Luciano Campos Garzaa MC ALLEN, TEXAS.- La mayoría de las mujeres mexicanas que visitan la clínica Whole Woman’s Health en esta ciudad para practicarse un aborto clínico legal proceden de Monterrey, asegura Andrea Ferrigno, directora ejecutiva de esta institución, donde dos médicos son suficientes para atender en promedio a 30 mujeres por semana.
El procedimiento quirúrgico cuesta entre 375 y 800 dólares y es tan sencillo que, dice, en menos de una hora las pacientes abandonan las instalaciones. Y afirma que algunas incluso se van de shopping (de compras) a esta ciudad. Eso sí, acepta, “salen un poquito atontadas por el sedante, pero al día siguiente pueden regresar al trabajo”.
En entrevista, Andrea Ferrigno, de origen venezolano, comenta que la mayoría de quienes acuden a la clínica de Salud Total de las Mujeres (WWH, por sus siglas en inglés) están seguras de lo que quieren hacer. “Cuando vemos que alguna no está preparada para abortar, le explicamos los riesgos que implica someterse a una operación de manera forzada y la mandamos de regreso a su casa”.
Y explica que el procedimiento es diferente al que se aplica en México para los legrados. “Aquí se utiliza un cañón aspirador de plástico que se introduce en la vagina para extraer el producto. Algunas veces provoca incomodidad y algo de dolor en la paciente, quien nunca pierde el conocimiento mientras se le practica la intervención”.
La WWH se encuentra en el 802 de la calle Main, en la contraesquina de la presidencia municipal, en pleno corazón de esta ciudad, ubicada a 20 minutos de la frontera con Reynosa, Tamaulipas, y es el destino preferido por los regiomontanos para hacer sus compras cada fin de semana.
Paraíso para el aborto
A diferencia de México, donde el aborto es un delito, en Estados Unidos es legal y las mujeres que lo requieren asisten a las clínicas especializadas como la WWH, que tiene sucursales en las ciudades texanas de Austin y Beaumont, así como en Baltimore, Maryland.
En el instituto de esta ciudad, que ofrece sus servicios desde 2003, cualquier mujer mayor de 18 años puede practicarse voluntariamente un aborto. Sólo debe presentar una identificación oficial. A las extranjeras nunca se le preguntan sobre su estatus migratorio, por lo cual mujeres de prácticamente todo México acuden a este sanatorio para recibir ayuda clínica. Una política de los directivos de WWH consiste en mantener en reserva la identidad de sus pacientes.
A su vez, el Departamento de Salud estatal tiene una página electrónica en la que, entre otros aspectos, proporciona orientación sobre los procedimientos que deben seguir las mujeres que desean abortar. Quien solicite ayuda en este sentido tiene que acordar una cita con 24 horas de anticipación; además, debe escuchar un mensaje grabado en el que un especialista le explica en qué consiste la operación.
En el caso de las menores de edad en Estados Unidos, se les pide una carta de conformidad de los padres o bien que los acompañe alguno de ellos en el momento de la intervención. Si no quieren que éstos se enteren, deben buscar a un consejero y acudir ante un juez para explicarle sus motivos.
Según la Ley de Salud de Texas, los abortos se pueden practicar hasta las 24 semanas, pero WWH tiene capacidad técnica para interrumpir embarazos cuando el feto tiene hasta 15 semanas y seis días de edad gestacionaria, precisa Ferrigno.
En la clínica que dirige se practican 30 abortos cada semana, y según ella por lo menos cinco son de mexicanas, “la mayoría procedentes de Monterrey”. Pero aclara que también hay pacientes de Reynosa, Progreso, Saltillo, San Luis Potosí, e incluso de la Ciudad de México, Cancún y Acapulco… “Es que se informan de los servicios que ofrecemos por internet”, dice.
La página electrónica de WWH describe los pasos de una intervención: “Después de administrar la anestesia que la paciente prefiera, el doctor le practica un examen vaginal para determinar la posición de su útero. Para ello le introduce dos dedos en la vagina y coloca la otra mano sobre el vientre de la mujer. Después coloca el especulum en la vagina para abrir el canal y utiliza un tenaculum que ayuda a mantener abierto el cuello del útero”.
Además, indica, “el médico pone otros instrumentos metálicos delgados –llamados dilatores– en el cerviz para abrirlo al máximo, luego usa una cánula de succión para desprender el producto del útero y extraerlo. Todo el proceso dura aproximadamente 10 minutos. Durante ese lapso una empleada permanece en la sala para auxiliar al doctor y a la paciente”.
La clínica WWH también explica en su página electrónica que los abortos practicados a mujeres que están en su primero o segundo trimestre son tan seguros que las posibilidades de muerte de la paciente son de 1 entre 160 mil casos.
Las tarifas son diferenciadas: cuando el embarazo se interrumpe a 10 semanas de gestación, el costo es de 375 dólares e incluye pruebas de laboratorio, ultrasonido, charlas y medicinas, así como una cita con el ginecólogo dos semanas después de la intervención para darle seguimiento a la recuperación de la paciente.
Si ésta tiene más de 14 semanas de embarazo, requiere de una operación más meticulosa, que puede llevarse hasta dos días de trabajo ginecológico, explica Ferrigno. La tarifa: 800 dólares, que deben liquidarse antes de la operación, en efectivo o con cheque. “En caso de que se arrepienta o de que el personal médico determine que no es apta para someterse al procedimiento –dice–, se le cobrarán únicamente los costos de las pruebas de embarazo, del laboratorio y del ultrasonido”.
La sala de intervenciones mide tres por tres metros y cuenta con una cama, un reproductor de discos compactos –la música ayuda a relajar a las pacientes–, un lavabo, un fregadero, un gabinete médico, una vitrina con el instrumental quirúrgico, máquinas esterilizadoras y la succionadora utilizada para interrumpir el embarazo.
La opción
Andrea Ferrigno considera que las mujeres deben tener una opción para suspender su embarazo cuando lo deseen. “Una sabe cuándo se siente capaz de enfrentar esta responsabilidad de cambiar tu vida por siempre. Pero hay muchos factores –de salud, económicos y sicológicos– que te impiden asumir esta responsabilidad”.
Sin embargo, insiste, “si una mujer tiene posibilidad de evitar (concebir), debe poder hacerlo. Lo mejor es tener la opción”.
Y explica que aceptar “la opción” no significa que la mujer no pueda volver a ser madre, sino sólo que no era el momento apropiado para traer un hijo al mundo. “La mayoría de las pacientes que vemos son madres; tienen planeado tener hijos en el futuro, pero fueron víctimas de una violación, están en la escuela, no tienen los medios… Su situación es difícil”, asegura.
Según su experiencia, es preferible que las mujeres se practiquen abortos controlados en condiciones sanitarias y no los back alley abortions (abortos en callejones), que pueden provocar la muerte de la paciente. “He visto tantos casos de abortos clandestinos que hasta se me enchina la piel, aquí y en mi país (Venezuela)”, explica.
Ferrigno se muestra indiferente a las protestas ciudadanas que se realizan con frecuencia en las inmediaciones de la clínica que dirige. Dice que mientras los antiabortistas no traspasen los límites de la institución pueden manifestar libremente sus ideas. ?
El procedimiento quirúrgico cuesta entre 375 y 800 dólares y es tan sencillo que, dice, en menos de una hora las pacientes abandonan las instalaciones. Y afirma que algunas incluso se van de shopping (de compras) a esta ciudad. Eso sí, acepta, “salen un poquito atontadas por el sedante, pero al día siguiente pueden regresar al trabajo”.
En entrevista, Andrea Ferrigno, de origen venezolano, comenta que la mayoría de quienes acuden a la clínica de Salud Total de las Mujeres (WWH, por sus siglas en inglés) están seguras de lo que quieren hacer. “Cuando vemos que alguna no está preparada para abortar, le explicamos los riesgos que implica someterse a una operación de manera forzada y la mandamos de regreso a su casa”.
Y explica que el procedimiento es diferente al que se aplica en México para los legrados. “Aquí se utiliza un cañón aspirador de plástico que se introduce en la vagina para extraer el producto. Algunas veces provoca incomodidad y algo de dolor en la paciente, quien nunca pierde el conocimiento mientras se le practica la intervención”.
La WWH se encuentra en el 802 de la calle Main, en la contraesquina de la presidencia municipal, en pleno corazón de esta ciudad, ubicada a 20 minutos de la frontera con Reynosa, Tamaulipas, y es el destino preferido por los regiomontanos para hacer sus compras cada fin de semana.
Paraíso para el aborto
A diferencia de México, donde el aborto es un delito, en Estados Unidos es legal y las mujeres que lo requieren asisten a las clínicas especializadas como la WWH, que tiene sucursales en las ciudades texanas de Austin y Beaumont, así como en Baltimore, Maryland.
En el instituto de esta ciudad, que ofrece sus servicios desde 2003, cualquier mujer mayor de 18 años puede practicarse voluntariamente un aborto. Sólo debe presentar una identificación oficial. A las extranjeras nunca se le preguntan sobre su estatus migratorio, por lo cual mujeres de prácticamente todo México acuden a este sanatorio para recibir ayuda clínica. Una política de los directivos de WWH consiste en mantener en reserva la identidad de sus pacientes.
A su vez, el Departamento de Salud estatal tiene una página electrónica en la que, entre otros aspectos, proporciona orientación sobre los procedimientos que deben seguir las mujeres que desean abortar. Quien solicite ayuda en este sentido tiene que acordar una cita con 24 horas de anticipación; además, debe escuchar un mensaje grabado en el que un especialista le explica en qué consiste la operación.
En el caso de las menores de edad en Estados Unidos, se les pide una carta de conformidad de los padres o bien que los acompañe alguno de ellos en el momento de la intervención. Si no quieren que éstos se enteren, deben buscar a un consejero y acudir ante un juez para explicarle sus motivos.
Según la Ley de Salud de Texas, los abortos se pueden practicar hasta las 24 semanas, pero WWH tiene capacidad técnica para interrumpir embarazos cuando el feto tiene hasta 15 semanas y seis días de edad gestacionaria, precisa Ferrigno.
En la clínica que dirige se practican 30 abortos cada semana, y según ella por lo menos cinco son de mexicanas, “la mayoría procedentes de Monterrey”. Pero aclara que también hay pacientes de Reynosa, Progreso, Saltillo, San Luis Potosí, e incluso de la Ciudad de México, Cancún y Acapulco… “Es que se informan de los servicios que ofrecemos por internet”, dice.
La página electrónica de WWH describe los pasos de una intervención: “Después de administrar la anestesia que la paciente prefiera, el doctor le practica un examen vaginal para determinar la posición de su útero. Para ello le introduce dos dedos en la vagina y coloca la otra mano sobre el vientre de la mujer. Después coloca el especulum en la vagina para abrir el canal y utiliza un tenaculum que ayuda a mantener abierto el cuello del útero”.
Además, indica, “el médico pone otros instrumentos metálicos delgados –llamados dilatores– en el cerviz para abrirlo al máximo, luego usa una cánula de succión para desprender el producto del útero y extraerlo. Todo el proceso dura aproximadamente 10 minutos. Durante ese lapso una empleada permanece en la sala para auxiliar al doctor y a la paciente”.
La clínica WWH también explica en su página electrónica que los abortos practicados a mujeres que están en su primero o segundo trimestre son tan seguros que las posibilidades de muerte de la paciente son de 1 entre 160 mil casos.
Las tarifas son diferenciadas: cuando el embarazo se interrumpe a 10 semanas de gestación, el costo es de 375 dólares e incluye pruebas de laboratorio, ultrasonido, charlas y medicinas, así como una cita con el ginecólogo dos semanas después de la intervención para darle seguimiento a la recuperación de la paciente.
Si ésta tiene más de 14 semanas de embarazo, requiere de una operación más meticulosa, que puede llevarse hasta dos días de trabajo ginecológico, explica Ferrigno. La tarifa: 800 dólares, que deben liquidarse antes de la operación, en efectivo o con cheque. “En caso de que se arrepienta o de que el personal médico determine que no es apta para someterse al procedimiento –dice–, se le cobrarán únicamente los costos de las pruebas de embarazo, del laboratorio y del ultrasonido”.
La sala de intervenciones mide tres por tres metros y cuenta con una cama, un reproductor de discos compactos –la música ayuda a relajar a las pacientes–, un lavabo, un fregadero, un gabinete médico, una vitrina con el instrumental quirúrgico, máquinas esterilizadoras y la succionadora utilizada para interrumpir el embarazo.
La opción
Andrea Ferrigno considera que las mujeres deben tener una opción para suspender su embarazo cuando lo deseen. “Una sabe cuándo se siente capaz de enfrentar esta responsabilidad de cambiar tu vida por siempre. Pero hay muchos factores –de salud, económicos y sicológicos– que te impiden asumir esta responsabilidad”.
Sin embargo, insiste, “si una mujer tiene posibilidad de evitar (concebir), debe poder hacerlo. Lo mejor es tener la opción”.
Y explica que aceptar “la opción” no significa que la mujer no pueda volver a ser madre, sino sólo que no era el momento apropiado para traer un hijo al mundo. “La mayoría de las pacientes que vemos son madres; tienen planeado tener hijos en el futuro, pero fueron víctimas de una violación, están en la escuela, no tienen los medios… Su situación es difícil”, asegura.
Según su experiencia, es preferible que las mujeres se practiquen abortos controlados en condiciones sanitarias y no los back alley abortions (abortos en callejones), que pueden provocar la muerte de la paciente. “He visto tantos casos de abortos clandestinos que hasta se me enchina la piel, aquí y en mi país (Venezuela)”, explica.
Ferrigno se muestra indiferente a las protestas ciudadanas que se realizan con frecuencia en las inmediaciones de la clínica que dirige. Dice que mientras los antiabortistas no traspasen los límites de la institución pueden manifestar libremente sus ideas. ?
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