero con el uso de pesticidas y abonos químicos. Continuar con este sistema de producción degradante, como lo promueve la económico neoliberal, estamos ante umbral de un suicidio ecológico.
El desafío para la presente generación es el transformar y romper con el círculo vicioso de la agricultura industrial, iniciando una transición de los sistemas de agricultura industrial a formas viables de sustentación ecológica que no dependan del petróleo y sus derivados para abonar la tierra y evitar fomento de los biocombustibles. Lo que se requiere en el desarrollar tecnologías alternativas que aprovechen la energía solar, eólica y otras más.
Consideramos en la necesidad de rediseñar el sistema alimentario hacia formas más equitativas y viables para los propios agricultores y consumidores; se requiere de cambios radicales en las fuerzas interactúan en el mercado cambiando en algunos casos las dietas alimenticias y las formas de producir y distribuir los recursos alimentarios. Todo esfuerzo de dirigirse desde una perspectiva sustentable, articulando políticas económicas que determinan qué se produce, cómo, dónde y para quién produce la alimentación que demanda la población sin sacrificar la existencia de otras especies y los recursos naturales.
Ya hemos comprobado que el libre comercio sin control, es el principal mecanismo que está desplazando a los agricultores de sus tierras y es el principal obstáculo para lograr desarrollo y una seguridad alimentaria de los pueblos locales y de la población global.
Sólo desafiando el monopolio de las empresas multinacionales que ejercen el control sobre el sistema alimentario que auspician los gobiernos neoliberales, y racionalizando los hábitos de consumo se podrá detener el espiral de pobreza, hambre, migración rural y degradación ambiental.
El concepto de soberanía alimentaria sustentable, constituye la única vía alternativa al sistema alimentario en crisis, camino que sencillamente sería clave para solucionar el problema alimentario mundial. Consideramos que la soberanía alimentaria de los entornos o regiones muy locales de producción-consumo, deben ser organizadas en torno a la protección la tierra, el agua y la biodiversidad existente en esos lugares; recursos que durante muchos cientos de años las comunidades indígenas supieron proteger y usufructuar para la producción de sus propios alimentos con sus propios métodos agroecológicos.
Así mismo los consumidores de las grandes urbes mundiales deben alejarse y modificar sus hábitos alimenticios y consumir menos proteína animal, dejando paso al consumo de más frutas y legumbres.
Es un hecho que los agricultores que aplican la visión auto sostenible, en su mayoría agricultores pequeños, son más consientes en la protección de la biosfera y generan una producción mayor, que los monocultivos extensivos impulsados por la industria agrícola capitalista, los agricultores de la zonas indígenas con sus antiquísimas métodos y técnicas han reduciendo la erosión de la tierra y ayudan a conservar las áreas de biodiversidad.
Sin ser caer en actitudes catastrofistas, pero el desafío que la humanidad enfrenta hoy es sin lugar a dudas la prevalencia de la especia humana, se necesita hacer una conciencia ambiental, para modificar muchos de los modelos de producción y consumo, principalmente de los países capitalistas. Erradicar la pobreza y el hambre mundial necesita una inversión económica sin precedentes. La velocidad con que se debe implementar este cambio debe ser muy rápida, junto a una voluntad política de los dueños del dinero y de los países poderosos, antes que el hambre y la inseguridad alimentaria alcancen proporciones impensables y desaten conflagraciones planetarias.
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