Moctezuma intentó quedar bien con Hernán Cortés ofreciéndole a su llegada a la gran Tenochtitlan oro, plumajes preciosos y miles de piezas de ropa. Estaba consciente de que en su vasto dominio reinaba la inconformidad (desde esos tiempos todos se quejaban del tlatoani) y que Cortés estaba enterado, así que no le quedó de otra más que mostrar su lado sumiso ante el español. “Os han dicho muchos males de mí, no creáis más de lo que vuestros ojos veredes”, le dijo el emperador con nombre de estación del Metro intentando bajarle de yemas al turrón.
El tributo, sin embargo, más que ablandar el corazón del conquistador, avivó el fuego de su ambición (el mismo que quemó sus naves) y le ayudó a calcular el miedo que le tenía el rey azteca, exactamente proporcional a la magnitud de los regalos. Después de todo, Moctezuma le había proporcionado un nutrido catálogo de lo saqueable y Cortés no sólo no devolvió la cortesía, sino que lo encerró, destruyó su imperio, su ciudad, sus dioses y mezcló a sus soldados transgénicos con las indígenas, alterando para siempre la naturaleza de nuestra identidad.
488 años después, Felipe Calderón intentó quedar bien con George Bush ofreciéndole una veintena de narcos y otros criminales de alcurnia. El recién llegado mandatario está consciente de que en el sur del continente reina la inconformidad hacia México y que Bush lo sabe, así que no tuvo más remedio que mostrar su lado sumiso ante el presidente de Estados Unidos intentando llevar un poco de agua a su (re)molino.
Como podrán observar, el espíritu de la lambisconería sigue siendo el mismo, pero los tributos han cambiado; el oro ha sido desplazado por el petróleo, el incienso por la mota –que también es aromática– y la mirra por la coca, pero existen otra clase de presentes que superan a los anteriores: los que están hechos de carne y hueso. Por ejemplo, en el mercado negro tenemos la trata de blancas y entre los gobiernos “democráticos” y amigos tenemos las extradiciones. En el primero comercian sexualmente con mujeres y entre los segundos, comercian políticamente con los criminales.
Ignoro si esta medida ablandará el corazón de Bush o sólo lo motivará para destruir nuestra civilización, nuestras ciudades, nuestros dioses y mezclar sus semillas transgénicas con las nuestras (algo que, de hecho, Estados Unidos ha venido haciendo desde hace mucho tiempo), pero más allá de lo que quieran pensar del otro lado del río Bravo, el mensaje para acá es un reconocimiento imborrable a la incapacidad de nuestra justicia y un desafío abierto al poder de los cárteles mexicanos que nos puede salir más caro que lo que vamos a obtener por entregar las cabezas de Osiel Cárdenas, el Güero Palma y el Mayel envueltas para regalo. Es también, paradójicamente, un “séntido” homenaje a los mismísimos narcos. Y es que es tal su importancia política, económica y social, que capturar a uno y regalárselo a los gringos parece hacerlos más felices que ninguna otra cosa.
Tener narcos así es un gran privilegio que debemos aquilatar. En una de esas, si les damos suficientes narcos a los gringos hasta podrían dejar de cazar migrantes en la frontera y un día no muy lejano, el tipo de cambio estaría a veinte narcos por dólar, ¿no sería maravilloso?
frivera@eme-equis.com.mx
FERNANDO RIVERA
DIAS EXTRAÑOS
28 enero 2007
Del correo de Todos con AMLO
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