Rosa Albina Garavito
29 de marzo de 2008
El proceso electoral del PRD que culminó el pasado 16 de marzo continúa sin resolverse. En un ambiente de guerra civil, el cómputo de los votos se encuentra entrampado, y las urnas convertidas en botín en disputa. La crisis del PRD tocó fondo. El daño al partido que nació como el principal esfuerzo unitario de la izquierda en México es irreversible. Diez años de impunidad se pagan caros. El partido no podía quedar indemne después del largo secuestro en manos de los grupos internos que ejercen su poder en función del dinero. Recursos en montos y origen no transparentes que les permiten financiar el clientelismo, y todas las trapacerías imaginables propias del viejo régimen, de ese régimen que el PRD nació para combatir.
La novedad es que el PRD vive este desastre sin los liderazgos morales de sus primeras etapas. La adecuada demanda de anulación de los comicios planteada por Cuauhtémoc Cárdenas fue desoída. Es el costo de haber soslayado la lucha contra el desafuero de AMLO, es el costo de su cercanía con el gobierno de Fox. Pero el liderazgo de AMLO también está ausente para contribuir a resolver este conflicto. Es el costo de haber tomado partido por uno de los candidatos. En lugar de detener el desastre, unge a su candidato como triunfador en la plaza antes de que el cómputo concluya. Con una vara se mide y actúa en el proceso electoral de 2006, y con otra en el proceso interno del PRD. Es mucha la miopía de menospreciar la institucionalidad de una organización y ponderar sólo la fuerza del movimiento social. Es un absurdo además suponer que partido y movimiento son opuestos.
En la campaña encabezada por Alfonso Ramírez Cuéllar anunciamos el desastre en que terminaría el proceso. No tuvimos más armas que el reclamo del cumplimiento de la legalidad. La respuesta a nuestro llamado a la rebelión de los militantes libres quedó aplastada en medio de tanta ilegalidad. ¿Cómo medir la representatividad de cada quien con padrón alterado, urnas quemadas, votos inventados?
De la lectura objetiva de ese proceso era obligado hacer las propuestas hacia delante. De ellas, la principal para este momento consiste en que "Una vez culminado el proceso electoral de 2009, la dirección nacional del PRD, electa este 16 de marzo, deberá convocar a la formación de una comisión organizativa de la asamblea constituyente de un nuevo partido. Esta comisión se integrará con las propuestas de las organizaciones sociales; de las organizaciones políticas de las izquierdas del país; de las organizaciones defensoras de los derechos humanos de los grupos vulnerables; de las organizaciones culturales; académicas; de los colegios de profesionales; y otras del movimiento democrático nacional.
"El PRD pondrá su registro a disposición de esta asamblea constituyente, y sus dirigentes entregarán sus cargos para que esta asamblea asuma la conducción del proceso de fundación del nuevo partido. Éste surgirá con la participación activa y decidida de todos los perredistas, pero también de todos los mexicanos dispuestos a construir esta nueva alternativa orgánica de las izquierdas mexicanas. El agotamiento de la clase política perredista y del modelo de partido que hemos construido, así como los nuevos retos que se imponen al principal partido de la izquierda a 20 años de su fundación, requieren de una renovación profunda, renovación que vendrá de la base de nuestro partido y del movimiento democrático nacional".
Pero como la realidad supera a la imaginación, la magnitud del desastre obliga a no esperar al 2009 para la convocatoria a la construcción de un nuevo partido. Obliga también a la declinación inmediata de Ortega y Encinas. El partido es patrimonio del movimiento democrático que le dio vida. ¿Seguirán empecinados en su privatización?
rosa.albina@gmail.com
Consejera nacional emérita del PRD
29 de marzo de 2008
El proceso electoral del PRD que culminó el pasado 16 de marzo continúa sin resolverse. En un ambiente de guerra civil, el cómputo de los votos se encuentra entrampado, y las urnas convertidas en botín en disputa. La crisis del PRD tocó fondo. El daño al partido que nació como el principal esfuerzo unitario de la izquierda en México es irreversible. Diez años de impunidad se pagan caros. El partido no podía quedar indemne después del largo secuestro en manos de los grupos internos que ejercen su poder en función del dinero. Recursos en montos y origen no transparentes que les permiten financiar el clientelismo, y todas las trapacerías imaginables propias del viejo régimen, de ese régimen que el PRD nació para combatir.
La novedad es que el PRD vive este desastre sin los liderazgos morales de sus primeras etapas. La adecuada demanda de anulación de los comicios planteada por Cuauhtémoc Cárdenas fue desoída. Es el costo de haber soslayado la lucha contra el desafuero de AMLO, es el costo de su cercanía con el gobierno de Fox. Pero el liderazgo de AMLO también está ausente para contribuir a resolver este conflicto. Es el costo de haber tomado partido por uno de los candidatos. En lugar de detener el desastre, unge a su candidato como triunfador en la plaza antes de que el cómputo concluya. Con una vara se mide y actúa en el proceso electoral de 2006, y con otra en el proceso interno del PRD. Es mucha la miopía de menospreciar la institucionalidad de una organización y ponderar sólo la fuerza del movimiento social. Es un absurdo además suponer que partido y movimiento son opuestos.
En la campaña encabezada por Alfonso Ramírez Cuéllar anunciamos el desastre en que terminaría el proceso. No tuvimos más armas que el reclamo del cumplimiento de la legalidad. La respuesta a nuestro llamado a la rebelión de los militantes libres quedó aplastada en medio de tanta ilegalidad. ¿Cómo medir la representatividad de cada quien con padrón alterado, urnas quemadas, votos inventados?
De la lectura objetiva de ese proceso era obligado hacer las propuestas hacia delante. De ellas, la principal para este momento consiste en que "Una vez culminado el proceso electoral de 2009, la dirección nacional del PRD, electa este 16 de marzo, deberá convocar a la formación de una comisión organizativa de la asamblea constituyente de un nuevo partido. Esta comisión se integrará con las propuestas de las organizaciones sociales; de las organizaciones políticas de las izquierdas del país; de las organizaciones defensoras de los derechos humanos de los grupos vulnerables; de las organizaciones culturales; académicas; de los colegios de profesionales; y otras del movimiento democrático nacional.
"El PRD pondrá su registro a disposición de esta asamblea constituyente, y sus dirigentes entregarán sus cargos para que esta asamblea asuma la conducción del proceso de fundación del nuevo partido. Éste surgirá con la participación activa y decidida de todos los perredistas, pero también de todos los mexicanos dispuestos a construir esta nueva alternativa orgánica de las izquierdas mexicanas. El agotamiento de la clase política perredista y del modelo de partido que hemos construido, así como los nuevos retos que se imponen al principal partido de la izquierda a 20 años de su fundación, requieren de una renovación profunda, renovación que vendrá de la base de nuestro partido y del movimiento democrático nacional".
Pero como la realidad supera a la imaginación, la magnitud del desastre obliga a no esperar al 2009 para la convocatoria a la construcción de un nuevo partido. Obliga también a la declinación inmediata de Ortega y Encinas. El partido es patrimonio del movimiento democrático que le dio vida. ¿Seguirán empecinados en su privatización?
rosa.albina@gmail.com
Consejera nacional emérita del PRD
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