En 1948, un señor proveniente de la India, Eric Arthur Blair, escribió una novela que, con el paso de los años, se convertiría en bandera insignia de todos aquellos que denuncian el totalitarismo, el adoctrinamiento institucional de las masas, la manipulación de la información y el control y vigilancia de los ciudadanos por parte de los Estados.
Este indio, más conocido como George Orwell, imprimió en su novela 1984 un pensamiento distópico que ha provocado que ante cualquier abuso contra la libertad de los ciudadanos por parte de las administraciones públicas se establezca un paralelismo con su novela.
El lector puede verse representado por el protagonista, Winston Smith. Un pequeño disidente que termina comulgando con la insensatez ante las amenazas y agresiones del Estado. Pero también puede hacerlo con cualquiera de esas personas que viven ajenas al gran circo montado por los cuatro ministerios. Con esto, quienes se amparan en el argumento de que el Estado -o alguna de las fuerzas económicas que poco a poco lo suplantan- controla todo, básicamente repiten el argumento esgrimido por los orwellianos.
Pero, ¿es realmente la comunidad manipulada mentalmente, llegando a suprimir cualquier suspiro de volición? Ante esa tesis, está la que afirma la solemne estupidez de la especie humana -a la que yo me adscribo; y sin ninguna duda, añado-. Pueden controlar dónde estamos, qué páginas visitamos, a quién llamamos, qué compramos, con quién vamos,… todo. Pero no pueden influir en nosotros, no pueden entrar en nuestra mente. No pueden, por más que lo intenten.
Continúa Conspiraciones
Este indio, más conocido como George Orwell, imprimió en su novela 1984 un pensamiento distópico que ha provocado que ante cualquier abuso contra la libertad de los ciudadanos por parte de las administraciones públicas se establezca un paralelismo con su novela.
El lector puede verse representado por el protagonista, Winston Smith. Un pequeño disidente que termina comulgando con la insensatez ante las amenazas y agresiones del Estado. Pero también puede hacerlo con cualquiera de esas personas que viven ajenas al gran circo montado por los cuatro ministerios. Con esto, quienes se amparan en el argumento de que el Estado -o alguna de las fuerzas económicas que poco a poco lo suplantan- controla todo, básicamente repiten el argumento esgrimido por los orwellianos.
Pero, ¿es realmente la comunidad manipulada mentalmente, llegando a suprimir cualquier suspiro de volición? Ante esa tesis, está la que afirma la solemne estupidez de la especie humana -a la que yo me adscribo; y sin ninguna duda, añado-. Pueden controlar dónde estamos, qué páginas visitamos, a quién llamamos, qué compramos, con quién vamos,… todo. Pero no pueden influir en nosotros, no pueden entrar en nuestra mente. No pueden, por más que lo intenten.
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1 comentario:
Te contesto aquí para decirte que me parece magnífico.
Muchas gracias. Leeré más atentamente el blog cuando tenga tiempo.
Salud.
Luis
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