Por: Patricia Karina Vergara Sánchez
En la actualidad, en México el neoliberalismo ha convertido en buen negocio establecer escuelas de enseñanza media superior, algunas con educación tecnológica y otras sin ella. Preparatorias, bachilleratos y centros educativos compiten entre sí por atraer la mayor matrícula posible en sus localidades. Algunas pintan de colores llamativos sus edificios, ofrecen en su publicidad no dejar tarea o anuncian estar a la vanguardia de la globalización, aunque muchos adolescentes que ingresan en sus aulas no tienen idea de qué es la globalización o de qué manera incide en su vida. Algunos de estos negocios parten de inversiones millonarias en infraestructura, tecnología y publicidad. Otros, tienen inversiones mucho más modestas, se acondicionan en locales pequeños y hasta en casas que no fueron pensadas para la función escolar, las llamadas “escuelas patito”.
En uno u otro caso, Son negocios cuya clientela cautiva está conformada de obreros, comerciantes en pequeño y burócratas. La constante en los padres y las madres de familia que eligen esta educación privada para sus hijos, es que realizan desembolsos, generalmente de importancia para la economía de las familias trabajadoras, y depositan su confianza en que la formación de su hijo o hija es la mejor que pudieron poner a su alcance. Sin embargo, esto no resulta rigurosamente cierto. No importa lo vistosa que sea la pintura, lo amable que resulte la recepcionista quien gana una comisión por cada alumno que inscribe o que les aseguren que las computadoras tienen los programas más actualizados. El elemento verdaderamente indispensable para garantizar el uso adecuado de los recursos, la atención suficiente y el acercamiento real del alumno hacia distintas formas del conocimiento es el personal docente. La fuerza de trabajo.
Por ello, la mejor inversión que una escuela puede realizar está en el obtener profesores y profesoras comprometidos con su trabajo.
Este compromiso significa alumnos formados e informados. El resultado justo para el desembolso que realizan las familias. Pero, el que una institución cuente con dicho personal docente no siempre es factible y no porque no existan profesionistas bien preparados y capaces de desenvolverse eficientemente en el proceso de enseñanza aprendizaje, si no por la tacañería generalizada en estas instituciones, de los patrones, que se niegan a crear condiciones laborales adecuadas para los y las educadores. Por supuesto cuestión de clase: Las ganancias antes que cualquier otra cosa. Es entonces cuando se observan fenómenos constantes:
Los alumnos de centros educativos que se niegan a crear contratos pretendiendo con alevosía no dar seguridad jurídica a sus trabajadores padecen constantemente “relevos” durante el semestre, ya que los encargados de la asignatura son despedidos sin miramientos o ellos se marchan en busca de otras certezas laborales. Así que durante el período tienen en ocasiones tres maestros que imparten la asignatura de química, por ejemplo. Con las consecuencias que son de esperarse en su proceso de aprendizaje, que pierde su unidad y lógica secuencial pues varían técnicas, criterios y formas de evaluación con cada nuevo profesor.
Generalmente el pago por hora clase resulta insuficiente para que el profesionista cubra otros gastos como es acceso a computadoras e Internet, compra de bibliografía, revistas, periódicos, pago de fotocopias, acetatos e impresiones, además de elaboración de material didáctico. Pero, la mayoría de los patrones y dueños, prefieren negar esas herramientas de trabajo, ahorrarse ese dinero y escatimar negando elementos para dinámicas y métodos que favorecerían el aprendizaje y lo harían más atractivo para los educandos.
¿Prestaciones, seguro médico, aguinaldos, primas vacacionales?
Son inversiones que están contempladas en el cobro de colegiaturas, incluyendo los pagos dobles que se realizan por vacaciones invernales y de verano. Es dinero que las familias ya han desembolsado. Con ello, se presupone que se debería, además de garantizar las prestaciones que por ley corresponden al trabajador, capacitar y actualizar al personal docente, permitirle elaborar planes y programas, diseñar estrategias para el mejoramiento cognitivo del alumnado, actividades que tendrían que realizarse durante el período en el que los alumnos se encuentran en el receso vacacional de verano. Sin embargo, aun cuando el trabajador asalariado ya hizo el pago por esta parte del servicio que su hijo o hija deben recibir, hay escuelas que simplemente evitan estas obligaciones, despidiendo a los maestros y recontratándolos al inicio del nuevo ciclo escolar, sin importarles el detrimento en la educación que se imparte a los alumnos.
Aún más, existen negocios que sólo pagan por hora presencial, descontándoles a los maestros días oficiales en que no se labora y otros; sin considerar las horas que se invierten en la preparación de clases, evaluaciones, elaboración de exámenes y calificaciones, lo cual termina reflejándose en escasa dedicación por parte del personal a estas labores que no retribuyen.
Finalmente, esta tacañería de los negocios educativos lleva a una movilidad constante de las plantillas de profesores. La creación de una plantilla fija, con métodos y criterios análogos y complementarios, prácticas y trabajo conjunto, respecto de las necesidades específicas de los alumnos, sería la condición ideal de los equipos de trabajo en diferentes asignaturas. Cuando estas plantillas permanentes de docentes no existen por una renovación constante del personal, no se crea tal deseada comunicación ni unificación de criterios elementales, afectando directamente al alumnado que pierde estos beneficios. Las escuelas que no estimulan, respetan y reconocen a sus profesores y profesoras, que no logran retenerles, sólo reflejan desorganización y falta de visión. ¿Quién si no los docentes, que son los que realizan el trabajo efectivo, sostienen el negocio de la educación?
Así, la sugerencia a toda aquella trabajadora o trabajador que piense en la opción de la educación media superior y superior en el sector privado, es que investigue cuáles son las condiciones laborales del o la docente. Si existe un contrato laboral, si se le proporcionan herramientas adecuadas, si tiene prestaciones de ley, si hay estímulo y respeto al trabajo educativo. Todas ellas, condiciones básicas para que se realice un trabajo eficiente hacia el alumnado y para no contribuir y solapar a patrones que abusan de las y los trabajadores en educación.
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