El cambio climático es ahora, a partir de la tragedia de Tabasco y Chiapas, el nuevo pretexto de los políticos mexicanos, para explicar la dimensión de la destrucción ocasionada por los frecuentes desastres "naturales" que sufre nuestro país. De esta manera, quieren ocultar la causa principal de esta gran destrucción: la gran ineptitud y corrupción de los gobiernos mexicanos, particularmente del gobierno federal. A su vez, esta torpeza y putrefacción gubernamental es resultado del creciente sometimiento de los gobiernos federales a los intereses de los grandes inversionistas extranjeros y nacionales y de la corrupción estructural que domina al Estado Mexicano . El desprecio histórico de las clases privilegiadas por el resto de la sociedad mexicana y por la Naturaleza han creado esta inveterada incapacidad y descomposición gubernamental que ha degradado en extremo la capacidad del Estado Mexicano para anticipar eventos mayores tan anunciados previamente por los advertidos y tan mitigables como el de Tabasco y Chiapas.
La gran fragilidad de nuestro país reside en la precariedad de la autonomía de la mayor parte de las comunidades mexicanas, a su extrema dependencia del gobierno federal y los partidos, al consumo excesivo de productos cargados de publicidad y mercadotecnia y al trabajo embrutecedor que han impuesto por siglos los empresarios mexicanos, quienes ahora ponen y quitan presidentes, leyes y políticas de gobierno a su antojo; son estos empresarios los que han construido por décadas, por siglos, esta gran debilidad de las comunidades territoriales de México; sus ideas de progreso, de desarrollo, absolutamente concebidas para el máximo lucro y beneficio privado, generan la enorme degradación social y ambiental que habitualmente multiplica los riesgos y los desastres "naturales" en México. La putrefacción del sistema político mexicano nos coloca frente a un mañana negro, plagado de incendios, explosiones, accidentes, sismos, erupciones, inundaciones, huracanes, sequías, tsunamis, y otros desastres con enorme costo humano y económico.
Ciertamente, el cambio climático empieza a flagelar con creciente intensidad a muchos países, sin embargo, los gobiernos mexicanos han tenido conocimiento de esta amenaza desde hace más de quince años y nada hicieron que valga la pena mencionar para hacer frente a esta amenaza. Han abundado por años las advertencias sobre lo que podría pasar en México, por el cambio en el uso del suelo, por los megaproyectos, por la urbanización salvaje y por el cambio climático y no se ha hecho nada relevante hasta el día de hoy para enfrentarlo o mitigar sus efectos. La generación de situaciones de riesgo o peligro sigue desenfrenada en México. La creciente ineptitud de la Comisión Nacional del Agua y de la Comisión Federal de Electricidad en la gestión de las presas obligaría a su total reestructuración y a la renuncia inmediata de sus titulares; pero, esta acción es un sueño en el país de la corrupción sustentable.
Los embates del cambio climático serán peores en los próximos años, no obstante, México carece al momento de un plan adecuado para reducir al mínimo sus devastadoras consecuencias. Empresarios, políticos y una gran parte de los académicos hacen todo lo posible por ocultar o minimizar la amenaza que entraña el calentamiento global. Por lo mismo, no es posible considerar un cambio de actitud de los gobiernos mexicanos en los próximos años, por lo que es previsible que aumentarán bastante más las victimas, las desgracias y la destrucción ecológica y económica; aumentará mucho la vulnerabilidad de México frente a los "desastres naturales" derivados del cambio climático, del cambio en el uso del suelo, de la desertización, de la perdida de biodiversidad .
Los ciudadanos debemos empezar a tomar muy en serio la fragilidad de la situación que vivimos ahora en México: los gobiernos, debido a su excesiva dependencia del exterior y a su corrupción avanzada, niegan, ocultan o minimizan los riesgos que enfrentamos como Municipio, Estado o Nación: aprovechan desvergonzadamente estas situaciones, como lo hacen en estos días: el gobierno federal, las grandes televisoras y las grandes empresas, con el fin de someter aún más a la población a sus designios de poder y dinero. Es imperativo que la sociedad disminuya su dependencia del gobierno en todos sentidos; que los ciudadanos aprendan a trabajar unidos en la defensa de su ejido, pueblo, aldea, barrio o colonia, que conozcan las debilidades de la urbanización moderna y del estilo de vida contemporáneo, además de mejorar su conocimiento del suelo, del agua, de la flora y la fauna y del clima de su localidad o región; que resistan los megaproyectos públicos o privados. También, es ineludible reducir el consumo de productos cargados de publicidad y mercadotecnia, ya que fomentan el debilitamiento de las comunidades y su sometimiento a la corrupción "atávica" de las instituciones mexicanas: deben reducir su dependencia de grandes comercios y productos industrializados, y apoyar la producción local en pequeña escala. Es perentorio recuperar la autonomía local que nos han quitado las ideas del desarrollo y del crecimiento económico, impuestas por escuelas y universidades. Los desastres "naturales" serán en los próximos años incomparablemente más devastadores en México que las lluvias e inundaciones de Tabasco y Chiapas, si seguimos por el mismo camino de sumisión total a las ideas de desarrollo y crecimiento económico, a los dictados de inversionistas extranjeros y nacionales y a los gobernantes que éstos nos imponen.
NO A LA INEPTITUD, CORRUPCIÓN E IMPUNIDAD GUBERNAMENTAL. NO A LA DEPENDENCIA TOTAL DEL ESTADO Y DEL MERCADO .
Miguel Valencia
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