Grandes Plumas
Por Leonardo Boff
EEUU y Brasil se proponen ser los dos grandes actores del mercado de la bioenergía. Pero la solución sólo lima los dientes del lobo, dejando intacta su ferocidad, escribe Leonardo Boff en esta columna exclusiva para Tierramérica.
RÍO DE JANEIRO, 19 mar (Tierramérica).- Si alguien ha imaginado que el presidente estadounidense George W. Bush visitó este mes Brasil inspirado en las advertencias del informe del Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) acerca del irrefrenable calentamiento de la Tierra, está equivocado. En este campo Bush es un analfabeto, y su par brasileño Luiz Inácio Lula da Silva es insensible.
Dos motivos han sido los principales impulsores de Bush: uno geopolítico y otro energético, derivado de la extraordinaria abundancia de biomasa en América Latina y particularmente en la Amazonia.
En su primer mandato, Bush no otorgó importancia geopolítica a esta región. Pero en los últimos años, los pueblos de la región han elegido gobiernos de centro-izquierda o de izquierda con fuerte preocupación social. El tema social, junto al del desarrollo, adquirió centralidad. Este hecho despertó viejos sueños adormecidos sobre la proyección de América Latina en el escenario mundial.
El anhelo bolivariano de la Patria Grande o el de Nuestra América de José Martí, con fuerte acento antiimperialista y antiestadounidense vuelve hoy a ocupar el imaginario político de muchos ciudadanos. La fuerza carismática del presidente venezolano Hugo Chávez, en buena parte, estriba en este ensueño continental.
El gobierno estadounidense, en principio, no se opone a estas ideas. Pero quiere que se realicen sin romper los lazos bilaterales tejidos durante decenios. Bush puede aceptar la integración latinoamericana siempre que sea a la manera de Lula, no a la de Chávez, que no alimente sentimientos antiestadounidenses y no sea contraria a sus intereses.
El segundo gran tema es que hay que descubrir alternativas al petróleo, que tiene los días contados entre 2030 y 2040. Es la sangre del sistema mundial. ¿Qué matriz energética lo sustituirá? En este plano Brasil es líder mundial. Gran parte de su energía es limpia, de origen hidroeléctrico, mientras 29 por ciento proviene de biomasa (que a escala a mundial sólo representa 11 por ciento) que explota de una docena de leguminosas, especialmente en las regiones amazónica, pre-amazónica y el Nordeste.
Pero el gran experimento brasileño es el etanol extraído de la caña de azúcar. En 1975, después de la primera gran crisis del petróleo, se inició el llamado Programa Pro Alcohol, con una tecnología propia, para obtener combustible alternativo a la gasolina. Hubo períodos en que el etanol movía 80 por ciento de la flota automotriz nacional. Cuando cayó el precio del petróleo, el proyecto se enfrío. Pero con las subas de los últimos años se ha reforzado poderosamente.
Ahora Brasil produce 16 mil millones de litros, casi todos consumidos internamente. El auto flex fuel, que funciona con gasolina o alcohol, es una marca brasileña registrada. En 10 años harán falta otros 12 mil millones de litros anuales para alimentar la expansión de la flota de flex fuel cuya tecnología ha sido exportada a países como Japón.
Brasil tiene alrededor de 90 millones de hectáreas cultivables, más 200 millones para el pastoreo de ganado. La agricultura ocupa sólo 62 millones de hectáreas de las que seis millones están dedicadas a la caña de azúcar, mitad para producir etanol y la otra mitad para obtener azúcar. Hay potencial para agregar algunos millones de hectáreas a la producción de etanol sin sustraerlas a la selva o a los cultivos alimentarios. Se prevé la producción de 28 mil 400 millones de litros para 2017, además de 10 mil 300 millones exclusivamente para exportación.
Estados Unidos posee desde 2001 bio refinerías y su objetivo es sustituir 30 por ciento del consumo de petróleo en 2030. Obtiene el alcohol del maíz, con una productividad por hectárea dos veces menor que la de la caña de azúcar. El costo subsidiado por litro es de 30 centavos de dólar, contra 22 centavos en Brasil. Esto explica el impuesto de 14 centavos por litro aplicada a la importación del etanol brasileño para proteger a sus propios productores.
Ante esta realidad, Bush se ha acercado a Lula para ofrecerle una asociación bilateral. No se firmó un tratado, sólo un memorándum que prevé la transferencia tecnológica recíproca, la fijación de un patrón técnico común del etanol y la creación de usinas de biocombustibles en países de África, América Central y el Caribe.
Las Naciones Unidas lanzaron el 2 de marzo el Foro Internacional de Biocombustibles para dar los primeros pasos hacia la organización del mercado internacional del producto y otorgarle reglas y patrones técnicos comunes a fin de convertirlo en una materia prima a nivel mundial. El Foro reúne a Brasil y Estados Unidos, productores de 70 por del etanol mundial, y a China, India, Sudáfrica y la Unión Europea.
Bush y Lula han percibido el potencial de esta energía limpia, decisiva en el futuro próximo. Estados Unidos y Brasil se proponen ser los dos grandes actores del mercado de la bioenergía.
Queda pendiente una gran cuestión que probablemente no inquieta a los dos presidentes. ¿No es urgente cambiar el presente modelo de civilización? La solución encontrada por Bush y Lula sólo lima los dientes del lobo, pero deja intacta su ferocidad.
El 4 de marzo, el ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso publicó un artículo de alerta: "La más grande amenaza para la humanidad es el efecto invernadero. Pero el problema más amplio es si las prácticas occidentales, al generalizarse, permitirán la convivencia pacífica entre el hombre y la naturaleza y, al límite, entre los hombres." He aquí formulada la demanda de una verdadera revolución en los corazones y en las mentes sin la que no podremos evitar las consecuencias devastadoras de los cambios climáticos en curso.
Sobre estos graves asuntos los jefes de Estado, como anunció el presidente Jacques Chirac, deberán discutir para adoptar transformaciones profundas. Esta vez no habrá un arca de Noé que salvará a algunos y dejará perecer a los demás. O nos salvamos todos, o ninguno.
* Teólogo de la liberación y miembro del Comité Internacional de la Carta de la Tierra.
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