Albert Arnold Gore
Más conocido como Al Gore, este todavía joven político se ha convertido —a pesar de sus detractores— en el símbolo vivo de la lucha mundial contra el calentamiento del planeta. Una causa que debiera ser de todos y a la que, sin embargo, se oponen ferozmente la mayoría de los gobiernos de los países altamente industrializados y, por supuesto, las grandes compañías petroleras internacionales. Y es que son precisamente ellos quienes están empujando a este planeta a un colapso ambiental que derivaría en ecocidio.
Los datos y las reflexiones de Gore contenidas en su libro Una verdad inconveniente —o incómoda— son demoledores y nos llevan a una conclusión indiscutible: los seres humanos estamos destruyendo el planeta a través de una contaminación irracional que ha cobrado ya cientos de miles de vidas lo mismo en Europa que en Asia o en América a causa del calentamiento global; como nunca, los huracanes han golpeado cada vez más violentamente ciudades y pueblos, alimentados por la evaporación de las aguas; en contraste, el mismo fenómeno de evaporación por calor, pero en la tierra, provoca una creciente y criminal desertificación.
Para nadie es ya un secreto que el calentamiento global es causado fundamentalmente por la emisión irracional de 19 millones de toneladas de gases contaminantes a esa delgadísima capa protectora que es la atmósfera, sobre todo bióxido de carbono (CO2). Las imágenes de Una verdad inconveniente en su versión fílmica documental son verdaderamente desgarradoras: un planeta que prác-ticamente se está derritiendo, los desprendimientos del hielo ártico, el empequeñecimiento de grandes glaciares y la desaparición de la nieve en numerosas montañas en todo el orbe son el aviso de tragedias e inundaciones, principalmente en ciudades costeras de los cinco continentes por la elevación del nivel del mar.
Lo grave es que, a pesar de toda esta carga de evidencias, todavía son mayoría los escépticos y los desidiosos. Los primeros, afirmando que se trata de predicciones catastrofistas, que no puede ser que la tierra llegue a colapsarse, que al fin y al cabo son fenómenos cíclicos. Los segundos, instalados en la negligencia, creen que nuestro planeta todavía resiste y que nada es urgente.
El propio Al Gore reconoce su fracaso en el Congreso de Estados Unidos para lograr el apoyo del Senado al Protocolo de Kioto a fin de disminuir las emisiones de CO2. Luego rememora su insensata derrota presidencial ante el principal enemigo de este protocolo, George W. Bush, que con su familia está metido hasta las orejas en los grandes negocios petroleros. Yo personalmente siempre estuve convencido de que esos grandes trusts mucho tuvieron que ver en la sospechosa victoria de Bush, que llegó a una extraña decisión en la Corte Suprema que el mismo Gore aceptó bajo protesta.
La verdad es que nadie podría asegurar qué clase de gobierno habría hecho este demócrata ahora de visita en México. Lo único cierto son sus conferencias por todo el mundo, como la de antier, a invitación del gobierno de Marcelo Ebrard. También es innegable su celebridad mundial, gracias a la cual se impone regresar al foro los temas ambientales. Como el caso de México que sobrevive apenas a una catástrofe ecológica de proporciones inimaginables.
Y hablo no sólo de la notoria contaminación del aire en nuestras grandes ciudades y la desaparición de nuestros ríos: este país se nos hace cada vez más chico; desde los 80 perdemos cada año más de 600 mil hectáreas de bosques y selvas; de 1976 a 1993 perdimos el equivalente a Guanajuato; de 1993 a 2000 la superficie de Campeche, y en dos años perderemos un territorio igual a Jalisco. De seguir así, vamos a perder el total de bosques y selvas que nos quedan en tan sólo 50 años. Con todo lo que ello implica en escasez de agua, quiebra de la agricultura, incremento de la pobreza, migración desesperada y otros impactos.
Lo más doloroso y vergonzoso es que nuestros gobiernos siempre han estado entre los escépticos y los desidiosos. No hay, a la fecha, una política ambiental decidida para parar este suicidio colectivo. Ahí está el reto para Felipe Calderón. Digo, además de la foto con Al Gore.
ddn_rocha@hotmail.com
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