José Gil Olmos
Los resultados electorales de los últimos meses –el triunfo en siete de las ocho contiendas del año– comienzan a engallar a la dirigencia priista. El próximo paso es controlar la Cámara de Diputados en 2009, asegura Efrén Leyva, subsecretario de Acción Electoral de ese partido. Atrás quedaron, dice, los viejos mitos del “voto duro”; ahora el PRI se apoya en un concepto de “voto fiel”.
Pasada la hecatombe del 2 de julio de 2006, la dirigencia nacional del PRI siente que está ya de regreso en la ruta de la victoria.
En los últimos meses, por ejemplo, el partido triunfó en siete de las ocho elecciones estatales efectuadas después de aquella debacle. Por esta razón los priistas se enfocan ahora a recuperar la mayoría de la Cámara de Diputados en 2009 y a consolidar su estructura partidista con miras a la ejecución presidencial de 2012.
La fuerza del PRI ya no está en su dirigencia, sino en las coordinaciones de ese partido en el Senado y en la Cámara de Diputados, y también en los estados, donde hoy controla 18 de las 31 entidades federativas (56%) y 902 municipios (37%), 423 de los 1134 diputados locales y la mayoría en 19 de los 31 Congresos locales.
En los hechos el PRI es la segunda fuerza política que gobierna el país. Ante el derrumbe electoral del PRD y sus constantes pleitos internos, los priistas se convirtieron en el fiel de la balanza en el Congreso de la Unión, así como en el principal interlocutor político del PAN y del presidente Felipe Calderón en la negociación de las iniciativas de las reformas fiscal y electoral.
Sin embargo, no todo son buenas noticias para el priismo. De acuerdo con versiones de miembros del Comité Ejecutivo Nacional, si bien es cierto que electoralmente las cosas marchan sobre ruedas, el partido tiene una deuda estimada en 400 millones de pesos que urge cubrir.
Este débito es reciente, pues el crédito bancario que adquirió la anterior dirigencia a cargo de Mariano Palacios Alcocer, estimado en 70 millones de pesos, ya fue saldado, según integrantes de la dirigencia nacional priista.
Las deudas han preocupado a los últimos dirigentes desde hace varios años. El 2000, por ejemplo, Dulce María Sauri Riancho tuvo que hipotecar algunos de los edificios para obtener un préstamo de 72 millones de pesos, mientras que Mariano Palacios Alcocer debió pagar la multa por más de mil millones de pesos impuesta al partido por el IFE a causa del Pemexgate.
Esta precaria situación económica llevó al PRI a reducir hasta en 70% por ciento su plantilla de colaboradores en los últimos años. Así mismo, vendió dos aviones y tuvo que recibir la ayuda de algunos de sus gobernadores. Cuando José Murat gobernaba Oaxaca apoyó financieramente al partido; luego lo hizo su sucesor, Ulises Ruiz, para sostener la campaña presidencial de Roberto Madrazo.
Otros de los apoyos recibidos provienen del empresario mexiquense Jorge Hank Rhon quien, según algunos militantes, inyectó 700 millones de pesos al PRI en el último año para ayudarle al pago de servicios, nómina e intereses bancarios. Las mismas fuentes sostienen que el excandidato al gobierno de Baja California anunció estar dispuesto a dar otros 500 millones de pesos con una condición: que pudiera ocupar un cargo en la dirigencia nacional.
Resurgimiento en los estados
La crisis financiera del PRI estuvo aparejada a su caída electoral. En 1997 este organismo político perdió la mayoría en el Congreso de la Unión, y sus derrotas en las contiendas por las gubernaturas aumentaron durante la última década.
De acuerdo con los resultados de las últimas tres elecciones, el decremento de los votos en ese partido ha sido constante. Con Ernesto Zedillo obtuvo 17 millones, pero con Francisco Labastida bajó a 13 millones 579 mil, y con Roberto Madrazo sólo alcanzó 9 millones 237 mil votos. En suma, en las elecciones presidenciales de los últimos 18 años los priistas perdieron 8 millones de votos.
Además, les afectó severamente la derrota de 2006, cuando su candidato presidencial, Roberto Madrazo, perdió más de 4 millones de votos en relación con la elección de 2000 y los candidatos a las gubernaturas de Jalisco, Guanajuato y Morelos fueron derrotados.
Por eso es significativo el avance que ha logrado en los últimos meses. Este año los números electorales favorecen a los priistas, pues confirman el poderío de los gobernadores de este instituto político, así como los liderazgos locales.
Así, arrebataron al PAN la gubernatura de Yucatán, mientras que en Durango lograron incrementar sus posiciones. En Zacatecas se posicionaron como segunda fuerza al cabo de 18 años de derrotas frente al PRD y en Chihuahua –controlada por los panistas desde 1989– alcanzaron la mayoría en el Congreso, así como el 70% de las alcaldías y el 80% de las sindicaturas.
Y si bien la derrota de Jorge Hank en Baja California fue estrepitosa, pues el PRI sólo se quedó con el municipio de Rosarito, los triunfos totales en Oaxaca, Veracruz y Aguascalientes son muestra de una recuperación del PRI, sobre todo en esta última entidad, que dominaba el PAN desde 1998.
Recuperó la capital de Aguascalientes, donde obtuvo 11 diputaciones y 5 municipios, mientras que el PAN, en alianza con el Panal, sólo conservó 7 diputaciones y 4 municipios. De esta manera, los priistas tienen la mayoría en el Congreso local y las principales alcaldías.
Y en Veracruz, durante los comicios del pasado domingo 2, se confirmó la capacidad operativa del gobernador Fidel Herrera, quien supo contrarrestar la estrategia agresiva del PAN y el gobierno federal. Además, tuvo el tino de aliarse con el Partido Nueva Alianza (Panal), manejado por la lideresa de los maestros, Elba Esther Gordillo.
El resultado: el PRI recuperó la mayoría del Congreso al ganar 28 de las 30 diputaciones de mayoría (el PRI y el PAN contaban con 21 diputados locales cada uno y el PRD solamente con 8); y 155 de las 212 alcaldías en disputa (en 2004 el PAN ganó 89 de los 212 municipios, incluidos Boca del Río y Veracruz; 71 municipios eran del PRI, 43 del PRD y 10 de partidos locales).
En Veracruz, las alianzas explican los exitosos resultados del tricolor. Se alió con el PVEM, el PASC y con agrupaciones locales (organizaciones indígenas y campesinas). Pero destaca en especial el hecho de que el gobernador Herrera se unió con el Panal en 194 de las 212 alcaldías debido a la buena relación entre él y Gordillo. Gracias a esta alianza, los priistas ganaron municipios importantes, como el puerto de Veracruz, que mantuvo el PAN durante 12 años, y los principales centros económicos y petroleros de la zona norte y sur.
Por el “voto fiel”
Durante años en el PRI se habló del “voto duro”, concepto que permeaba todos los procesos electorales. Aun en 2006 César Augusto Santiago, secretario de organización del Comité Ejecutivo Nacional y encargado de la estrategia electoral del entonces candidato presidencial Roberto Madrazo, dijo que existía un “voto duro” de 11 millones de personas y presentó un programa mediante el cual su partido se proponía obtener más de 21 millones de sufragios a favor de Madrazo.
El fracasó fue rotundo, si se considera que el candidato sólo logró 9 millones de votos.
Efrén Leyva, subsecretario de Acción Electoral PRI, precisa que el llamado “voto duro” ya no existe. Y admite que sólo era “una especie de portafolio que sacabas cuando lo necesitabas”. Hoy, dice, puede llamarse “voto fiel”, pero tiene que ser trabajado y respaldarse en buenos candidatos y propuestas.
Expresidente municipal de Chilpancingo, exdiputado y exsenador, 22 veces delegado del PRI en igual número de entidades donde ha habido elecciones, Leyva reconoce que después de la “hecatombe” de la elección del 2 de julio, cuando el PRI y sus candidatos se fueron hasta el tercer lugar, se tuvo que “hacer una reflexión y decir: ¡Bueno!, ya pasó esta etapa. Necesitamos ver (ahora) qué va a pasar con el partido”.
Los triunfos de 2007, afirma, le están dando a su partido el aire, el oxígeno que necesitaba para las elecciones que vienen. Y explica que los buenos resultados tienen que ver con varias acciones, entre ellas un acuerdo interno de “no agresión” entre los legisladores, gobernadores y dirigencia nacional, así como la renovación de la dirigencia de 20 comités estatales que estaban con “encargamientos”, es decir, con delegados nombrados “de bomberazo” para salir al paso de la elección presidencial de 2006.
Expone: “El PRI somos un partido vivo. Es obvio que no tenemos unanimidad y no la vamos a tener nunca, pero hemos sido lo suficientemente inteligentes; además, bien encauzados por la líder nacional, Beatriz Paredes, para que nuestras diferencias se queden en nuestro partido. No tenemos por qué sacar en los medios nuestras confrontaciones”.
Sin embargo, admite que hay discrepancias en el seno del partido: “No hay unanimidad y ha habido inconformidades por las candidaturas en algunos estados, pero hemos tenido que construir mecanismos para arropar y para jalar a la gente, para darle cauce a la inconformidad, sin que se sientan marginados o desplazados, sin que se litiguen las inconformidades en los medios. Nos hemos puesto de acuerdo y creo que vamos a salir bien el próximo año”.
–¿Cómo piensan conciliar los liderazgos de Manlio Fabio, Emilio Gamboa, Beatriz Paredes y algunos gobernadores?
–Ellos son partes del partido. Lo importante es que ellos se fortalezcan en su liderazgo regional para que fortalezcamos al PRI en su liderazgo nacional. Beatriz Paredes ha sido respetuosa, ha dejado que cada quien tenga su propio espacio. Ella no pelea el espacio a nadie.
“Además no nos estamos preocupando por lo que viene, de quién será el candidato para 2012, como ocurre con el PAN. Nosotros estamos centrados en ganar en 2009 y ya después vamos a discutir cómo salimos adelante. Vamos a sentarnos a hablar largamente para no llegar desgastados como estuvimos con Roberto Madrazo”.
Leyva asegura que en su partido ya se superaron las confrontaciones entre los grupos. El método de la selección abierta de los candidatos, afirma, dio lugar a que la democracia en el PRI “se confundiera y a que hubiera escandalera en las asambleas”.
“Muchas veces la turba no acepta la reflexión –dice– y piensa que la manera más transparente y democrática de elegir a un candidato es la elección directa. Y esto nos llevaba a que ganara quien tenía más dinero o hiciera más escándalo, que no era lo mismo que elegir a quien tenía más arraigo o más presencia en las bases”.
Asevera que algunos gobernadores quisieron aprovechar esta circunstancia “para hacerse presentes como los grandes caciques de la zona, principalmente en el sur y sureste, y entonces surgieron algunos cacicazgos que pretendieron imponer a sus grupos incondicionales sin ver realmente la fuerza del partido. Eso hacía que los gobernadores estuvieran imponiendo a sus incondicionales”.
Las derrotas, agrega, obligaron a reflexionar y a evitar que los gobernadores continuaran viendo al PRI “como un organismo público descentralizado de su gobierno en el cual podían quitar y poner a los candidatos”.
–Tal vez no sean los caciques de antes, pero los gobernadores sí tienen un peso, un poder fuerte.
–Los gobernadores han sido y seguirán siendo los líderes del partido en sus entidades; algunos se interesan realmente por que su partido esté organizado para que esto garantice su gobierno; otros no lo ven de esta manera. Pero no necesariamente se puede decir que los gobernadores hacen lo que quieren. El PRI es un partido nacional, tiene una presencia permanente en los estados.
La estrategia de Paredes
Efrén Leyva asegura que los logros en las elecciones de este año se debieron a la nueva estrategia electoral implantada por Beatriz Paredes, quien dividió en regiones políticas el país y designó a un encargado especial en cada una de éstas para que conocieran directamente la organización electoral.
La actual dirigencia del PRI también instrumentó, desde agosto del año pasado, los cambios de dirigentes en 20 entidades, la mayoría de los cuales fueron puestos de manera improvisada para sacar adelante la campaña de Roberto Madrazo en 2006.
“Nos metimos a 20 estados para transformar y legitimar la dirigencia estatal. Nos fue bien, no hubo confrontaciones; entendieron que nos habíamos ido al tercer lugar por los conflictos internos, aunque territorialmente somos la primera fuerza porque tenemos más gobernadores, la mayoría de los congresos y de las presidencias municipales. Teníamos que revisar nuestra situación y ponernos de acuerdo. Comenzamos a trabajar en ese sentido, renovamos los comités estatales y los dejamos estatutariamente en condición legal”, asegura Leyva.
Según él, se trata de abrir el abanico, platicar con todos los actores y evitar las confrontaciones, pues éstas dañaron mucho al partido. “Ese fue el grave error desde antes de que llegara Roberto Madrazo. Por eso perdimos en casi todo el país en 2006. No hubo un estado en donde ganara Madrazo. Eso fue terrible”, recalca.
–¿Ya se fueron los que se tenían que ir?
–Creo que ya. Se quedaron los que creen en el partido. Estamos adentro los que creemos en el PRI. Aquí no se le cierra la puerta a nadie, ni se saca a nadie. Creo que la época de los éxodos ya pasó, ahora vivimos otra época en el PRI. No hay purgas, no hay cacería de brujas; hay invitación al trabajo, invitación a la unidad.
Pero sobre todo, destaca, se trabaja en la formación y actualización de estructuras para que no haya “simulación” en el trabajo de capacitación.
“Ese –puntualiza– ha sido uno de los graves problemas, ha habido mucha simulación, se traían unos discursos y listas de promovidos y resultaba que ponían en el padrón los nombres de los directorios telefónicos, incluso a los dirigentes de los otros partidos. Pienso que hoy debe hacerse de la política una profesión transparente, un trabajo honesto. Por eso creo que los partidos que ganan son los que tienen una mejor estructura; esos son los que están ganando”.
–Es evidente que se están preparando para las elecciones de 2009.
–Obviamente, el PRI está haciendo un trabajo muy amplio a nivel nacional para actualizar sus estructuras; no sólo las dirigencias de los estados, sino también buscando, con el respeto a las organizaciones, que en cada entidad los sectores, que son pilares del partido, estén actualizados, que tengan dirigencias reales, actuales y actuantes. Sólo así podremos tener una estructura lista y recuperar el Congreso en 2009.
Leyva no deja de reconocer que enfrente tendrán a Felipe Calderón, quien, dice, seguramente querrá ganar el Congreso en las elecciones intermedias para consolidar su gobierno. Pero advierte que Calderón no debe olvidar que es el presidente de todos los mexicanos. No puede, dice, quedarse sólo en una lucha estéril de partido, “porque esto nos puede hacer mucho daño”
05 septiembre 2007
Por la revancha
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