Mensaje entre "notables"

martes, 04 de septiembre de 2007

María Teresa Jardí

Faltó "El Chapo", claro, pero es que andaba de luna de miel o noviando. Morales Lechuga, tan ético y honorable como bien le consta al Ejército Nacional Mexicano. Soberanes, el inventor de las asesinadas por gastritis, cuando no por la anemia que al pueblo pobre consume.
"Todas las fuerzas vivas están presentes", repetía el informante televisivo, mientras las cámaras enfocaban a un puñado de mujeres disfrazadas de indígenas, que, a lo mejor, eran indígenas pero que ya se sabe que a esas cosas se lleva a las indígenas acarreadas y domesticadas, por Xóchitl Gálvez, quizá, de pie para no dejar de salir ante la cámara que la enfocaba enseguida.
La prensa vendida no podía faltar e Ivonne Ortega muy cerca de Ugalde. Gobernadores pasto de presidio y Creel satisfecho por el dinero que debieron dejarle los permisos para llenar a México de casinos convirtiéndolo en el gran prostíbulo de los yanquis asesinos.
Los embajadores, que no se veían en las tomas, divertidísimos, como es obvio, con la bananera república que repetía el acto faraónico, el que se aprestaban, como es evidente, esa es una de las funciones de los embajadores, a relatar a sus respectivos gobiernos.
Todos queriendo salir en la foto. O esconderse de la cámara porque algunos hasta vergüenza deben sentir de prestarse a ser parte del retorno de Victoriano Huerta.
El perdonado, por Televisa, Guillermo Ortega, asegurando sin empacho que el acto era demostración de que somos una "nación fuerte y plural". Atenco y Oaxaca son sólo malos ejemplos que nadie debe recordar.
Las vallas afuera y la militarizada policía también para cuidar a tan "insignes personajes". El usurpador entrando como un héroe, con el triunfo reflejado en la cara y recibiendo los honores que a otro le corresponden por mandato de la voluntad ciudadana. Por mandato del pueblo soberano. ¿O no es eso lo que dice la Constitución mexicana? La misma satisfacción que debió sentir Victoriano Huerta a lo largo de su efímera usurpación.
El aplauso, convencidos de que ellos son más que los millones de mexicanos que desde fuera o detrás de un televisor abucheamos, una vez más, al dictador. El gran perdedor el PRD.
Estado de Derecho. Ja, ja, ja., economía, sí, y bienestar también, para él, para su familia y los amigos, de preferencia cuando son empresarios españoles, argentinos o chinos.
La lucha contra el narcotráfico tan efectiva que "El Chapo" se casa llevando como testigos a funcionarios y el Ejército se retira cuando al capo le apetece asistir a una verbena. Esto no es un desafío al Estado. Es colusión del gobierno con el narcotráfico.
Compañerismo entre iguales, pues. Efectivamente la lucha contra el narcotráfico está lejos de ser ganada: está perdida. Nunca va a ser ganada y ni siquiera combatida mientras un usurpador de manera ilegal, porque ilegal es legalizar el fraude para acceder a un poder no ganado en las urnas, mantenga secuestrado el Poder Ejecutivo de la nación.
"Extraordinaria es la detección de los líderes del crimen organizado". "El Chapo" es el mejor de los ejemplos al respecto.
Dicen que en la cara se refleja el alma y da miedo cuando las cámaras enfocan al gabinete del usurpador integrado por gorilas.
De más estaba decir que se está construyendo un nuevo tipo de policía: una policía militarizada que ya busca convertir a los mexicanos en chivatos para que señalen a los inocentes que justifiquen la lucha que no se va a dar, que no se puede dar donde impera como reina la corrupción, protegida por la impunidad como princesa.
Leyes de control social en marcha para que la Policía Nacional reprima a la ciudadanía descontenta.
Lo mismo de lo mismo, al menos desde Salinas. Queda claro que se copian el mensaje.
Hasta aquí me da el estómago. Por salud mental apago el reality show televiso y regreso a mi novela. El resto lo tendré que leer el lunes, aunque puedo imaginar lo que sigue: creación de millones de empleos, que ha bajado la inflación, etc.
En fin, es difícil acabar con las adicciones y a pesar de mi decisión no pude resistir la tentación de ver de qué iba la cosa.