Gustavo Larios Velasco *
Sección: | Publicación: 01.09.2007
Los derechos de los animales han sido poco explorados en los países subdesarrollados. México, abundante en leyes, pero también en impunidad, cuenta con normas jurídicas que tutelan a los animales de la crueldad, pero de poco ha servido. Las autoridades suelen ignorar el significado, y sobre todo, la repercusión de respetar o no tales derechos; muchos servidores públicos se identifican con los torturadores y asesinos, por lo que desatienden las denuncias de ciudadanos conscientes.
En contraste con lo anterior, la noción de justicia y trato ético a los animales con que cuentan países evolucionados, ha permeado sus diversos sectores, incluida la burocracia. En esos lugares, las leyes sí se aplican y como saben que hacer justicia a los animales genera grandes beneficios de salud, ambiente y seguridad a sus sociedades, implantan políticas públicas al respecto.
Lincoln y Gandhi, actores congruentes de sus luchas contra el abuso, trabajaron contra la discriminación de seres humanos y al mismo tiempo promovieron el respeto a las demás especies animales. No es factible la salud mental de una sociedad ni una búsqueda auténtica de paz y justicia, cuando se mantienen conductas brutales en contra de seres capaces de sufrir... cuando se discrimina por especie.
Hace más de dos milenos, algunas culturas orientales ya sancionaban la crueldad humana. En México, Benito Juárez prohibió las corridas de toros y todo tipo de abuso a los animales, situación que mantuvo Venustiano Carranza, pero como nuestros políticos no se han distinguido precisamente por sensibles, el gusto duró poco.
El jurista y filósofo inglés Jeremías Bentham consideraba a todo ser capaz de sufrir (humano y no humano) con el derecho a no ser lastimado ni muerto, y que sólo la tiranía humana les había despojado del mismo.
Los países desarrollados han ido superando previsiones discriminadoras por color de piel, género, raza, forma de pensar, etcétera, pero además han avanzado en cuanto al abuso contra otras especies, sancionando con eficiencia la crueldad a los animales.
En México hay leyes más o menos aceptables en la materia, pero no es fácil hacerlas valer: se mantiene el imperio de la impunidad, institucionalizando a la simulación en la gran cadena de normas y oficinas públicas que no funcionan.
Se ha demostrado sicológica, biológica, ética, criminológica y ambientalmente, que el maltrato a los animales nos afecta como sociedad y mucho, pero aún así, los burócratas mexicanos siguen creyendo que sólo con más policías terminarán con la violencia, o que con cazadores preservarán especies, o que con corridas y palenques habrá identidad nacional, es decir, no aprenden nada ni de experiencias propias ni ajenas.
Nuestro sistema de “justicia” nos recuerda al juez español ante el cual consignaron un hombre que dejó morir a su perro de hambre, amarrado a un poste. El fiscal pidió cinco años de cárcel para el cruel verdugo, sin embargo, éste fue dejado en libertad por el juzgador, quien argumentó que no se demostró el sufrimiento del animal. No sería raro que este juez, el domingo anterior a su “brillante” veredicto, estuviera ahogándose de borracho en una plaza de toros disfrutando de la tortura de varios animales. Estudios criminológicos han concluido que quienes gozan con el sufrimiento de otros seres, tienen el perfil de criminales seriales, no de ciudadanos ejemplares... imaginémosles de jueces (y hay muchos).
Si se simula un estado de Derecho e hipócritamente se manifiesta preocupación por sufrimientos humanos, al tiempo que se goza maltratando a no humanos (que también sufren), no hay una sociedad justa. Urge educar con ética: no hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros. Basta de falsas oficinas de quejas, de leyes que no se aplican y de discursos huecos; reflexionemos hasta dónde somos parte de la injusticia y el abuso. A nadie le gustaría que lo enjaularan, encadenaran, golpearan, mataran, vendieran, cazaran u obligaran a trabajar separándole de su familia. Pues entonces, no debemos hacerle eso a ningún ser, ni pagarle a quienes lo hagan. Generemos el cambio modificando nuestras actitudes... solo así habrá armonía en la comunidad biótica.
*El autor es presidente de la Asociación Mexicana por los Derechos de los Animales AC
02 septiembre 2007
Derechos de los animales e impunidad
Etiquetas:
protección de animales
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