Ricardo Rocha
06 de septiembre de 2007
Grave y muy serio. Nunca se trató de un “error técnico”, por lo demás imposible e increíble. Fue, en cambio, una decisión atrabiliaria, regresiva y autoritaria. Pero sobre todo muy torpe. Porque parte, otra vez, del viejo y ofensivo supuesto de que todos somos idiotas. Que, desde las alturas del poder —de cualquier signo—, la totalidad de los mexicanos padecemos retraso mental y somos una masa maleable y manipulable. Y nunca una base pensante.
Y eso es precisamente lo que más irritación e indignación ha causado entre la mayor parte de los habitantes informados de este país: que también este gobierno, como el anterior, nos insulte con su menosprecio a la inteligencia colectiva e individual de todos y cada uno de nosotros. Sólo ha habido algo peor al acto reclamado: la explicación oficial.
Pero riamos al último. Y es que la verdad es de carcajada pensar a quién rayos se le ocurrió que la sacada —que no salida— del aire del mensaje de la diputada perredista Ruth Zavaleta era una gran idea. Una ocurrencia genial para evitar que la también presidenta de la Mesa Directiva el “día del Informe” pronunciara en cadena nacional la palabra maldita en este sexenio: ilegitimidad; aunque, la verdad, la expresara en un tono bastante comedido. Pero lo peor es que los bobos perversos que idearon esta maquinación elemental creyeran que podrían engañar impunemente ya no sólo a los especialistas en la materia, sino a los televidentes que, por cierto, ya son expertos observadores en uno de los países de mayor consumo televisivo per cápita en todo el planeta.
Pero hay algo todavía peor, derivado de ese monstruoso error de cálculo. Que los conspirantes nunca advirtieron que el efecto boomerang de su impostura se revertiría en contra de la institución presidencial a la que intentaban “proteger”: Felipe Calderón ha sido gravemente dañado en su imagen pública; porque todos nos dimos cuenta de la intención clarísima de conjura; porque las justificaciones fueron ridículas; porque la renuncia de un chivo menor es una burla; porque se habló más del affaire Zavaleta que de lo dicho por el propio Calderón; porque la furia social tiene un solo destinatario; porque se trató ni más ni menos que de una abierta agresión entre poderes, del Ejecutivo al Legislativo; porque este abuso traicionero tendrá un enorme costo político.
Pero si el grupo en el poder oculta la realidad, a cambio intenta inventarla. Aunque falle en ambos propósitos. Así ocurrió el domingo en el Palacio Nacional. Otra vez el apotegma de que todos somos idiotas, pero al revés: ahora un México resplandeciente y rechinando de limpio; un México nice como para las páginas de sociales y nunca más para las páginas de conflictos; sentaditos aquí, sentaditos allá; unos pocos, pero muy representativos empresarios; por supuesto que el gabinete y obviamente que toda la alta y media burocracia y sus parientes; los dirigentes del partido venidos de todas partes y muchos más extras de película —con indígenas de escenografía incluidos— en la consigna de pasar al libro de Record Guinness; aplausos cada dos minutos en promedio, los más sin que viniera al caso; aplausos aun cuando se pronunciaran frases tragediosas como la merma escandalosa en la producción petrolera; en suma, un país en el que no hay el mínimo cuestionamiento a su Presidente; un México que sólo le aplaude. Otra vez, una vez más, la resurrección del gran tlatoani, el infalible, el perfecto, el extraterrestre, el inequívoco, el inexorable, el firme, el clarividente, el mesías, el único Dios verdadero.
Cuidado. Porque si la del domingo es la señal, el presidencialismo exacerbado está de regreso. Pero corregido y aumentado. Lo que sería una muy mala noticia para la nación.
Y a propósito del domingo, sólo un atisbo de aliento en el mensaje calderonista: las 10 o 12 menciones a la pobreza como el origen de nuestros grandes males y una convocatoria que dice estar dispuesta a escuchar propuestas de solución. Ojalá que de veras este gobierno se decida a escucharlas. Pero sin menosprecio a la inteligencia de nadie. Un nuevo intento de manipulación, otro error de cálculo, sería imperdonable.
ddn_rocha@hotmail.com
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